Publicado en: El Nacional
Por: Fernando Rodríguez
Probablemente algunos sectores y personalidades de la oposición se planteen la inevitabilidad de las elecciones parlamentarias para finales de año, entre otras cosas porque así lo establece la Constitución. Y, lo más importante, es que no pocos ya verbalizan que estas se realizarán en condiciones más o menos adversas e incontrolables que habría que afrontar, so pena de caer en un abstencionismo que dividiría la oposición; anularía un espacio, acaso el único, que podría movilizar a la mayoría hoy entumecida; y, por último, le entregaría a los déspotas esa decisoria y fundamental parcela democrática, lo que tendría sustanciales costos a futuro que ya conocimos en 2005.
La idea motriz es que Maduro y su gobierno, con todas las razones del universo, cuenta con una suerte de casi unanimidad en contra y no podría, a pesar de todas sus inescrupulosidades, lograr una victoria. Y, como añadido, un resultado más o menos proporcional a ese rechazo sería un elemento adicional para buscar una elección presidencial adelantada (o, en último caso, un revocatorio) y su salida definitiva. El fin, pues, algo tardío, de la peor pesadilla de la historia nacional, lo cual no quiere decir ni la vuelta ni el comienzo de la felicidad, pero con seguridad sí la salida del infierno.
No resulta descabellada esa exploración, así represente el fin de la jerarquización estratégica, alias el mantra, de Guaidó que ha servido de guía a la mayoría opositora durante un año muy largo. ¿La salida de Guaidó mismo, porque él está en el mero centro de todas las alternativas, es el único líder que anda por ahí?
Quienes formulan esto, al menos la gente digna que lo hace, agrega que también exigen condiciones de mínimas de decencia electoral, o de higiene mejor, tratándose del chavismo, para no convertirse en la comparsa indecorosa de un inmenso fraude. A nadie lúcido escapa la capacidad inagotable de mentir, de delinquir, de atropellar derechos e instituciones, de causar dolor y miseria en el pueblo para sobrevivir… por ende, no es un problema menor asegurarse de estos requisitos elementales para dar una pelea que siempre será en condiciones desventajosas y abusivas.
La pregunta que queda en el aire es hasta cuándo son soportables esas torcidas circunstancias electorales, que además ya todos sabemos cuáles son, muchísimas, porque no solo se trata de asentar en abstracto los estándares internacionales que probablemente, ni ayer ni hoy, se han alcanzado sino de corregir los innumerables crímenes electorales que han instalado tanto Chávez como Maduro, especialmente grotescos a partir de ese melanoma institucional que es la asamblea constituyente, ese grupo de profanadores de la Constitución que ahora va a ocupar a tiempo completo la sede parlamentaria para continuar su larga y ponzoñosa holgazanería.
Pero en estos días de enero, en que Maduro llama a la concordia y a la pureza electoral, ¡vaya cinismo!, se han cometido los atropellos más infames que se han perpetrado a propósito de la Asamblea. El historiador Elías Pino recordaba el otro día que no tienen antecedente alguno en la historia parlamentaria nacional. Pero que hoy mismo han incrementado usando colectivos que dispararon sobre diputados con la complicidad de las fuerzas armadas y policiales. Se apropiaron de la sede legislativa supuestamente sine die. Incluso, denuncia Capriles, los malandros de la junta directiva espuria quieren apropiarse del partido Primero Justicia. Y todo ello con la complicidad de los Claudios de la mesita, ya sin antifaz, pistola al cinto. Etcétera. Todo lo cual con el evidente fin de acabar con Guaidó y los partidos mayores de la oposición. Su descaro es del más entero dominio público.
Yo quiero solo decirles, a esos estrategas respetables, que me parece obvio que no es el momento para exponer y debatir sus sutiles cálculos a futuro. En verdad no sé si lo habrá nunca. Que archiven sus elaboraciones teóricas por ahora y se sumen a la defensa del poco de verdad y de justicia que va quedando, que incluso son condiciones indispensables de los que pretenden.
Y, por último, que es una verdadera autoinmolación llevar muy lejos el argumento de que estamos en un callejón sin otra salida que bajar la cabeza electoral. ¿Y esa vaina? Podrán hacer todos los fraudes que quieran que en política, y en la absurda existencia humana, Sísifo es probablemente la única salida ética, sí, ética. Y hasta podemos imaginar un “Sísifo feliz”, decía Camus.
Lea también: «Plan A«, de Fernando Rodríguez