Publicado en: El Nacional
Por: Fernando Rodríguez
En un mundo en que los parámetros sociales y políticos han perdido en gran medida sus correlatos objetivos, la era de la posverdad, todo, hasta lo más extravagante puede suceder. Si no hay un mapa ideológico, se pierden caminos y destinos. Y abundan los senderos oscuros y torcidos que manejan los que se aprovechan de la ausencia de valores y razones atinadas. Grosso modo esto último podría ser una especie de sinónimo del populismo, en el peor sentido de la polémica palabra. Y del populismo latinoamericano, para empezar el nativo. Y es obligatorio estar a la caza de lobos gentiles y caperucitas con garras para poder oponernos en los lugares y con las armas apropiadas.
Un ejemplo egregio de esto es lo que sucede con el régimen venezolano y, también, con algunos de sus compinches finiseculares de la región, la gente del Alba y sus cómplices. Si alguien no se ha enterado, y son todavía legión, ya no somos socialistas, sino que estamos tratando de hacer un tránsito al neoliberalismo, en mucho parecido al que intentó para su desgracia el presidente Carlos Andrés Pérez. Sin duda con muchas variantes, las mayores de ellas contenidas en la ley contra el bloqueo que permite la absoluta discrecionalidad de cualquier operación y la ausencia de mínimos controles, lo que nos tipifica como capitalismo mafioso a la manera rusa, putinesca. Es decir, que los devoradores de los dineros públicos serán los ya privilegiados para embolsillarse lo que pueda entrar por este empinado camino, que no será mucho, pero no hay dinero que estorbe. También por supuesto algunos empresarios discretos que mucho han concedido para sobrevivir estas décadas y que ahora podrían creer que van a engordar haciéndole disimulado coro a los déspotas en el poder. La diferencia con Pérez 2 es que este no partía de una Venezuela hecha un estropajo, que contaba con petróleo a precios nutritivos, que comenzó su infeliz trayecto con una alta popularidad y que podía generar confiabilidad en los inversionistas. Y le costó la cabeza política.
Todo ello es muy precario en bocones que han pasado decenios disfrazados de revolucionarios y hablando un lenguaje demagógico, primitivo y falaz que ahora los hace sospechosos de decir hoy lo que negarán mañana. Con un petróleo que agoniza y en general un Estado en total bancarrota y una industria privada nacional agónica, destruida con sus propias manos. Y, por último, con una popularidad que quedó demostrada en las elecciones pasadas, ventajistas a más no poder. ¿Qué puede salir de esto? Creemos que más dolor y miseria para muchos. Chinos no vamos a ser.
Y mire usted por ahí, la nueva ola populista que en algunos países parece volver, después de varios fracasos del liberalismo, cuán modificada aparece. Fernández en Argentina manda con discreción, hasta con Venezuela, y ha permitido o logrado que la temible Cristina se limite hasta ahora a tratar de escapar del castigo judicial por sus estrambóticas fechorías de ayer. AMLO en México habla hasta por los codos, ¿síntoma populista evidente?, pero se acarameló hasta con Trump y soportó estoicamente no pocos atropellos migratorios humillantes de mexicanos y vecinos. Los cubanos, en la carraplana por el virus que espantó el turismo, la teta venezolana que ya no da más leche y los latigazos de Trump, han hecho crecer su sector privado en notables proporciones y hasta ha permitido que le alcen la voz al poder despótico por primera vez en decenios, así sea en muy limitada escala; y no hay que ser muy sagaz para afirmar que mucho de ello tiene que ver con la espera de que Biden retorne a la época dorada de Obama y puedan respirar mejor.
Todo ello nos debería hacer revisar muy profundamente nuestras perspectivas opositoras. Si la pandilla ya no mete el cuento de que son comunistas, mal haríamos en creerlo nosotros. Si muchos adinerados, a pesar de todo, boliburgueses típicos (corruptos) o “realistas” que quisieran asentar un estado de cosas, así sea a la china o a la rusa o, simplemente, a la de nuestras dictaduras bananeras de antaño, cuidado con la “sociedad civil” que no todo lo que ofrece es bueno. O con las promesas a lo Macri con un pueblo que apenas sobrevive y quién quita si la democracia renacida pague todos los platos rotos de la tiranía. O que algunos amigos externos comiencen a preferir las relaciones económicas, así sean pobretonas, a una oposición política en que no alcanzan a creer.
Bueno, que hay que pensar en que el mundo rota y muy frecuentemente de manera torva, esta parece una. No es el mismo río, como diría el tipo de Efeso, apelado Heráclito.
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