La contradicción entre economía cerrada y economía abierta ha sido una constante del debate intelectual y político en la región, nos dice Carlos Raúl. En los ya lejanos años sesenta se parió la llamada Teoría de la Dependenciaque pretendía explicar el subdesarrollo como consecuencia de las relaciones de sometimiento entre la «periferia» y los «centros imperiales», ya fuera España en tiempos coloniales o el imperialismo gringo en el siglo XX. Carlos Raúl cita un documento de 1965, en el cual setenta notorios intelectuales declaran esta perla:
«Con absoluta confianza y con indispensable responsabilidad… denuncian los motivos del subdesarrollo… Los principales obstáculos que frenan y deforman el desarrollo económico latinoamericano son de carácter estructural, surgidos, unos de la dependenciaexterior: financiera, comercial, tecnológica, política, etc., respecto de los países desarrollados, y otros de carácter interno, determinados por los sistemas de tenencia de la tierra». Nuestros males venían siempre de afuera, por tanto, abrir las economías era entregar la patria. ¿No suena familiar, cincuenta años después?
La caída del Muro de Berlín -como sabemos- también abrió una brecha en las viejas certezas del pensamiento económico estatista y autárquico. Progresivamente se abrió paso una visión moderna, de apertura de la economía, mas no sin controversia tal como lo señala Carlos Raúl: «Las posiciones frente al proceso que avanzaba estuvieron –no podía ser de otra manera– impregnadas de pasión política e ideológica y por tratarse de un fenómeno nuevo se analizaron sin el suficiente sosiego». Más adelante: «Durante los ochenta América Latina inicio el lento y accidentado retorno desde las visiones etnocéntricas, centralistas, paternalistas, hacia la vigencia plena de sociedades democráticas y abiertas». Sin embargo, «la detención del proceso aperturista creó graves problemas» y hoy estamos viviendo el retorno de los viejos fantasmas a pesar de que países del ALBA como Bolivia y Nicaragua, y en menor grado el Ecuador de hoy asediado por el bajón de los precios petroleros, hayan logrado mantener sus economías a flote, precisamente por no hacer gárgaras ideológicas con ellas. Se nos advierte camino a la conclusión del libro.
Pero dejemos que sea Carlos Alberto Montaner quien valore este lúcido ensayo de Carlos Raúl Hernández: «Los venezolanos, que acaso abandonarán a medio plazo la pesadilla del chavismo, sin duda saldrán muy confundidos de esta etapa terrible que les ha tocado vivir. Afortunadamente, cuentan con este libro para saber qué les sucedió, por qué, y -lo más importante- qué deben hacer para nunca más caer en el error». No podemos estar más de acuerdo.
@jeanmaninat