Editorial Analítica
En Venezuela todo es tan grotesco que hemos llegado a la falta de pudicia conociendo de antemano las sentencias que el régimen quiere que se le apliquen a los que disienten
Una característica de todos los regímenes totalitarios es convertir a la justicia en otro instrumento más del terror con el que pretenden someter a los ciudadanos y al espíritu de libertad que es esencial para que florezcan las democracias.
Así fue en la Alemania de Hitler, en la que una de las palancas para anular la libertad fueron los llamados juristas del horror, que solo servían para complacer los deseos y la voluntad del Führer.
En la Unión Soviética sucedió lo mismo y su expresión más notoria fueron los llamados juicios de Moscú, en los que Stalin terminó de liquidar a la vieja guardia bolchevique y otras personalidades incómodas, en una de las más grotescas parodias de la llamada justicia revolucionaria.
En la Cuba de Fidel la justicia era el paredón, que se ejecutaba en La Cabaña, sin derecho a apelación y que se aplicó tanto a los del antiguo régimen, como a los compañeros de ruta.
En Venezuela, todo es tan grotesco que hemos llegado a la falta de pudicia conociendo de antemano las sentencias que el régimen quiere que se le apliquen a los que disienten, sin que se molesten los jueces en analizar si hay o no delito, porque aquí prevalece el Führer Prinzip, es decir la voluntad del jefe.