Seguramente, un señor sentado en un escritorio del tercer sótano de la Casa Blanca es el encargado de leer el último informe, en versión resumida, sobre Venezuela. En la pantalla de la computadora hace anotaciones al margen. Esos apuntes los leerá otro señor, o señora, cuyo escritorio está en el segundo sótano. Hace lo que tiene que hacer, a saber, marcar más anotaciones, más cortas y con suerte más precisas, y producir así una versión más reducida que pasará a un funcionario cuyo escritorio está en el primer sótano.
Algunos días más tarde, o semanas, o después que termine la copa en Qatar y otros asuntos de crucial importancia, alguien redactará un brevísimo reporte, de unas 200 palabras, que reposará hasta el invierno en el «recibido por revisar» de algún secretario en el West Wing. Y así llegaremos al final del año, a los arbolitos de navidad, al ponche de celebración en el East Wing.
En la misma bandeja de «recibidos pendientes por procesar» hay otros documentos, con más prioridad. La crisis de Ucrania, la elección de un nuevo Primer Ministro en GB (la señora no llegó a 50 días en el cargo), la inflación insólita y tan inesperada, el ruso horroroso y sus amenazas nucleares, el 2023 con algunas elecciones importantes, algún reporte de repunte del COVID con alguna nueva variante y el lío incomprensible de Argentina, que no se entiende ni en lunfardo. El señor Xi reelegido por el el PCCh. (Se lee Partido Capitalista de China).
La bandeja de «pendientes» crece. Lo de Venezuela puede esperar. Y si resulta que Maduro logra adelantar las elecciones, algunos respirarán con alivio, aunque esté también el pequeño detalle de millones de venezolanos en el exterior que se quedarán sin votar. Eso importa menos que poco. Y los jefazos del CNE también duermen cual bebés.
Todo bien, todo tranquilo en la patria de Bolívar. El señor sigue durmiendo como un bebé, aun que millones se van a la cama sin comer, sin techo para guarecerse de la lluvia. No sabemos quién se comió la torta primorosamente decorada con la esvástica para celebrar el cumpleaños de un personaje de esta película de lamentable estética, peor ética y lenguaje de «10 es nota y lo demás es lujo».
Murió Virtuoso. Y con él enterraron (o cremaron) varias páginas de virtuosismo y sensatez. No lo extrañaremos. Lo nostalgiaremos.