Los arcángeles Rafael – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Érase una vez una casonaNo se me borraba aún de la cara la sonrisa por la alegría de la liberación de algunos presos políticos (todavía quedan muchos tras las rejas) cuando dos «arcángeles» aguaron mi felicidad navideña. Ambos de nombre Rafael.

Los «arcángeles» hablaron. El uno por la vía de una cartica sin destinatario específico, un texto largo y churrigueresco, en el cual el autor drena sus pensamientos. El otro por una declaración por las redes, con tecnología del siglo XXI aunque con lenguaje de albañal de cualquier época. Leo, veo, escucho. Varias veces. Necesito certificar que mi cerebro no me juega trucos.

Ambos se expresan con condescendencia, como pidiendo agradecimiento a su fina cortesía  de dirigirse a pobres mortales como para ellos lo somos. Ambos pertenecen a una casta de nuevo cuño, más bien raza o especie. Poderosos, ambos. Venezolanos, ambos, aunque hayan manchado el gentilicio y la bandera tricolor haya sido usada por ellos como papel sanitario.

El uno anda por fuera. Pasa sus angustiados días en una villa que le fue ofrecida como albergue por uno de tantos contactos. Allí da paseos por parques y jardines. Y medita. Su celular principal suena sin parar. Pero sólo atiende los llamados de aquellos con quienes arma su trama. Va de a poco convirtiendo la historia en un traje a medida. Que lo que se dice en Caracas sobre él no es cierto. Que él es lo mejor que le pudo pasar a la industria petrolera. Que dedos es de él, el diluvio. Pero no todo está perdido. Su misiva no se queda en un simple endilgar culpas. Hay en ella promesas básicas. El significa la nueva y genuina esperanza de la revolución y de la patria. Él sabe cómo sacarnos del caos. Es la tercera vía. Rafael El Bueno. Rafael El Justo. Rafael El Auténtico. El arcángel Rafael. El que se enfrentará a los demonios que se instalaron en Miraflores aprovechando la partida del gran Hugo. Es bíblico. Y en el paraíso en el que convertirá a Venezuela, por cierto, no caben los cubanos, los «Castro-comunistas». Dato no menor en su larga carta.

El otro arcángel recurre a elementos mágicos. Le pide al Niño Dios que le dé una varita para hacer desaparecer los problemas de sus amado pueblo. Acaso sudando aún una excesiva ingesta de pociones de las que vienen en botella con pepita, se le escapan un par de palabrotas. Pero, que quede claro, dichas con cariño. Que de eso él tiene en abundancia,  amor del bueno para regalar al tan necesitado pueblo carabobeño, ese que fue abandonado a su suerte por todos los anteriores, tirios y troyanos. Pero ahí está él, para reivindicar, para pegar lo que está roto y, también, para vencer a los demonios. Al fin y al cabo, es un arcángel. Dios habló con él. Dios lo iluminó. Dios lo inspiró. Tuvo una epifanía. Con la varita mágica convertirá el agua en vino y multiplicará panes y peces. Imagino que en Campo de Carabobo congregará  a sus fieles cuando sea tiempo de dictar bienaventuranzas.

Dos arcángeles. Dos Rafael. No son ángeles caídos expulsados del cielo.  Son los nuevos mesías, los nuevos salvadores. Vienen a guiar a Venezuela para hacer de ella otra vez el partido que quiso el finado. Vienen a  rescatar el verdadero temple revolucionario.

Y a saber cuántos caerán en esta trampa y cantarán «¡salve, Rafael!».

soledadmorillobelloso@gmail.com

@solmorillob

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Post recientes