Somos occidentales. Eso no nos hace ni mejores ni peores. Nos hace diferentes. Para los chinos el individualismo es un disparate. Priva la colectividad por sobre el individuo. Baste leer la historia de Gengis Khan. China es hoy un país imperialista (sí, lo es) que conserva la etiqueta comunista, pero es el modelo económico más capitalista/mercantilista que hay en el planeta. Y también en China el tiempo se evalúa distinto. Pesa el pasado y el futuro. El presente es mero tránsito. Entre la China de Mao y la de Xi Yinping hay diferencias siderales. Pero la transformación no ocurrió con Xi Yinping. De hecho, el impulso lo inició Deng Xiaoping en 1979 cuando sucedió a Mao. Se convirtió en el “Arquitecto de la China Moderna”.
Israel es un país democrático (al estilo liberal, con modo occidental) rodeado geográficamente por modelos teocráticos. El Corán modela la legislación y la conducta. Intentar entender el lío en el Medio Oriente con nuestra mentalidad occidental es imposible. Caemos en el error de no comprender las diferencias culturales, sociales, políticas y religiosas.
La Rusia de Putin no es una extensión del modelo soviético. Es un zarismo del siglo XXI. Putin no se parece en nada a Lenin, Rykov, Stalin, Malenkov, Krushev, Kosyguin, Breshnev, Gromyko. No se parece a Gorbachov o a Yeltsin. Putin es mucho más parecido a los grandes zares. Al menos ese es deseo. De hecho mucho de los afanes bélicos de esta Rusia remedan los del pasado de la gran Rusia. Por eso en su relato siempre menciona a la Madre Rusia. ¿Podrá alguna vez Rusia convertirse en una democracia liberal occidental? Pareciera que no. Entre otras razones porque los rusos no quieren ser occidentales.
Occidente intentó, con poco éxito, venderle a Oriente modelos que son piezas que no calzan en sus rompecabezas sociales. Para un europeo un matrimonio arreglado es un disparate monumental. En varios países, por ejemplo India, ser un “matchmaker” es una profesión de alta estima.
Buena parte de Africa sigue teniendo modelos tribales. ¿Es eso un error? Para la mente occidental sí. Para muchas comunidades africanas no.
España se precia de tener una democracia moderna. De hecho, probablemente el rey Felipe VI es el monarca más republicano que ha tenido España en toda su historia. Y sin embargo, Pedro Sánchez ha sido extraordinariamente hábil en mantenerse como cabeza del gobierno (no del estado), a pesar de no haber ganado las elecciones. Es jefe de gobierno por la vía de las negociaciones políticas (y negociados) con otras fuerzas. Y para ello se ha llevado por delante a cualquiera que significara un peligro, incluyendo los socios que lo condujeron al poder y a los cuales tiró a la basura cuando dejaron de servirle. Y se va a meter en la cama de quién sea que le convenga. Sánchez no tiene ideología y usa con sorprendente habilidad su condición de amoral. Y por eso va a permanecer en Moncloa hasta que se desgaste. Es decir, hasta que su notable capacidad para las argucias no sea suficiente para seguir como garrapata sobre el lomo de España.
El heredero a la corona de Bulgaria, Simeón, en lugar de empecinarse en recuperar el trono, se reconvirtió y terminó siendo Primer Ministro por elección popular de 2001 a 2005. El heredero de la corona de Albania, cuando al fin pudo regresar a su país, se sumó al ejercicio del poder por la vía de convertirse en funcionario asesor del gobierno.
El presidente de Irán, Ebrahim Raisí, murió en un accidente. El poder no se quedó acéfalo porque en Irán, que es una teocracia, el poder máximo lo tiene el Ayatolá Ali Jameneí. En próximas semanas habrá elecciones de presidente, que en realidad es como un conserje administrador. El presidente tiene poder, sin duda, pero no más que el Ayatolá.
En Reino Unido habrá elecciones el próximo 4 de Julio. El sistema parlamentario prevé actuar antes que la crisis se convierta en catástrofe. Es decir, convocar elecciones. Todo indica que ganarán los laboristas y que ese nuevo gobierno tendrá que enfrentar los desaguisados causados por gobiernos anteriores y que el actual primer ministro, Rishi Sunak, no consiguió resolver.
Petro, un individuo extremadamente hábil y astuto a pesar de su notable incultura e ignorancia, apoyado por Lula (el más sagaz político que ha producido Brasil en los últimos 50 años) propone una consulta popular para manejar la transición en Venezuela. Para algunos, eso es una solución. Lo que no dicen es que la experiencia revela que las democracias plebiscitarias no tienen buen expediente de éxito.
Los cambios que no surgen de las entrañas de la sociedad, que son modelos importados, terminan fracasando. Porque no tienen la fortaleza del origen, del asidero en sus propias raíces. Una mata no crecerá porque tiremos de ella. De hecho, se convertirá en naturaleza muerta.
Venezuela no volverá a ser la misma de antes. Porque aquí hay cambios. Algunos para mal y otros para bien. La sociedad no es la misma porque no somos los mismos. Y eso significa que tenemos que entender que no somos la orquesta del Titanic. Somos los supervivientes del naufragio.
Los cambios socioculturales toman tiempo, su propio tiempo, van a su propio ritmo. Los avances tecnológicos producen transformaciones, desde la yesca hasta lo más novedoso que podamos imaginar hoy. Pero los bueyes tienen que ir delante de la carreta. Si no vemos y entendemos el ayer, no podemos construir el mañana.
“Cuando el pasado ya no ilumina el futuro, el espíritu camina en la oscuridad… “.
-Alexis de Tocqueville