Publicado en: Blog personal
Por: Ismael Pérez Vigil
Algunas personas no han entendido aun la naturaleza de lo que estamos enfrentando y vamos a enfrentar. Y no me refiero a la comprensión de que estamos en una dictadura, bajo un gobierno de facto; creo que eso ya está bastante claro para todos y si quedaba alguna duda, el informe Bachelet la terminó de disipar.
Pero lo que aún no se ha comprendido –cuando me refiero a que aún no hemos entendido la naturaleza de lo que enfrentamos y enfrentaremos– es que, sí como resultado de un proceso de negociación, el usurpador se ve obligado a renunciar, por la fuerza de las circunstancias –pérdida de apoyo interno e internacional– eso no significa que lo que llamamos chavismo/madurismo se volatiliza y desaparece. Pareciera que algunos creen que entraremos en una especie de mundo idílico, una especie de disneylandia, en la cual todos los problemas y desmanes del régimen que hemos vivido durante 20 años desaparecen por arte de birlibirloque.
No será así, lamentablemente, y lo debemos tener claro para evitar decepciones, frustraciones y sorpresas, pues tras la salida del usurpador, dependiendo que tanto se logre en el proceso negociador, seguramente habrá “sobrevivientes”, no del todo deseables.
En primer término, mientras se elija un nuevo gobierno, seguramente sobrevivirá una parte del régimen usurpador: ministros y altos funcionarios de la administración pública y empresas del estado; gobernadores y alcaldes, con su tren de funcionarios y miembros de asambleas legislativas y concejales, que son producto de procesos electorales y no forman parte del poder ejecutivo; y –lo que es más importante– una buena parte de las fuerzas represivas de hoy y algunos que pertenecen a colectivos e irregulares, etc. que están entre los seguidores y partidarios de la actual dictadura.
Todo eso, lo más formal, la estructura ejecutiva de la dictadura, desaparecerá cuando se elija un nuevo gobierno, democrático, y éste nombre su tren de ministros, funcionarios públicos y haga cambios en la fuerza armada y cuerpos policiales; igualmente el pueblo tendrá oportunidad, en poco tiempo, de reemplazar gobernadores, alcaldes, asambleas legislativas y concejos municipales. Pero, aunque una exitosísima negociación lograra desmantelar todo o casi todo el régimen expoliador, a la dictadura le sobrevivirá una estructura que no se puede reemplazar electoralmente y que debemos estar conscientes de su existencia para evitar decepciones y frustraciones.
Me refiero a que a la dictadura le sobrevivirá una estructura socio económica, en buena medida ilegal o cuestionable, por haberse desarrollado a partir de la corrupción, de prebendas, contratos y beneficios del estado, pero que otra parte, es legal y legítima y nada despreciable en tamaño; pero lo más importante es que está allí, viva y operando y comprende: empresas, negocios, bancos e instituciones financieras, profesionales diversos, actividades y centros educativos, clínicas, medios de comunicación y toda una gama –que no tenemos muy bien precisada– de actividades, colectivas y personales, que han crecido y se han desarrollado al amparo y sombra de la dictadura y que hoy tienen vida propia y, como decía, algunos legítimamente, otros menos, pero que reclaman seguir su actividad y no desaparecerán aun cuando sí desaparezca la estructura de poder político que las ayudó a desarrollarse.
De igual manera el nuevo gobierno tendrá que arremeter, muy duramente y desde el principio, contra la maraña de estructuras ilegales y hamponiles que se han instaurado en estos 20 años, que controlan o asolan una parte del país y que ya tienen su propia dinámica, posiblemente independiente de la dictadura, aunque la apoyen y sean apoyados por ella. Seguramente para esta tarea contará con el decidido apoyo de toda la población.
Frente a estos inevitables “sobrevivientes” hay dos buenas noticias; una es que hoy en día una buena parte de esa estructura, de esos que serán los “sobrevivientes” del régimen –que algunos llaman boliburgueses o bolichicos–, está también deseando que la dictadura llegue a su fin, pues saben que es inviable, que no tiene futuro, y ellos quieren seguir en sus actividades. Abierta o soterradamente ya hoy trabajan para que caiga la dictadura. La otra buena noticia es que una parte mayoritaria de quienes actúan en esa estructura que desarrolló la actividad de la dictadura en 20 años, están igualmente hartos de lo que está ocurriendo y de la farsa del socialismo del Siglo XXI y no dudarán en hacer aportes e incorporarse activamente para superar la crisis del país, en la medida en que vean caminos y oportunidades.
Convivir con esos “sobrevivientes” será parte del reto de la nueva Venezuela a construir, pues desmontar la parte parasitaria e irrecuperable de esa estructura no ocurrirá de la noche a la mañana, tomará algún tiempo, así ocurrió en todos los países que salieron de regímenes dictatoriales, por cualquier vía, la fuerza o elecciones; tuvieron que convivir con esos residuos, “sobrevivientes” del antiguo régimen. Nosotros también, desde ahora, debemos estar conscientes de que esa estructura existe, que está allí y debemos no solo estar preparados para convivir con ella, sino también para ofrecerle alternativas, como a todos los venezolanos. Que no nos sorprenda la frase del escritor español, Javier Marías, en Así Empieza lo Malo (Cap. 68): “El pasado tiene un futuro con el que nunca contamos…”
Lea también: «¿Ganar tiempo?«, de Ismael Pérez Vigil