Luis Beltrán, el republicano – Antonio Ecarri

Por: Antonio Ecarri

Luis Beltrán Prieto está de aniversario y bien merece una profunda

reflexión. Para él han sido muy escasos los homenajes, las avenidas o plazas que han debido llevar su nombre. Este maestro de La Asunción logró, armado de convicciones y firmeza, la revolución social más importante de América Latina.

Ni las armas de Zapata y la revolución mexicana ni mucho menos las oprobiosas y mal llamadas montoneras devenidas en instrumentos de la corrupción como la revolución sandinista ni mucho menos el disfraz totalitario del gobierno rojo de los Castro logró la transformación social que consiguió el viejo maestro margariteño, sin disparar una bala ni mucho menos empuñar un fusil.

Prieto logró, a punta de democracia, sembrar un sistema educativo popular que hizo posible que las más hermosas utopías se convirtieran en realidad. La escuela pública venezolana logró ser el motor igualador de oportunidades y pacificador de la Nación heredera del salvajismo de Boves y de Zamora.

Con hermosos y enormes escuelas, la geografía venezolana se llenó de educación. Ningún pueblo de Venezuela, por más apartado que estuviese, quedó sin sentir la mano de Luis Beltrán. A la caída de Pérez Jiménez, Venezuela era un mar de analfabetismo, sin oportunidades y con la condena eterna a la pobreza, sin mano de obra calificada y con diferencias sociales muy marcadas.

Fue un sistema público de educación de calidad que permitió que el hijo del obrero y del campesino tuviese las mismas oportunidades que el hijo del empresario. Fue en un aula donde un país entero se conoció, se vio a la cara y pudo desarrollarse el encuentro de clases sociales más asombroso de nuestra historia.

La gratuidad integral de la enseñanza se le debe a él. Siendo presidente del Congreso Nacional, logró que el presidente Leoni firmara el decreto de gratuidad que extendía el concepto más allá de no pagar por la educación brindada por el Estado sino que incluía la alimentación, el transporte, los útiles, los uniformes y el trabajo de acompañamiento social que debía seguir al sistema educativo.

Tomándole prestado los personajes de “Cuando Quiero Llorar no Lloro” a Miguel Otero Silva, los Victorinos Pérez, Perdomo y Peralta pudieron encontrarse en la escuela pública venezolana. Ese logro permitió la construcción de la clase media más importante de América Latina. Ese extraordinario logro, construido a lo largo de la democracia, se le debe principalmente a Luis Beltrán Prieto Figueroa.

Pero, a Luis Beltrán no le bastó con luchar para tener escuelas y abrirle las universidades públicas a los venezolanos, sino que también pensó en la mano de obra calificada que requería el país. Fundó el INCE para que los jóvenes venezolanos pudieran ser obreros y trabajadores de primera, con criterio de excelencia y un rendimiento que permitió llenar de venezolanos las industrias que abrieron sus puertas donde antes había ciénagas y terrenos sin ningún uso.

El Maestro Prieto no pudo ser presidente, muy probablemente nuestro destino como república hubiese podido ser otro. Sin embargo, su obra como Ministro de Educación, Diputado, Concejal, Senador y líder magisterial produjo una profunda transformación en una sociedad acostumbrada al caudillismo hostil y a la montonera. Hoy, sin duda alguna, podemos afirmar que es el heredero legítimo de Simón Rodríguez y su pupilo más eficiente. Después de muchos años, la tarea del maestro del Libertador fue cumplida por este grande de la civilidad.

Luis Beltrán Prieto Figueroa creó un sistema educativo para crear republicanos, es decir, para cambiar “pueblo” por “ciudadanos”. La república real y de fondo, en los términos de Robinson, se le debe al viejo orejón de La Asunción. Lamentablemente, este sistema se degeneró, entró en ruinas y hoy es una fábrica de pobreza que sirve de instrumento para el adoctrinamiento de un tristemente célebre partido oficialista.

En tiempos de decadencia, bien vale la pena sacarlo de las gavetas de la historia y volver a izar sus banderas. Maestro, su legado ahora es que tienen pertinencia y tiene quien lo defienda. ¡Honor por siempre a Luis Beltrán Prieto Figueroa!

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