Macron: la democracia comienza por elecciones libres - Trino Márquez

Macron: la democracia comienza por elecciones libres – Trino Márquez

Publicado en: Polítika UCAB

Por: Trino Márquez

Emmanuel Macron y un importante grupo de mandatarios de la izquierda democrática latinoamericana asumieron que el primer paso para rescatar la democracia venezolana consiste en realizar elecciones libres y justas. El presidente de Francia convocó, en el marco del Foro de París por la Paz, una reunión especial con Gustavo Petro, Gabriel Boric y Alberto Fernández para tratar el tema. En ese encuentro estará Jorge Rodríguez representando a Nicolás Maduro, quien  se comprometió con Macron a participar en ese encuentro a través de su delegado.

La noción de democracia ha tenido una compleja evolución a lo largo de la historia. En ese ciclo se han producido metamorfosis fundamentales. Los griegos clásicos la entendieron como una forma de gobernar en la que los varones aristócratas y adinerados podían decidir cómo se administraba el Estado  y se conducía a la sociedad. Se trataba de una participación en los asuntos públicos reducida a los núcleos más acomodados. Esta concepción restringida de la democracia –que excluía a los pobres, a las mujeres y a los esclavos, entre otros grupos- se mantuvo sin muchas alteraciones hasta la Revolución Inglesa, la Revolución Norteamericana y la Revolución Francesa. A partir de estos episodios la historia cambió.

En su célebre Discurso de Gettysburg, en 1863, el presidente Abraham  Lincoln definió la democracia como “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Esta visión se convirtió en el canon clásico. Sintetiza los aspectos medulares del sistema. En ella se señala que el Gobierno democrático se constituye a partir de la voluntad mayoritaria de los ciudadanos, quienes delegan en unos representantes electos libremente, que quienes dictarán las leyes y gobernarán con el propósito de que defiendan y protejan sus intereses.

Con el surgimiento de los grandes partidos de masas y el fortalecimiento progresivo de los grupos de presión formados dentro de la sociedad civil, la democracia fue haciéndose cada vez más variada e intrincada. Ya no se trataba solo de elegir a los legisladores y gobernantes o sustituirlos de forma pacífica y soberana, sino de incluir a sectores marginados o excluidos de las esferas de poder, o a quienes se les negaba la participación política. En esas franjas estaban las mujeres, los negros y otras minorías raciales o étnicas, ciertos grupos religiosos, los sindicalistas y, más recientemente, los activistas de los derechos de los homosexuales o ambientalistas.

En épocas más recientes, al hablar de democracia se incluye una amplia variedad de derechos civiles y políticos relacionados con la igualdad de derechos, la inclusión de culturas, la equidad en el trato a cualquier ser humano, el respeto a las minorías y a la diversidad de gustos y preferencias sexuales o culturales, siempre que estas no atenten contra la dignidad de las personas. La democracia aparece vinculada, entonces,  con valores que elevan la condición humana a niveles superiores. Esos principios y derechos se sintetizan en la Constitución y en el Estado de derecho.

Para que la democracia –en los términos en los que Lincoln la entendía-  funcione, se requiere que todo el entramado social opere en un ambiente de libertad regulado por el Estado constitucional. Se necesita que el Parlamento actúe como contrapeso del Ejecutivo. Que el Poder Judicial dirima de forma autónoma las controversias o querellas surgidas entre el Poder Legislativo y el Gobierno; o entre la sociedad civil y el Estado. Que los medios de comunicación informen y denuncien los abusos cometidos por órganos del Gobierno, sin ser presionados, sancionados o clausurados. Que los partidos políticos, los gremios, sindicatos o cualquier otro grupo organizado de la sociedad civil pueda desempeñarse sin el temor a que sus miembros sean hostigados o encarcelados. Se requiere que la sociedad se desenvuelva dentro de una atmósfera donde prevalezca la confianza y la seguridad jurídica.

Un contexto  como el que acabo de describir solo puede darse donde las elecciones para elegir los gobernantes se realizan con plena libertad. Cuando los mandatarios solo persiguen perpetuarse en el poder, ellos se vuelven paranoides y compulsivos. Convierten  los Parlamentos en sucursales del Gobierno. Acaban con la independencia de los tribunales. Reducen al mínimo el campo de acción de los partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil. Eliminan a los medios de comunicación que les resultan incómodos y pulverizan la libertad de información y expresión. Todo el andamiaje va armándose con el fin de eternizarse en el poder.

Esta es la lógica prevaleciente en Venezuela desde que Hugo Chávez llegó a Miraflores. A partir de entonces el Estado, el Gobierno y la sociedad fueron tramándose con el único fin de perpetuar la casta dominante en la cúspide. Maduro, el heredero, siguió la tradición, reafirmándola. Ahora, rescatar la democracia –tan maltratada desde hace casi un cuarto de siglo-  significa fundamentalmente volver a  organizar elecciones libres, justas, equilibradas y transparentes. Sin esta condición, no será posible  recuperarla y revivir el ambiente que permite su existencia.

La reunión de París indica que Macron y los mandatarios de Colombia, Argentina y Chile, representantes de la  izquierda moderada, han entendido que si la opción que ellos representan desea mantenerse como alternativa democrática, deben distanciarse de Maduro, aprovechando su jerarquía para pedir que en Venezuela haya, por fin, elecciones libres. ¿Aceptará Maduro?

 

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