Carlos Raúl Hernández

Mad Max no ve explosión demográfica – Carlos Raúl Hernández

Publicado en: El Universal

Por: Carlos Raúl Hernández

Sobre la pandemia, notorios del marketing filosófico global colocan en vidriera sus trascendentales disertaciones y así desfilaron curiosas teorías que comentamos entonces. No hacían humorismo y daban la impresión de creer sus asertos: era una conspiración china para echarle mano a multinacionales en su territorio, destruir la economía occidental, y cierto marxista crítico intuía una superdictadura totalitaria digital. Otros, por el contrario, veían una maniobra judía para vender vacunas prefabricadas. Infaltables los que descubrían las sucias manos imperialistas coaligadas con “los laboratorios” en hacer el agosto, o la turbidez de Putin para colocar su vacuna en el mercado. Trump, sus imitadores Boris Johnson, Bolsonaro y demás terraplanistas, se burlaban del virus y las vacunas. Los paulo-coelhos de la filosofía anunciaban un futuro tenebroso, Armagedón, las desoladas y peligrosas carreteras de Mad Max, Farenheit 451 o Ciudad Gótica.

Esas tesis filosóficas deberían contarse junto a las andanzas de Jaimito y de Hans. Libres ya de teorías conspirativas hoy sabemos lo que antes suponíamos. Gracias a las vacunas y a la ciencia médica (cero acupuntura o medicina alternativa) no hubo efectos comparables a pandemias del pasado que cambiaron el curso de la humanidad, la llamada peste de Justiniano entre los siglos VI y VIII, la peste negra del XIV o la gripe española del XX. El mundo sigue siendo como era y se mantienen o aceleran tendencias existentes, buenas y malas. Justiniano pensaba unificar de nuevo Roma, reiniciar las conquistas y la plaga lo detuvo en seco, modificando el destino universal. La peste negra torció la historia en el siglo XIV liquidó 40% de la población europea, creó escasez de mano de obra, e incentivó automatizar la producción. La mayor baja demográfica del siglo XX la produjo el SIDA, 55 millones desde los años 80. La gripe española de 1928 se cargó 30 millones.

Los terremotos sociopolíticos tienen efectos tan poderosos como las pandemias. La gran depresión de los años 30 y el embargo petrolero de los 70, revolucionaron los paradigmas económicos. La primera desacreditó la economía abierta, trajo el estatismo rooseveltliano, sus versiones europeas y el auge del socialismo que generalizaron la pobreza y colapsaron dramáticamente en los 80. El segundo produjo una reingeniería del transporte, de la relación hombre-ambiente, y del uso de los recursos energéticos, e hizo surgir la ideología verde. El covid no tocó las tendencias demográficas, económicas y sociales pre-existentes, aunque ayudó contraer la economía y reducir el empleo, moderados por el teletrabajo y el delivery, con más fuerza en occidente que en Asiá. En noviembre la población planetaria llegó a 8 mil millones, con una notable ralentización de su crecimiento desde hace tiempo.

El impacto del covid en la mortalidad global es leve, 133 muertes por millón de habitantes. La tasa de natalidad desciende desde mediados del siglo XX, cuando el promedio era de cinco nacimientos por mujer n/m, mientras hoy es 2.3. n/m. La cultura urbana revolucionó el papel de las mujeres en la vida social, su acceso al mercado de trabajo y al mundo profesional. Hace setenta años cuando la vida rural era significativa, los padres tenían hijos para asegurarse en la vejez. Parían a los 18 de edad, mientras ahora lo hacen a los 30. Mantener y educar una persona hasta que cumple 22 años en EE. UU, por ejemplo, cuesta 500 mil dólares y las parejas se limitan a tener uno o dos. El envejecimiento demográfico viene con la baja natalidad y la prolongación de la vida por el desarrollo de la medicina.

China redujo el número de nacimientos con la política del hijo único en 1979 que afectó la relación demográfica entre varones y hembras, porque las familias evitaban las niñas. Aunque ahora pueden tener hasta tres hijos, la tasa de maternidad es apenas de 1.3 n/m hacia la baja. Desde los años 70, por ejemplo, en Taiwán es de 1.3 n/m, y en Corea del Sur la más baja del mundo, 0.9 n/m. En 2030 India será la primera potencia poblacional, Africa la segunda, entonces el mayor mercado de consumo del planeta y ni el SIDA, que mató 35 millones de africanos en los 80 y 90, alteró la curva de crecimiento. India y Africa desplazan demográficamente a China que, a cambio, al parecer será en 2030 primera potencia económica global y es hoy principal inversionista en el continente negro. La población africana aumenta porque las mujeres que no tienen educación primaria procrean un promedio de nueve hijos.

Desde 1980 la modernización asciende a las mujeres africanas y las que obtienen título universitario se limitan a un solo hijo. En el mundo desarrollado la población comienza a crecer a partir del año 2000 hasta hoy, por efecto de la inmigración, lo que no impide que Europa, segunda población mundial en los años cincuenta, pase en 2030 al quinto lugar. 22% de la población de Canadá no nació allá y en 2030, Norteamérica estará conformada mayoritariamente por las hoy minorías. A mediados del siglo pasado, la expectativa de vida de alguien nacido en el subdesarrollado era 30 años menor que la de alguien nacido en el primer mundo. Hoy esa brecha se cierra porque los países atrasados mejoraron su calidad de vida, salvo en algunos puntos de África. La moda posmo, incentiva aplicar el “pensamiento transversal” que podría hacer de utilidad estas informaciones para quienes toman decisiones.

Pudiera ser útil para los aprendices de brujo por ejemplo en Chile donde un gobierno ideológico e inexperto, juega con los exitosos fondos de pensiones de capitalización individual. En todos los países crece el número de personas de la tercera edad; en China, por ejemplo, pasarán de 250 a 365 millones de personas. Con el desarrollo de la medicina, después de los sesenta años la gente puede vivir 25 más. Al mismo tiempo, mundialmente el número de individuos en edad productiva se reduce, de 5 o 6 por cada persona jubilable, a 1 y medio en edad laboral por cada persona jubilable. Dicho más claro: si hace unas décadas el trabajo de seis jóvenes producía la pensión de un jubilado, ahora tres jóvenes deben sostener a dos jubilados. Eso obliga a altas tasas impositivas, desiderátum de ignorantes en materia social, porque frena mejorar las condiciones de vida, la acumulación de capital social y empleo, la formación de empresarios y lesiona el sistema de retiro tradicional, que, según actuarios, colapsará en diez años.

En países estatistas, socialistas y populistas los fondos de retiro en manos del Estado se hicieron sal y agua o están en eso. Enfrentar esta perspectiva implica implantar un modelo que permita la reproducción ampliada de los ahorros de los trabajadores, conocidos como fondos de capitalización individual. En el modelo tradicional pasábamos por etapas: jugar, estudiar, trabajar y pasar a retiro, pero el alargamiento de la vida nos obligará a trabajar después de la edad de jubilación porque la pensión no alcanza, pero nuestros conocimientos serán obsoletos. En China 75 millones de personas mayores de 55 años regresan a la universidad. Además, no habrá suficiente gente joven para cuidar a los numerosos ancianos. En Japón estos prefieren que los cuide un robot por muchas razones.

 

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