Por: Carlos Raúl Hernández
La salida se va por burladeros. Más vale tarde que nunca descubre que era gradual, por etapas, con una ruta; y discretamente en alforjas muy sutiles, guardaba tiempo para crear conciencia aunque puede dudarse que tuviera una molécula de tal componente. Como las excusas rodaron al nacer aparece la hoja de parra: pedir la amable colaboración de Maduro, su renuncia y así convocar elecciones adelantadas, constituyente, todas las anteriores, o cualquier otro desatino. Inventamos y erramos. Dividir y acabar la oposición si es preciso, con tal de no presentar cuentas de la aventura. Tiene de bueno que es un regreso a la vía electoral y ya hablan de reunificar la oposición, aunque por el momento sobre bases de plastilina y extraña que no lo digan en la reunión semanal. Esto se debe a que 80% de venezolanos repudian la salida pero es también una volada a ver si «pasa algo» que les saque los cascos del barro.
Pedir a Maduro renuncia, la partida de nacimiento u otra amable colaboración es hacerse el dormido. Se sabe que eso no va a ocurrir y nadie cree que un trompetazo derrumbará las murallas de Jericó. Se es libre de escribir cartas al niño Jesús pero no para mantener en peligro muchachos crédulos. No después de 42 muertes, alcaldes destituidos, miles de heridos y procesados, un dirigente preso, otra defenestrada, la oposición dividida que baja su porcentaje y no capitaliza el descontento social. Gente decente, profesionales distinguidos, de buena fe solicitan un imposible (ni hablar de los bucaneros que quieren salir en la foto) bajo inspiración de los forjadores de la tragedia, descocados beneficiarios de imperios cuartorrepublicanos que no supieron edificar pero si perder, empresarios, políticos o capitanes de medios de comunicación que tuvieron todo (varios inmerecidamente) y lo desperdiciaron. Ningún argumento para creer que pueden hacer algo bien.
El burro al trigo
Conviene coleccionar esos papeles que recogen la historia de la destrucción por sus protagonistas. Búsquela y aprecie incoherencia, confusión y dislate. Primero se lanzaron con furia que al destruir los partidos, con ilusión de llegar al poder en 1993, y así fue pero los manejaron los más astutos. Prosiguieron la desestabilización y se produjeron a Chávez. Felices por destruir los partidos, controlaron la oposición, pensaron que tendrían el camino abierto e hicieron el paro, plaza Altamira, el retiro de candidaturas en 2005, y este año trancas y guarimbas, antipolítica y extravagancia. Ahora sueñan que el gobierno de Maduro se hunda y los llamen a ellos dirigir la patria. Creen que ahora si va a salir su número y quieren degollar, desacreditar, empantanar la Unidad que luce inerme. A alguien se le metió en la cabeza ponerle la mano al poder.
Luego de tremendos esfuerzos de enmienda, y cuando se suponía aprendida la lección, «vuelve el burro al trigo». Regresa la bulla impotente y engañosa para que el club delire y se alejen las mayorías. Es hora de la vaciedad moralista, consignera sobre el coraje, la abnegación, el amor a la patria, como si esa hojarasquería afectara al adversario. No hay orientaciones sobre la complejidad del cuadro político, ni cómo enfrentar un régimen autocrático, amoral, cuyo inmenso poderío y encono son retos a la inteligencia. Arrinconan al gobierno con una ofensiva de luces de Bengala, «la cosa se cae y aquí estoy yo». Por eso hay que matar la Unidad en esta versión que hace que los dirigentes demuestren serlo con votos. Los líderes señalan caminos, deshacen entuertos, trazan estrategias, crean tácticas. No son caballeros andantes, ni proponen desvaríos, ni amenazaban sin fuerza molinos, encantadores, ovejas
El casco y la bacinilla
Cervantes le puso a su personaje una simbólica bacinilla en la cabeza en vez de yelmo y un caballo enclenque para un viaje igual. A veces las retiradas son inevitables, pero los héroes verdaderos impiden la descomposición, el desorden, la emigración a oriente. Las planifican los estados mayores con cuidado, para no multiplicar los efectos perniciosos y no saltar de un error a otro hasta la ruina. A menos que Maduro ponga su granito de arena, -perdón por el ripio que da piquiña-, les toca decidir cara o sello revocatorio o constituyente. Si cae cara, revocatorio. Con un gobierno que jugaría a aplanarlas, tendrían que recoger firmas Tascón equivalentes a 20% del RE a partir de 2016, la mitad del período, y obtener un voto más de los 7 millones y medio que sacó aquél en 2013.
Eso es tan fácil como comprar Plaza Venezuela en Monopolio, pero la Unidad no tendría que morderse los dedos del pie al confundirlos con cacería, y antes que eso la única realidad son las parlamentarias de 2015. Si cae sello, «la constituyente», se necesita 15% de las firmas Tascón del RE. La empresa no luce muy viable porque casi nadie compra soga en casa de ahorcado. Cuidar la retirada es tan importante como cuidar la victoria. La política en equipo enseña que en los debates se escuchan diversas perspectivas para formarse opiniones y no convertir en enemigo al que disiente. Pero el objetivo de algunos no es derrotar a Maduro sino acabar la Unidad para heredar un poder ajeno. Los aprendices de brujo siempre terminan en el barranco y deberían sin esguinces regresar a la estrategia trazada, electoral, pacífica, constitucional. Hacia 2015.
@CarlosRaulHer