Miopías

Por: Andrés Miguel Rondón

Mucho se ha dicho estos días acerca del posible auto-gol que nos estamos dando como oposición con estas guarimbas. Estas opiniones –entre las que destacan por lacónicas las de Fausto Masó, JulioCoco y Francisco Toro– concuerdan con las del ahora disputado líder de la oposición, Henrique Capriles. Sin querer hacer una apología de este último, debo confesar que a una semana del 12 de febrero me siento más que nunca confortado por el hecho de que tuve la oportunidad de votar por él, y no por María Corina Machado o Leopoldo López, en las elecciones presidenciales.

Lamentablemente, la política es recurrentemente una trampa sentimental — especialmente en un país como el nuestro ya tan deshilachado. Es cierto que las muertes de esta semana son y deben ser causa de espanto, y que por supuesto se les debe justicia. Me temo, sin embargo, impotentemente que éstas fueron causadas para provocarnos a hacer exactamente lo que estamos haciendo, para liberar a nuestro demonio interno: es decir, proselitismo político inmediatista a la 11 de abril o el paro petrolero, con tonos cursi-narcisistas y baratos como la infame rueda de prensa de un sonriente Carlos Vecchio el 13 de febrero (hablando de que si Leopoldo tenía o no rabo de paja, en vez de sinceramente lamentar la muerte de los estudiantes el día anterior) y la posterior inmolación de éste último (quién estoy seguro tiene ases bajo su manga), y refranes –hay que decirlo– apátridas como aquellas peticiones de que invadan los E.E.U.U a nuestro país o cadenas por las redes sociales para que la gente le diga a sus amigos internacionales que se tomen fotos y las pongan en Facebook. Todos estos son actos de imperdonable miopía, y no de miopía política en un sentido maquiavélico, sino de miopía social.

Venezuela es un país pobre en el cual nacimos privilegiados. Puede que nuestra educación nos haga entender con profundidad los problemas político-económicos que nos ha traído el chavismo, pero eso no quiere decir que la educación nos haya enseñado la realidad del país. Así la educación puede ser otra trampa, pues lo valioso no siempre deriva de lo certero. Pensando que la justicia es ineluctablemente noble y universal y que a la prosperidad se le llega como se le llega a un 20 en un examen, se nos han olvidado las llameantes cicatrices con las que crece un pobre en nuestro país tan desigual. Los barrios de Caracas tienen los índices de embarazo precoz, bastardismo y violencia más altos de Sudamérica — son lugares donde cada vez más son los malandros con motos los que enamoran a las niñas más lindas y donde el habla malandreada es un metódo indesechable de supervivencia. Desde la altura de los cerros Altamira y las Mercedes son pequeños oasis de quasi-civilización y fuentes siempre presentes de la INmovilidad social que existe en el país. Cuando nos preocupamos de CADIVI, de la hegemonía mediática, de la corrupción se nos olvida que estas son preocupaciones clase media, y que la clase media en Venezuela ya casi no existe. Ese sueño de prosperidad, la imagen del médico con la casa y el jardín y los perros es uno que desgraciadamente ya no es parte recurrente del sopor de los desposeídos, pues ya éstos no creen en él; claro que hay excepciones, y los estudiantes de la central estarán prontos en mencionarlas, pero estas son pocas estadísticamente y de fútil influencia ante la tiranía social del malandraje. El paraíso de ellos no se asemeja a Miami, y duélale a quién le duela disfrutaban de los cuentos de Chávez y se identificaban con él. Por algo llegó y no perdió una elección.

A la mayoría del país lo que realmente le afecta es el alto índice de inflación, la delincuencia y la escasez, (como a nosotros) pero es una mayoría que vio legítimamente como golpistas las acciones del 11 de abril y del paro petrolero, y una ante la cual ya Leopoldo López está rayadísimo. Todas estas guarimbas despiertan dichos mementos negativos, y como bien dijo Francisco Toro refuerzan el discurso chavista de pobres oprimidos versus ricos saboteadores. Mi temor es que cuando esta mayoría empiece a protestar –y lo harán, ya que como dice Luis Vicente León estamos es en la punta del iceberg de la crisis económica– lo harán bajo banderas distintas y confrontadas con las nuestras, o lo que es peor aún puede que terminen de creerse el cuento de la guerra económica a punta de asimilarla con la actitud incivil, impaciente y zafia que pervive ahora en Venezuela.

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2 respuestas

  1. A todo quien lucha de una forma u otra en Venezuela contra la dictadura de los psuveros, se le pone un grupo subterraneo de interes, no es facil en un país donde se depende tanto de dadivas monetaristas del gobierno y no existe ESTADO que promueva ciudadanía,ser tildado de democrata o recibir apoyos desinteresados con buscadores de restauración democrática con respeto irrestricto a la Constitución Nacional vigente

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