Musulmanes moderados, ¡pronúnciense! – Trino Márquez

Publicado en: Polítika UCAB

Por: Trino Márquez

La agresión desde la Franja de Gaza del grupo terrorista Hamás contra Israel, el 7 de octubre pasado, desató el conflicto entre esa facción de milicianos y el Estado de Israel. Fue un asalto fríamente calculado durante mucho tiempo por el grupo extremista, afiliado a la rama sunita, que controla el poder en Gaza desde 2007. Ese ataque es equivalente al de Vladímir Putin contra Ucrania el 24 de febrero de 2023, solo que Hamás carece del poder de fuego del autócrata ruso, y la Franja de Gaza no cuenta con la fortaleza económica y militar de Rusia, que ha podido mantener la guerra durante casi dos años, con un costo en vidas humanas y financiero enorme.

El hecho de que Hamás haya planificado durante meses, o tal vez años, esa ofensiva debe hacernos pensar que también calculó los costos que significaba para ellos y el pueblo palestino, rehén de Hamás, la reacción del gobierno nacionalista de ultraderecha presidido por Benjamín Netanyahu. La feroz respuesta del primer ministro israelí no debería haberlos sorprendido. Netanyahu logró conformar su último gobierno aliándose con pequeños partidos ortodoxos ultraconservadores y ultranacionalistas, muy agresivos con los palestinos y, especialmente, con Hamás.

Probablemente, los terroristas pensaron que la reacción internacional les sería favorable cuando Israel atacara a Gaza, y muchas de las víctimas de los bombarderos y de la infantería fueran civiles inocentes, y que esta solidaridad detendría la respuesta israelí. No ha sido así. Netanyahu no se ha conmovido ni se ha detenido frente a lo que considera una Razón de Estado: colocar por encima de cualquier otra consideración la seguridad e integridad de Israel, lo cual incluye el exterminio de Hamás, aunque ello signifique provocar el sufrimiento de los más de dos millones de gazatíes que se apiñan en el estrecho territorio de la Franja, de apenas 240 kilómetros cuadrados.

A partir del 7 de octubre se hizo imposible la coexistencia de Hamás y el Estado de Israel en esa zona. Ya no es posible que ese grupo de fanáticos, cuyo leitmotiv es su odio a Israel, se mantenga al frente de la Franja. Durante los dieciséis años que ha gobernado, ha resultado imposible establecer acuerdos permanentes de convivencia pacífica con ellos. En cambio, con Fatah –la fracción que gobierna Cisjordania y con la cual Hamás mantiene rivalidades enconadas- Israel ha podido lograr algunos compromisos que –en medio de diferencias significativas- les ha permitido vivir en una atmósfera de relativa estabilidad durante los últimos años.

En el futuro inmediato, las autoridades del Estado de Israel tratarán de aniquilar a Hamás, sin importar demasiado si al frente del Gobierno se encuentra Benjamín Netanyahu u otro líder más moderado. Lo que Hamás puso en riesgo fue la existencia de Israel. Esto resulta inadmisible para cualquier líder o partido político. En consecuencia, la ocupación de la Franja de Gaza luce inevitable hasta que la facción terrorista sea exterminada; o deponga las armas producto de un pacto en el que participen los países árabes, Estados Unidos y la Unión Europea, y se llegue a un acuerdo parecido al logrado por las FARC en Colombia.

Esta última posibilidad, aunque remota, sería una vía para comenzar a transitar el camino que conduzca, en un plazo no muy lejano, a la creación de dos Estados independientes, claramente definidos, con unidad territorial y soberanía, sin la presencia de asentamientos o colonos israelitas invadiendo las tierras que les corresponderían a los palestinos.

En este punto resulta crucial la participación de las naciones árabes y de los grupos musulmanes moderados. Antes de que se produjera el ataque de octubre, Arabia Saudita e Israel –adversarios durante décadas- estaban cerca de abrir embajadas en ambas naciones. Irán –enemigo jurado de los dos países-, según numerosas fuentes, apoyó financiera y militarmente a Hamás antes de la incursión en territorio israelí.  De esa manera logró sabotear el acercamiento. En la actualidad, Arabia Saudita podría ser un actor central para evitar que el conflicto se convierta en una conflagración regional que involucre a Irán, Líbano, Jordania, Siria y Cisjordania. La internacionalización de la guerra haría aún más difícil alcanzar acuerdos de paz en el futuro cercano y tratados de convivencia pacífica entre israelitas, iraníes y palestinos.

Los musulmanes cuentan con unos 1.800 millones de fieles en todo el mundo. Después de los cristianos, son la segunda religión con mayor cantidad de seguidores. La inmensa mayoría de ellos son pacíficos. Entienden que es posible y necesario cohabitar con personas que profesan otros credos religiosos y otras creencias y costumbres. Esos grupos deberían expresar su condena categórica a la violencia de facciones extremistas como Hamás. Tendrían que abogar por soluciones pacíficas pragmáticas que, a partir de la realidad concreta de Israel y de los ciudadanos palestinos (que son distintos a los milicianos de Hamás), signifiquen una solución duradera al grave conflicto que vive la población civil en la Franja de Gaza.

Musulmanes moderados, ¡pronúnciense!

 

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