Publicado en: Al Navío
Por: Pedro Benítez
Parece muy evidente que la campaña anticorrupción emprendida por Nicolás Maduro en Petróleos de Venezuela (PDVSA) tiene en realidad más intención de consolidar su poder dentro del régimen y ganarse la indulgencia del público que de sanear la petrolera estatal. En esto sigue el ejemplo del presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el de China, Xi Jinping.
Desde que se erigió en líder de la República Popular China, primero como secretario general del Partido Comunista en noviembre de 2012 y a continuación como presidente de ese país desde marzo de 2013, Xi Jinping inició una masiva e inesperada campaña anticorrupción que ha dejado un saldo de más de un millón de funcionarios destituidos e incluso muchos de ellos en la cárcel. De esa gigantesca cifra 170 han sido ministros y altos cargos del Gobierno o del Partido.
Esta ha sido la mayor purga dentro del régimen comunista chino desde los peores años de la Revolución Cultural (1966-1969) y la más significativa en la correlación de poder interno en China desde el juicio a la Banda de los Cuatro en 1981. Dada la ausencia de autonomía de los tribunales de justicia característicos del sistema político chino, los analistas extranjeros no han dejado de observar esta campaña como una estrategia en la consolidación del poder unipersonal de Xi Jinping.
Luego de cinco años, columnistas de publicaciones como The Economist y Time coinciden en que el máximo jerarca chino es hoy por hoy el hombre más poderoso de su país desde Mao Tse Tung, fundador del Estado comunista, tal como ha quedado evidenciado en el reciente Congreso del Partido Comunista, y que su aparente esfuerzo por limpiar de corruptelas el aparato estatal ha escondido el propósito de consolidar su poder desplazando o anulando a potenciales rivales.
Esa campaña anticorrupción evidencia lo que en el resto del mundo ya se sabía, o se presumía: ese es un problema para China agravado por las magnitudes propias del país.
Así, la historia de consolidación del poder de Xi Jinping guarda muchas similitudes con la del otro dirigente que le disputa la fama mundial del hombre más poderoso del mundo, su colega ruso Vladimir Putin.
Este reemplazó sorpresivamente a Boris Yeltsin como presidente de la Federación Rusa el 31 de diciembre de 1999 y su primer acto ejecutivo fue firmar un decreto “Sobre las garantías a los expresidentes de la Federación Rusa y a los miembros de su familia”, con lo cual garantizaba la impunidad de su antecesor, a quien le debía su designación.
Pese a eso, Putin emprendió casi de inmediato una campaña contra los “oligarcas” rusos, un grupo de personajes que mediante la arbitraria y nada transparente privatización de las grandes empresas exsoviéticas de la era de Yeltsin se habían enriquecido casi de la noche a la mañana. Esos oligarcas eran parte del círculo de poder ruso y habían ayudado a Yeltsin a reelegirse presidente en 1996. Es decir, indirectamente Putin les debía su Presidencia a ellos. Sin embargo, los consideró una amenaza a su propio poder y los anuló.
Las acciones de Putin y Xi Jinping hablan bastante mal de sus antecesores, que a su vez los designaron. Los dos ascendieron en unas estructuras donde el poder económico está íntimamente ligado al político. En el poco liberal capitalismo ruso y chino se puede hacer mucho dinero siempre y cuando uno sea amigo del régimen, lo cual crea el ambiente propicio para que florezca la corrupción que los caracteriza.
Con lo cual se confirma que en los regímenes autoritarios la corrupción es un arma de doble filo; sirve para mantener cohesionado el aparato de poder interno, pero también como retaliación política.
Nadie es inocente en materia de corrupción
En Venezuela en estos momentos el presidente Nicolás Maduro sigue los pasos de sus colegas y aliados. Luego de algunas semanas de investigaciones adelantadas por la Fiscalía General se descubre que en la estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) no hay una, sino al menos siete tramas de corrupción.
Estas revelaciones han llevado a la captura en Caracas, por parte de la policía política, de seis altos ejecutivos de Citgo, filial de la corporación en Estados Unidos, y en horas recientes al reemplazo del presidente de la estatal petrolera, Nelson Martínez, y del ministro de Petróleo, Eulogio del Pino, por el general de la Guardia Nacional (GNB) Manuel Quevedo.
PDVSA es el corazón mismo de la economía venezolana y del régimen chavista, por lo cual una pregunta salta a la vista: ¿Las enormes tramas de corrupción financiera que denuncia Maduro han existido todos estos años sin que él lo supiera?
A diferencia de Putin y Xi Jinping, no está llegando a la jefatura del Estado hace unos días, tiene ya cinco años en el cargo. No obstante, está aplicando la misma táctica. Para ganarse el favor del público, o al menos de su base de apoyo, realiza o permite acciones anticorrupción espectaculares.
Pero al mismo tiempo es inevitable sospechar que esta campaña busca además marginar, neutralizar o definitivamente anular a potenciales rivales dentro de la estructura de poder chavista, justo cuando se acerca el momento en el cual los distintos grupos que lo componen (civiles y militares) deben decidir si apoyan a Maduro para la reelección presidencial o buscan un relevo.
En la coalición gobernante madurista-chavista (porque en realidad es una coalición) nadie es inocente en el tema de la corrupción. Todos, los que siguen leales y los que han pasado a la disidencia abierta, ampararon, callaron o participaron en un estilo instaurado por el fundador del movimiento, caracterizado por el reparto discrecional e impune de la renta petrolera, orientado a comprar lealtades y luego a mantenerlas por medio del chantaje.
No es la primera vez que un ex alto jerarca del régimen es acusado de corrupción, pero eso suele ocurrir si “cae en desgracia” o manifiesta disentimiento público. Es en ese momento cuando aparecen los expedientes. Lo que es nuevo es la magnitud de las acciones que Maduro ha emprendido, por medio de un aliado político muy cercano a él, el fiscal general de la República designado por la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), Tareck Wiliam Saab,.
Por supuesto que el caso de Maduro guarda ciertas diferencias con sus homólogos ruso y chino. Tanto Putin como Xi Jinping se consolidaron en el poder en unos años de fuerte recuperación económica de sus respetivos países. Todo lo contrario del creciente caos por el que atraviesa Venezuela.