Oslo como campo de batalla: lo que implica que Machado acuda (o no) a la ceremonia del Nobel – Milagros Socorro

La entrega del Premio Nobel de la Paz abre un pulso internacional mientras el régimen de Maduro amenaza con procesarla si abandona Venezuela.

Por: Milagros Socorro 

El 10 de octubre, el Comité del Nobel otorgó el Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado “por su incansable trabajo en la promoción de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”.
Para el Comité, Machado simboliza “un ejemplo extraordinario de valentía civil” que ha mantenido “viva la llama de la democracia en medio de una creciente oscuridad”.

La decisión se produjo en un contexto en el que, según constata el fallo, Venezuela ha sufrido un retroceso dramático de sus instituciones democráticas, acumulando graves violaciones a derechos humanos, represión sistemática, éxodo masivo (ya son más de ocho millones de personas quienes han abandonado el país), y consolidación de un Estado autoritario bajo control militar y de redes clientelares.

La asignación del premio desató reacciones inmediatas y contrastadas, tanto en Venezuela como en el ámbito internacional. En varios países hispanoamericanos, gobiernos y líderes expresaron su felicitación; y la Unión Europea (UE), parlamentos, organizaciones de derechos humanos y población exiliada vieron el galardón como un importante respaldo a la lucha por la democracia.
El régimen reaccionó con dolido desprecio. En vez de aludir a su némesis por su nombre, Maduro se refirió a Machado en un acto oficial como “bruja demoníaca”, un insultó más en su estrategia de deslegitimación.

El premio también generó debates en Europa y Estados Unidos. Para muchos simboliza un claro apoyo internacional a la democracia en Hispanoamérica y la certeza de que la comunidad unidad global reconoce el profundo estado de represión y colapso institucional en Venezuela. Pero hay quienes lo ven desde otra perspectiva.

Al New York Times no le consta que Maduro controla todo

La cobertura del New York Times ha sido especialmente relevante para evaluar las tensiones que rodean al reconocimiento internacional a Machado. En un reciente artículo, el diario advierte que muchas de las acusaciones recientes de Machado contra Maduro (como capo de varias organizaciones de narcotráfico, responsables de la violencia, la migración masiva y amenazas a la seguridad hemisférica) carecen de pruebas sólidas y pueden servir para justificar una intervención militar de Estados Unidos.
El reportaje advierte que, aunque el narcotráfico y la corrupción sí forman parte crónica de la crisis venezolana, la evidencia de que Maduro controle organizaciones como el Cártel de los Soles o el Tren de Aragua, y que dichas organizaciones constituyan una amenaza terrorista internacional, no ha sido confirmada de manera concluyente. Una observación que sorprende, puesto que en Venezuela si alguien escribe un texto de WhatsApp advirtiendo de un hueco peligroso en una carretera remota, el régimen lo sabe al instante y, por cierto, apresa al autor. Pero expertos citados sugieren que los grupos criminales operan con grados de autonomía, y que asociarlos de forma directa con el jefe de Estado corresponde a “una mezcla de sospecha, deseo político y narrativa propagandística”. De ser esto cierto, los delincuentes serían los únicos en tener cierta potestad respecto de la dictadura.

Pero el caso es que el NYT ha puesto en duda la coherencia entre el nombre del premio (Paz) y la retórica de parte de la oposición venezolana, que “parece alejarse de la paz para acercarse a estrategias de desestabilización, alianzas con actores geopolíticos externos y presión internacional”.

La Premio Nobel es de aquel país donde se tortura y mata

Para la oposición venezolana, el Nobel puede representar un salto cualitativo. No solo es un aval moral, sino un instrumento de presión diplomática. Gracias al premio, actores internacionales -gobiernos, parlamentos, organismos de derechos humanos-, tienen una coartada legítima para involucrarse, monitorizar la situación y ejercer presión sobre el régimen de Maduro.
Además, la visibilidad mediática puede funcionar como escudo parcial frente a represalias. Que Machado, y cualquier líder opositor que se relacione con ella, difícilmente puedan ser detenidos, desaparecidos o perseguidos sin generar un escándalo global; y que si el mundo sigue mirando al cuarto cuadrante, que por lo menos quede en evidencia su desapego a la democracia y su absoluta frialdad ante las víctimas venezolanas, para quienes el reconocimiento supone un aliento, la ilusión de que “no están solas”.
Finalmente, el Nobel puede consolidar internamente a la oposición. La figura de Machado, ya prominente en la calle y en redes, suma prestigio internacional. Eso podría facilitar una unificación más estable del movimiento opositor, con mayores posibilidades de articular una transición, si se logran las condiciones.

Qué pasa si Machado va a Oslo

A horas del 10 de diciembre, fecha de la entrega del Premio, en Oslo, Noruega, la distinción se ha convertido en factor de tensión geopolítica con potencial de desestabilización regional.

Dentro de Venezuela existe el peligro de que el régimen use el Nobel como argumento para una filípica de invasión e injerencia externa, y entonces refuerce la militarización del país, intensifique la represión, ya de por sí inhumana, y cierre aún más las posibilidades de una solución pacífica. El silencio oficial sobre el premio, combinado con nuevas acusaciones contra la oposición, ya ha comenzado a materializar esa estrategia.
En este momento la gran pregunta es si María Corina Machado, quien se encuentra en la clandestinidad desde agosto de 2024, logrará salir del país y llegar a Oslo. Su presencia física ante la diplomacia internacional podría aumentar su capital político. Desde allí, podría presentar denuncias, llamar a nuevos mecanismos de sanción o protección para víctimas, y consolidar redes de apoyo en Europa y EE UU. Si no viaja, claro, pierde ese momento simbólico de visibilidad directa.

Si países europeos, organismos multilaterales y naciones latinoamericanas deciden aprovechar el impulso del Nobel para gestionar sanciones, exigencias de reformas o misiones de observación, el régimen puede enfrentar presión real. Pero ese apremio depende de una diplomacia coherente y sostenida, no solo de declaraciones.
Pero no la tiene fácil. Si Machado sale tan campante, Maduro y sus gorilas quedarían otra vez en ridículo, como ocurrió en mayo pasado, cuando los cinco miembros del equipo más cercano a la líder, que estaban refugiados en la Embajada de Argentina en Caracas, se escaparon y aparecieron de pronto en Washington.

Qué pasa si Machado abandona Venezuela

Diversos medios han señaolado que la posibilidad de viaje existe, pero entraña riesgos, dada la situación de persecución y los procesos judiciales abiertos contra líderes opositores. Hace unos días, cuando MCM comunicó su determinación de ir a Oslo y aseguró “a cada uno de los venezolanos” que regresaría, el fiscal general del régimen, Tarek William declaró que si Machado abandona Venezuela, será considerada prófuga de la justicia, puesto que enfrenta investigaciones por conspiración, instigación al odio y terrorismo.

Desde luego, una recepción en Oslo no garantiza por sí sola un desenlace político en Venezuela. La experiencia muestra que prestigio internacional y sanciones no siempre generan cambios de régimen cuando las fuerzas armadas y las estructuras de control interno (sector justicia, entes electorales y redes clientelares) permanecen cohesionadas alrededor del poder incumbente.
Si Maduro y sus aliados deciden endurecer medidas represivas (su ya conocido kit del uso de fuerza, criminalización de la oposición, aislamiento diplomático, censura mediática), la transición pacífica se vuelve más difícil. Pero si apuestan por un modo de control más sutil (cooptación, clientelismo, manipulación electoral), podrían sobrevivir incluso con presión internacional.

Si no va

En entrevista con la radio noruega NRK, MCM habló de su presencia en Oslo para recibir el premio Nobel de la Paz en tono condicional: “Si llego, será uno de los honores más grandes de mi vida”.

Si por impedimentos legales o riesgo de detención Machado no puede viajar, el efecto simbólico del Nobel persiste, pero su utilidad estratégica se ve disminuida en cuanto a oportunidades de interlocución directa. El Comité Nobel permite que los laureados no asistan y que la ceremonia incluya mensajes grabados o representantes. En ese caso, la oposición y las redes internacionales deberían capitalizar el galardón mediante campañas coordinadas: difusión masiva del mensaje de Machado, audiencias en parlamentos, y utilización del recurso económico para fortalecer observatorios de derechos humanos, apoyo legal y protección a personas perseguidas. Muchos analistas insisten en que la ausencia física puede incluso realzar la narrativa de persecución y aumentar la presión moral sobre el régimen, pero también facilita que el Gobierno deslegitime el reconocimiento alegando intervencionismo extranjero.

Si, tras el Nobel, Nicolás Maduro permanece en el poder, escenario plausible dado el control institucional que exhibe el chavismo, las consecuencias prácticas para Machado y la oposición serán un equilibrio entre costos y oportunidades.

El régimen ha demostrado una tendencia a judicializar la política y a emplear medidas penales contra líderes opositores. La condición de laureada puede proteger parcialmente a Machado en términos de visibilidad internacional, pero no impide que el Estado adopte medidas administrativas o judiciales para neutralizar su capacidad operativa dentro del país. Casos recientes demuestran detenciones y procesos contra dirigentes y colaboradores del área opositora.

 

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Post recientes