La incomodidad se presenta en diversas formas, colores, olores y sabores. Y obligados por las circunstancias la soportamos por razones serias, como la convivencia, o incluso por razones banales, pero que sentimos importantísimas.
Venezuela fue un país, fue una nación, fue una república. Tercera persona del pretérito indicativo. Tenía muchos defectos que aguantábamos y perdonábamos porque sentíamos que nuestro modo de ser caribeño no daba para calzarnos zapatos demasiado ordenados. Además, esos rigores no nos resultaban atractivos. La frase más comúnmente escuchada desde que recuerdo era «no somos suizos». De hecho, generación tras generación, los problemas nunca nos los tomábamos a la tremenda; más bien los encarábamos con algo de dramatismo muy transitorio que decantaba invariablemente en guachafita. A los venezolanos se nos daba bien ese dejar hacer, dejar pasar. Hacía juego con nuestra personalidad.
Pero hay incomodidades que con el tiempo y la repetición se van haciendo insoportables. Son esas irritaciones que pasan de castaño a oscuro y a las que no hay modo de convertirlas en chiste. En lenguaje coloquial decimos que alguien trató de hacerse el gracioso y lo que le salió fue una morisqueta.
Hace ya largos meses, o años, que los venezolanos nos quedamos sin país. Pasamos de ser un territorio más población a ser un espacio geográfico pintado en unos mapas en el que coinciden millones de personas que están bajo el pisotón insolente, de muy poca clase y notoria vulgaridad de unos individuos que, para colmo de males, son estatutariamente aburridos y ya no dan ni para inspirar un mal chiste. La plana mayor del régimen dictatorial nos hace bostezar en los primeros minutos de alocución. Carecen de gracia, hablan un castellano precario, sin sujeto, verbo y predicado, y los ropajes lucen de tela desechable. Es como régimen de foami. En realidad, esos que salen a diario en los medios no se parecen en nada a nosotros los venezolanos. Más bien parecen alienígenas, de otro planeta, ese de dónde es originario ese personaje de Guerra de las Galaxias «Jabba The Hut».
Si todavía existiera Radio Rochela, segura estoy que en las reuniones de producción y de los guionistas llegarían a la conclusión que de esta gente no se puede exprimir ni un solo sketch.
Pero esta semana en particular el régimen se ha lucido en la trasmisión de mensajes cargados de nada. Nada sobre el montón de muertos en la cárcel en Guanare, nada sobre las sucesivas noches de guerra entre pranes en José Félix Ribas en Petare, nada sobre los verdaderos números del Covid-19. Solo en un área rellenaron pantallas, micrófonos y redes: lo del «fallido fesembarco de las fuerzas invasoras golpistas en La Guaira». Job Pim se daría banquete.
Paciencia, mucha paciencia pulga. Que el viaje es largo y el pelaje abundante.
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