Mientras millones de venezolanos, de todo estrato social, migraron de Venezuela porque concluyeron, con no poca razón, que no hallaban oportunidades de progreso y desarrollo profesional y personal, pues para algunos este país se convirtió en fuente de oportunidades. Eso descubrieron Alex Saab, Diego Armando Maradona y varios otros que consiguieron nichos altamente rentables. Claro, no se trató de oportunidades limpias. Fue operar en espacios que contaron con la buena pro de un régimen que ha destruido la operación de decentes empresas venezolanos para beneficiarse y beneficiar a negociados extremadamente lucrativos. Alex Saab sigue en Cabo Verde, en un limbo. Diego Armando Maradona ya ve las margaritas desde abajo pero, hasta nuevo aviso, sus herederos gozarán de las mieles de los chanchullos del Pelusa. La descripción de sus «gestiones comerciales» llena páginas y páginas en investigaciones que, ojalá, muchos leen. Las víctimas de su «obra» son, en cambio, anónimas. Seguramente, usted, que me lee, no sabe que también ha sido robado, estafado. Que esa enorme cantidad de dinero mal habido por esos «señores» fue a costa del dolor de los venezolanos.
Se dice que nuestro peor problema político está en que este régimen cuenta con el apoyo de los uniformados. En efecto, el poder político cuenta con ellos. Pero no son ellos los que garantizan la permanencia. Es el sistema judicial. Con su hacer y, peor, su no hacer. Venezuela es, por ejemplo, prácticamente el único país donde Odebrecht no tiene procesos judiciales en marcha, a pesar que fue aquí donde la empresa cobró millonarias cifras por obras que no fueron culminadas o, peor, nunca fueron iniciadas. En muchos países de Latinoamérica Odebrecht operó a placer, pagando jugosas comisiones para que le fueran adjudicadas licitaciones. Pero en la mayoría de esos países esas obras fueron ejecutadas. En Venezuela no. Aquí se quedaron en papel o, con suerte, están a medias, como monumentos de la vagabundería.
Las operaciones fraudulentas en empresas del estado están ahí, expuestas. La masacre es indisimulable. Pero los procesos abiertos son escasos. Mucho más fácil es que un ladrón de un perro caliente esté en cana. Y si hablamos de narcotráfico, trata de personas, estafas. Apenas unos cuantos casos a los que se les hace mucha publicidad oficial.
Los países desarrollados lo son no solo porque tengan valiosos recursos naturales o produzcan bienes y servicios. En ellos priva el estado de derecho. Hay un estamento legal desarrollada legítimamente y las autoridades respetan las leyes y las hacen respetar. Hay castigo para el crimen. Mientras el sistema judicial venezolano no cumpla su función, Venezuela seguirá siendo territorio en control de malandros, país de oportunidades para malhechores y malvivientes. Y los ciudadanos decentes, que somos por mucho más mayoría, seguiremos siendo las víctimas.
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