En la apertura del programa de radio, César Miguel Rondón suele pasear su muy profesional mirada por noticias que pintan de cuerpo entero el país extraño y cada vez más selvático en que vivimos. En sus últimos programas, ha resaltado que en realidad no es un país, son varios. Con diversidad y policromía de calamidades, angustias, dolores y desesperaciones. De trajines, componendas y vagabunderías. Y sobre todo, de cegueras y sorderas. Estamos tan acogotados por el colapso, que hemos perdido la capacidad de empatía y, por consecuencia, de la compasión. Leemos sobre los millones que viven de la basura, o sobre la muerte de unos muchachitos por falta de apropiada atención médica, o sobre el horror de la deserción escolar y ya no nos sentimos impactados. Una mala noticia se monta sobre otra en un carrusel infinito de tragedias.
Y la negación de la evidencia es la única reacción de un gobierno cuyo fracaso estrepitoso se evidencia en la conjugación en presente indicativo de mentiras sin límites. En la televisión vemos al canciller del Papa, Aldo Giordano, en reunión con la obesidad pecaminosa que exhibe la almirante que funge de secretaria de la Presidencia y nos preguntamos si a esa señora no le ataca la vergüenza al verse en el espejo y saber que su aspecto rollizo es una bofetada a la dignidad de millones condenados a una atroz hambruna. Ella es otro país, el país de la ausencia de piedad. Ella, y sus muchos kilos de más, son una metáfora de la decadencia a que ha sido sometido el otro país, el país de los engañados, de los estafados, de los magreados.
Habrá elecciones. Este año y el que viene. A pesar de lo mucho que harán por evitarlas. Habrá elecciones. No por razones técnicas. No por presión de la OEA o la ONU o de expresidentes internacionales que, desempleados y tan desprestigiados y buscando aplauso, están dedicados al turismo político. Habrá elecciones porque usted y yo y millones, que somos país, estamos simple y sencillamente hartos de estar asqueados.
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