Políticamente, me inscribo en la tendencia moderada. Punto. Celebro que el PP haya ganado al PSOE y a Vox en las recientes elecciones europeas. Punto. Puigdemont me da grima. Es un payaso. Punto. Lamento (y me asusta) que en Alemania y Francia esos que llaman “ultra derechistas” hayan crecido significativamente. Punto. El húngaro Orban me espanta. Punto. Me angustia que en Europa se fortalezcan los pensamientos antieuropeístas, anti-inmigrantes, anti-OTAN. Punto. Creo que Putin es un tipo pavoroso, un riesgo enorme para humanidad. Punto. Respiro porque Suecia y Finlandia insisten en la moderación. Punto. La italiana Meloni me hace recuperar la confianza en la inteligencia. Punto. Le Pen me pone la piel de gallina y espero que los franceses no caigan en vaporones demagógicos. Punto. Me preocupan los nacionalismos y los “religionismos”, dos de las peores enfermedades sociales que azotan al planeta. Punto.
Trump no es santo de mi devoción. Y no tengo ni la menor idea de si va a ganar o si Biden le aventajará por algún porcentaje. Punto. Pero me parece increíble que tanto el partido demócrata como el republicano, a estas alturas del siglo XXI y luego de todo lo que ha pasado (huelga recitar la lista de crisis) no hayan sido capaces de ofrecer tablas de reemplazo político. Cuánta involución. Punto.
La mexicana doña Claudia no me luce jaguar de bajos rugidos. Punto. López Obrador se va para su casa. Punto. La doña no va a permitir que la trate como cachorrita. Ella tiene sus propios dientes. Punto. Lula es barajita repetida. Punto. Petro es gris, aunque con muy poca materia gris. Punto. Latinoamérica está como burro amarrado en la puerta del baile. Punto. Son tiempos de bostezos al son de boleros. Punto.
Un comentario
Soledad Morillo Belloso. Es poco frecuente, «muy» poco frecuente, que yo suscriba, que esté de acuerdo con un ristra de enunciados. Pero estoy de acuerdo con estos. Aplausos.