Jean Maninat

Paradojas – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

Los habitantes de la Pequeña Venecia perdieron la capacidad de asombrarse hace ya un buen tiempo. No, no es que deambulen por allí catatónicos, ensimismados, como zombies. Al contrario, siguen despiertos, afilados, con un marisco huechón a flor de parla permanentemente, y una cierta elegancia altanera para desechar las noticias más desopilantes. Viven, diríamos, paradójicamente.

A ver, cualquiera que tenga al portaviones más poderoso del mundo, el USS Gerald R. Ford, más una flotilla compuesta de submarino, buques de guerra, destructores, barcos de asalto anfibio, cazas F-35, aviones Osprey más jets Harrier, misiles de crucero Tomahawk -entre tanta quincallería bélica- y cerca de 6.000 efectivos militares gringos acechando sus costas y, aun así, logre cada noche atrapar el sueño, es de estirpe troyana o tiene temple de francotirador en Stalingrado. Resulta paradójico, vista la situación.

El New York Times de ayer (12/04/2025),  trae un fotoreportaje sobre el estado de ánimo de los picolovenecianos donde el autor dice retratar gente bastante tranquila: bailando salsa en algún bar de raigambre popular, paseando con la prole por Los Próceres, entre adornos navideños y paseantes disfrazados de Grinch, viendo un juego de pelota entre Caracas y La Guaira o bajando al litoral central para distraerse en la playa. Todo, en medio de una inflación desbocada y amenazas militares de lado y lado. Aun así, el autor percibe un estado de ánimo, el mejor que ha constatado en lo tantos años que lleva cubriendo el vecindario. Resulta algo paradójico, vista la situación.

(Omitimos el nombre del periodista que lo realizó para evitarle las toneladas de basura que le caería encima a él y sus descendientes).

En una acción inaudita, el presidente de un país decreta por X que los cielos de otro país están cerrados al tráfico aéreo comercial por peligrosos, las compañías aéreas que los surcan acatan el aviso cautelosas (seguramente presionadas por las aseguradoras) y el Gobierno del país afectado castiga a las compañías retirándoles la licencia. Es como darse dos balazos en el pie, el segundo en caso de que el primero haya fallado el blanco. Resulta algo paradójico, vista la situación.

Alguien se gana el Premio Nobel de la Paz, el país (su país) donde reside clandestinamente, recibe una amenaza bélica que puede extenderse incendiando la comarca. Por razones tácticas-políticas (que solo la persona y sus asesores conocen) guarda silencio de monje budista al que se le incendia el templo con los pequeños saltamontes adentro. Resulta algo paradójico, vista la situación.

El presidente del mismo país (shhh… sí él) se autoproclama campeón de la lucha antinarcóticos universal, demuestra excelente puntería para detonar narcolanchas en aguas comprometidas, promete más y variadas incursiones militares del bien contra el mal… e indulta a un exmandatario acusado y convicto de narcotraficante por la justicia de la nación (su nación, by the way) que precisamente dice defender de las drogas con su exorbitante despliegue de fuerza bélica. Resulta algo paradójico, vista la situación.

Seguramente la vista de un cisne negro a nadie perturbe hoy día, o despertarse con el dinosaurio en la cama a pocos angustie. En medio de la vorágine comunicacional que nos tiene permanentemente con el Jesús en los labios, es poco lo que ya puede asombrarnos. ¡Vaya paradoja!

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