Por: Carlos Raúl Hernández
Chile requiere que sus líderes distingan falsas reformas bolivarianas
Michelle Bachelet obtuvo 62% de los votos contra 38% de Evelyn Matthei en el ballotage chileno y la Concertación regresa al poder que ejerció por diez años y perdió durante cuatro, ahora con el nombre de Nueva Mayoría. Primera mujer que llega al cargo es también tercer presidente reelecto en la historia de Chile, junto con Arturo Alessandri y Carlos Ibáñez. Gran influencia en su campaña tuvieron los hoy diputados comunistas Camila Vallejo, Iván Sánchez y Karol Cariola, líderes del movimiento estudiantil de 2011 que rejuvenecieron la imagen del Gobierno con aires de cambio, aunque no suficiente para impedir la alta abstención. Pero comportaron un factor de incertidumbre que deriva ¿levemente? a una especie de allendismo del siglo XXI. En honor a su condición ideológica, Vallejo denuncia injusticias de una sociedad abierta y moviliza masas estudiantiles contra ellas, y luego se arrodilla ante Fidel Castro.
El cálculo se le complica porque el gobierno venezolano pateó a la dulce OEA, no vinieron los presidentes al aquelarre aniversario de Chávez y cuatro expresidentes de izquierda increpan a Maduro. Miembro del Comité Central del PC, se definió en favor del gobierno de Venezuela cuando paramilitares y organismos de seguridad asesinaron 18 estudiantes, hirieron cientos y arrestaron más de mil. No le molestan los crímenes cuando los cometen sus camaradas, en uso de la conocida moral revolucionaria. Preocupa quien influirá más en adelante: Bachelet sobre ella o ella sobre Bachelet. Chile es uno de los países de desarrollo económico más rápido y exitoso en la historia latinoamericana y las principales reformas que propone el nuevo gobierno son más bien contrarreformas retrógradas y autoritarias.
Las reformas que no son
Serían factores de detención del proceso y no de aceleración, para mal de los chilenos. Pero hay que confiar en la Presidenta, una gobernante racional. Como en Brasil y otros en modernización acelerada, los ciudadanos que dejan de ser pobres y pasan a las clases medias resienten deficitarios servicios. Pero más y mejores viviendas, acueductos, cloacas, educación, electricidad requieren masivas inversiones nacionales y extranjeras de capital que no es soplar y hacer botellas, como conciben los descolgados. Chile necesita un Estado eficiente y funcional para atender a su gente y una empresa privada más poderosa. Varias tesis del programa de Bachelet lucen equivocadas, revolucionarias a lo Vallejo, Sánchez y Cariola. Una «constituyente» para reformar la Constitución de 1980, paradójicamente en los aspectos que tiene de positivos.
Pero materializar esas propuestas luce cuesta arriba, porque exige mayorías calificadas de 2/3 y 3/5 del quórum parlamentario que la coalición no obtuvo en la vuelta legislativa. El comando de campaña fue ambiguo acerca de estos cambios constitucionales para capturar votos de izquierda sin entrar a definiciones concretas, pero siempre queda el recurso tramposo del referéndum. El salto al vacío de las «constituyentes» es la nueva vía poscomunista en Latinoamérica, comenzando por Venezuela, Bolivia, Ecuador y ahora reclamo de FARC en Colombia, y emana un tufillo sospechoso. Entre los «cambios para actualizar la Constitución» destaca abandonar el sistema binominal para elegir los senadores, al que llaman misteriosamente «poder de veto para la derecha», un dispositivo antiaplanadora que obliga consenso amplio para hacer transformaciones de fondo.
Las reformas que son
Para obtener los dos senadores de una circunscripción, es necesario duplicar la segunda fuerza. En caso contrario, corresponderá uno a cada una de las dos primeras, como fue en Venezuela en la democracia, en base al método de D’Hont. Da mala espina que una precaución tan útil y democrática se elimine a nombre de un supuesto avance. Igual produce resquemor el propósito de modificar el status del Banco Central, restarle autonomía y someterlo a presiones del Poder Ejecutivo, una de las primeras cosas que Hugo Chávez hizo en Venezuela. El milagro chileno se debe a reformas que flexibilizaron el aparato productivo y le permitieron treinta y cuatro años de crecimiento ininterrumpido, y la autonomía del Banco Central es sine qua non.
«Una educación gratuita y de calidad para todos los chilenos», planteada por Vallejo, ignora la abrumadora experiencia internacional y los estudios serios: la educación debe ser gratuita y universal en el nivel básico en los años iniciales de la vida, con un poderoso impulso a la formación para el trabajo. Pero la educación superior es tan costosa que su financiamiento público resta irrevocablemente recursos a las escuelas primarias, que no tienen capacidad de negociación. La educación superior no es nunca gratuita y de calidad porque no es financiable ni siquiera por un petroestado, aunque pueden existir universidades públicas de excelencia que coexistan con las privadas. En Venezuela las universidades son gratis porque los profesores ganan salarios de miseria y los bachilleres estudian en las peores condiciones. Chile requiere que sus líderes distingan falsas reformas bolivarianas de las que necesita para seguir por el camino transitado con éxito.
@carlosraulher