Publicado en: Caracas Chronicles
Por: Tony Frangie Mawad
El 19 de abril, por unanimidad y luego de una larga serie de reuniones, la Plataforma Unitaria, María Corina Machado y Manuel Rosales acordaron que el exdiplomático Edmundo González Urrutia –ya registrado en el Consejo Nacional Electoral (CNE) como candidato “tapa” de la tarjeta MUD– será el candidato de la oposición. El sábado, representantes de Un Nuevo Tiempo (UNT) y Movimiento por Venezuela (MPV) –ambos miembros de la Plataforma Unitaria– acudieron al CNE para oficializar la renuncia de Manuel Rosales, quien declinó su candidatura para apoyar a González Urrutia. Pero los días transcurrieron languideciendo y el CNE no dio respuesta a los partidos, que siguieron insistiendo en el aval oficial en el tarjetón. Y entonces, hoy –para sorpresa de todos y con el plazo a punto de finalizar– el CNE aceptó el respaldo de los partidos a González Urrutia (el periodista electoral Eugenio Martínez dice que aún debemos esperar un acta final del CNE).
La decisión se produjo después de que Francisco Palmieri, el embajador de Estados Unidos para Venezuela basado en Bogotá, dijera que las negociaciones sobre el alivio de las sanciones estaban en curso con el gobierno de Nicolás Maduro, mientras que el presidente brasileño Lula da Silva –un aliado histórico del chavismo– dijo que era “extraordinario” que la oposición tiene ahora un candidato unificado y pidió garantías para el perdedor de las elecciones. Más importante aún, el repentino cambio de tono del CNE le dio a la oposición más margen de maniobra, porque el ente electoral le dió al menos tres tarjetas partidistas en el tarjetón, reduciendo el riesgo de participar en las elecciones si el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) elimina la tarjeta del partido Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que hasta hoy era la única con González Urrutia como candidato.
La repentina aceptación por parte del gobierno de la candidatura de González Urrutia, probablemente como resultado de la presión internacional y las negociaciones con Estados Unidos, ha aumentado las esperanzas de la oposición. Según una encuesta de abril de More Consulting, el 45,8% de los electores votaría por un candidato respaldado por María Corina Machado. Sólo el 21,6% votaría por Maduro y el 4,9% votaría por Rosales si se presentara contra el candidato respaldado por Machado. Por lo tanto, con Machado y Rosales respaldando a González Urrutia, y dado que las condiciones actuales se mantienen, se podría esperar que alrededor del 50% de los votantes pudieran darle a la Plataforma Unitaria una victoria aplastante si las elecciones se celebraran mañana.
Está claro que la insistencia de la oposición en representantes y sustitutos, siguiendo la estrategia de Barinas, ha complicado los planes del gobierno.
María Corina Superestrella
El liderazgo de María Corina Machado, clave de una posible victoria aplastante según las encuestas a pesar de estar inhabilitada, es resultado del apalancamiento que le dieron las primarias opositoras de octubre –donde, sorprendentemente, participaron más de 2,3 millones de personas en Venezuela. Las primarias también revitalizaron la Plataforma Unitaria y convirtieron a los venezolanos que se identifican como ‘opositores’ en el mayor bloque de autoidentificación –regresando a niveles de 2019– según las encuestas de Delphos. El peso electoral de Machado no sorprende: tiene un índice de aprobación del 50,9% según la encuesta de More Consulting –el más alto del país, muy por encima del de Maduro (26,3%), Rosales (19,7%) e incluso Benjamín Rausseo “er Conde del Guácharo” (24,4%).
En otras palabras, Machado –alborotando multitudes en lugares como Calabozo, Tabay y Valera– es una molestia para el régimen chavista. Y esas multitudes no se van a ninguna parte, al menos en el corto plazo: según la encuesta de More Consulting, más del 71% de los venezolanos están “totalmente seguros” de votar y otro 17,7% dice que es probable que voten. Frente a una población extremadamente dispuesta a votar, el chavismo –que busca desmovilizar, desmoralizar y desarticular a la población– ha recurrido a inhabilitaciones de candidatos, detenciones de activistas, resultados salvajes en elecciones sin oposición y el acoso a los partidos políticos.
Y, sin embargo, Machado sigue movilizando a las multitudes a través de la Venezuela profunda: sólo en su campaña de las primarias visitó más de 90 pueblos y ciudades en todo el país. Y la cifra no ha hecho más que aumentar desde entonces. Está claro que mantener a Machado fuera de las calles es necesario para el chavismo, que ha respondido de diferentes maneras: desde arrestar a personas que le prestan servicios o moviliza gente a sus mítines hasta bloquear la carretera o atacar a ella o a su equipo en más de 15 ocasiones.
El chavismo podría tener algunos ases bajo la manga: arrestar a Machado, como ha perseguido o detenido a sus colaboradores más cercanos, o incluso emitir un fallo del TSJ que le prohíba hacer campaña. De hecho, unos abogados chavistas recientemente llevaron el caso ante el TSJ, argumentando que ella está engañando a los votantes al pretender ser candidata a pesar de su prohibición. Sin embargo, su presencia online –que ha asegurado su popularidad, considerando su exclusión de los medios de comunicación tradicionales– es imparable.
Por supuesto, el estatus de superestrella de Machado no es la única herramienta que necesitará la oposición. También necesitará organizar a la gente, tarea que ya ha emprendido con la creación del Plan 600K –para organizar 600.000 testigos electorales para los colegios electorales– y con los “comanditos” o grupos comunitarios de base para movilizar y organizar a los votantes, que han brotado en todo el país. Por ejemplo, Machado –alguna vez visto como la cara del este de Caracas– ahora está organizando comanditos en pueblos de bajos ingresos en la costa de Sucre. Pero esos planes de organización y movilización también necesitarán que el resto de los líderes del partido y la oposición, todos nominalmente unidos detrás de Machado y ahora de González Urrutia, motiven a los venezolanos en todas partes: tal como lo hicieron antes de las elecciones parlamentarias de 2015.
Aún no está claro si Fuerza Vecinal (FV), que había respaldado a Rosales antes del consenso de González y cuyos alcaldes controlan algunos de los distritos core de la oposición, también apoyará a González Urrutia. Pero el surgimiento de una candidatura unificada, especialmente si gana impulso, podría ganar más facciones de las “oposiciones leales” fuera de la Plataforma Unitaria: tal vez no sólo las más cercanas, como el Movimiento al Socialismo y FV, sino incluso las fuerzas que ahora respaldan a Antonio Ecarri y otros.
¿Un plebiscito de paz?
La supervivencia de la candidatura de González Urrutia aún podría enfrentar una serie de obstáculos derivados del control del chavismo sobre el Consejo Electoral y el aparato judicial del país. De ser así, la oposición podría tener un plan de respaldo en Enrique Márquez –ex miembro de la UNT y ex miembro de la directiva del CNE, ahora candidato registrado en el poco conocido partido Centrados– quien aparentemente celebró el consenso de González pero permanecerá “por ahora” en la carrera. Sin embargo, considerando el papel que pudo haber tenido la presión internacional para asegurar la candidatura de González Urrutia, podría haber otros elementos sorprendentes si se hace probable una victoria de la oposición –y por tanto una transición– en los próximos meses: un plebiscito propuesto por el presidente colombiano Gustavo Petro, (al menos hasta hace poco) un aliado cercano del chavismo, por ejemplo.
El plebiscito, dijo Petro, podría incluirse en las elecciones para garantizar “un pacto democrático” y “certeza y seguridad [para el perdedor] sobre su vida, sobre sus derechos, sobre las garantías políticas que cualquier ser humano debe tener en su respectivo país”. Lula también insistió en garantías para el perdedor.
Si bien la propuesta de Petro –un ex guerrillero que ahora mantiene negociaciones de paz con otras guerrillas colombianas– aún no está clara, podría seguir un diseño similar al acuerdo final de paz colombiano con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y su posterior plebiscito: una especie de amnistía para los miembros de un grupo acusado de violaciones de derechos humanos, una especie de acuerdo de poder compartido y justicia restaurativa para las víctimas de violaciones de derechos humanos.
El camino rocoso por delante
Los desafíos persisten. Los votantes no saben nada de Edmundo González Urrutia. No tiene presencia en las redes sociales y no tiene experiencia en cargos electos que la gente pueda recordar. Ex miembro del servicio exterior venezolano durante los años anteriores a Hugo Chávez, ha sido cercano a la Plataforma Unitaria como asesor, parte de los ex altos oficiales y profesores que han estado ofreciendo asesoramiento y ayuda a los partidos de oposición durante décadas.
Ahora tiene sobre sus hombros una tarea que parece más compleja que simplemente tener su rostro en una tarjeta en la boleta electoral. Debe hablar con la gente, mostrarse, tuitear, marchar, enfrentarse a las multitudes. Todo lo cual significa lidiar con la era de las redes sociales, la censura, la desinformación, la guerra sucia y –sí– amenazas de muerte y un grave riesgo para él y su entorno.
No es el caso del joven y desconocido miembro de Voluntad Popular que casualmente estaba en la línea cuando su partido estaba a punto de asumir la presidencia de la Asamblea Nacional y se convirtió en presidente interino por una determinada lectura de la Constitución. No, González es –hasta ahora– alguien que probablemente nunca se imaginó como un candidato presidencial que a su edad se postulara contra un régimen autoritario. Su actuación en esta situación sin precedentes es una incógnita. Como lo es el siguiente paso del régimen de Maduro.