Leo un par de comunicados, unos cinco artículos y me hacen llegar resúmenes de tuits que circularon por las redes el fin de semana. Son en su mayoría textos heroicos, llenos de frases que buscan celebridad, párrafos cortos de 140 caracteres para que puedan rodar y ser rebotados sin mayor esfuerzo o reflexión por la infinita autopista de las redes Hay momentos en la vida en los que uno tiene que respirar. Oxigenar el cerebro.
El cambio de pesos de apoyo no necesariamente supone que hemos aprendido a diferenciar la democracia de la oclocracia. La muchedumbre que antes brindó su fervor a la «revolución bonita» cambia, con el viento. Temo, repito, que no hemos aprendido. Prácticamente nada. Al menos en lo referente a cómo dejar de buscar a Dios por los rincones.
La MUD anuncia las resultas de la segunda sesión del «diálogo». Son buenas noticias, banderillas clavadas sobre el lomo del toro y que lo han debilitado aún más, pero inmediatamente esos logros reciben ataques, de opositores (el régimen se relame). Lo digo sin que me quede nada por dentro: las reacciones de Vente y de Voluntad Popular son erradas y yo diría que hasta pueriles. La política es la guerra que usa palabras. Y supone entonces un vasto conocimiento lingüístico. Me pregunto y pregunto: ¿cuál es la promesa básica expresada en esos comunicados? Que no les gusten los acuerdos conseguidos, o que no les parezcan suficientes o siquiera satisfactorios, pase. Pero el denuesto no viene acompañado de una promesa básica alcanzable, sino de un festival de pajaritos preñados. ¿Qué proponen? Lo ya gastado. Ir a Miraflores. Supongamos que una nutrida multitud llega a Palacio. ¿Con cuántos nuevos muertos? Supongamos que de hecho conseguimos rodear Miraflores. Y entonces, ¿qué? Supongamos que Maduro, luego de algunos días de sitio, se va. ¿Qué sigue? Aristóbulo asume la presidencia. Porque eso dice la Constitución. Y aparece la pregunta clave: «Mama, ¿qué será lo que quiere el negro?». La Constitución no establece líneas de sucesión, como ocurre en otros países. Entonces estaríamos en una tremenda crisis política, peor que la actual, que se monta sobre el colapso económico y social de características bíblicas que tenemos sobre el lomo.
Si no entendemos los logros alcanzados el fin de semana, estamos jugando ajedrez con las normas del parchís. Claro que el presidente tenía que anunciar una prolongación del decreto de emergencia y estado de excepción. Pobre Maduro sabe que está a días, horas más bien, de enfrentar una Asamblea Nacional reactivada y en pleno uso de sus competencias y facultades, que le va hacer la vida a cuadritos y lo hará sudar tinta china. Entonces salió raudo y veloz a darle extensión al decreto.
El régimen piensa en corto plazo. Por eso todas sus jugadas tienen como mucho un rango de meses. La oposición tiene por fuerza que tener visión telescópica. Y dejar de comprarle las babosadas y gritonerías a Maduro, Diosdado, Jorge Rodríguez y demás villanos de esta novela. En el análisis del «status» destaca un ramito de importantes conquistas. 1. La designación de dos nuevos rectores del CNE tan pronto como el 4 de diciembre es un hit con hombre en base. Y lo es todavía más dado que el acuerdo determina que la oposición nombra un rector y el segundo va por acuerdo entre oposición y oficialismo. 2. Nuevas elecciones en Amazonas. O en su defecto la aprobación de los electos en diciembre de 2916. Eso genera reacción en cadena, que imagino huelga explicar. 3. No se niega ni se prohíbe la protesta en la calle. Pero, y esto mi consejo, hay que acabar con el fetiche de ir a Miraflores. Por varias e importantes razones. Riesgoso y una jugada que puede salir muy cara y que no ofrece garantías de éxito. Pero hay más. Ir a Miraflores deja por fuera a millones de ciudadanos. Que quieren protestar. Que están indignados. En cambio, la protesta en miles de lugares en el territorio nacional abarca y aprieta. Hay oficinas de Corpoelec en todo el territorio. También de las hidrológicas. Hay Seniat, Saime. Hospitales. Escuelas. Universidades. Puertos y aeropuertos. Peajes. Mercados manejados por el régimen. Cientos de oficinas gubernamentales. Sedes del Ministerio Público, de la Defensoría del Pueblo, de policías, cárceles, cuarteles. Hay que desparramar la protesta. Desconcentrarla, descentralizarla. Federalizarla. Hacerla incluyente, oportuna, variada y contagiosa. Que el país entero se queje. Todos los días. Por todo. Porque así se le manda al régimen un mensaje poderoso: estamos mal porque ustedes son un desastre; usted destruyeron este país. Y porque así los ciudadanos se ven unos a otros y se genera una monumental estado de empatía.
Un cuarto asunto que resalta en esos acuerdos de noviembre es lo relativo a la habilitación de ayudas humanitarias y la liberación de presos políticos. Eso, mis amigos, es una confesión abierta del régimen. Es aceptar que hay hambre y terrible escasez de medicamentos. Es aceptar que hay muchos tras las rejas por razones políticas.
Así las cosas, a quienes sientan y digan que les invade terrible pesar por los acuerdos anunciados el fin de semana, pues que lo piensen mejor. La plaza de toros estaba cerrada con todos nosotros adentro. Los acuerdos van quitando los candados y el torero clavó banderillas.
@solmorillob