Por: Floralicia Anzola
Esta semana, Ben Bartenstein, periodista para Bloomberg, publicó un artículo bastante revelador hacia la naturaleza de las relaciones entre el gobierno de Donald Trump y la dictadura de Nicolás Maduro.
Ben contaba que en septiembre pasado, Richard Grenell, exdirector interino de Inteligencia Nacional de Estados Unidos y embajador en Alemania, y Jorge Rodríguez, funcionario cercano a Maduro, se reunieron en México DF. Rodríguez voló a México a última hora del 16 de septiembre a bordo de uno de los aviones presidenciales de Venezuela disfrazado en el registro de vuelo como un viaje de la aerolínea nacional Conviasa, según una persona familiarizada con su viaje”
Explicaba Bartenstein que Francisco Arias Cárdenas, embajador de Venezuela en México, solicitó entonces a la Cancillería de México cambios de vuelo de última hora que permitieran que Jorge Rodríguez ingresara a México. Si bien se permitió la entrada a Rodríguez, la reunión no se organizó a través de su oficina presidencial ni del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Según el periodista de Bloomberg, “Grenell buscó discutir la partida de Maduro, pero no tuvo éxito. Funcionarios estadounidenses dieron versiones contradictorias sobre si el viaje de Grenell para reunirse con Rodríguez estaba autorizado, aunque dos personas familiarizadas con el asunto dijeron que el asesor de seguridad nacional de Trump, Robert O’Brien, lo firmó con la bendición del presidente, a pesar de que ni el secretario de Estado, Mike Pompeo ni el embajador de Estados Unidos en México, Christopher Landau, fueron informados antes de que ocurriera.”
Evidentemente se trataba de conversaciones encubiertas. Y se sabe que hay muchas formas de disfrazar o excusar estos encuentros.
En Julio de este año, el exgobernador demócrata, Bill Richardson, se reunió en Caracas con el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, y el propio dictador chavista, Nicolás Maduro, pues buscaba la liberación de varios prisioneros estadounidenses a solicitud de sus familiares.
También, como lo notificara entonces, la Agencia Associated Press, Eric Prince, importante donante republicano, fundador de la empresa militar privada Blackwater USA, ahora llamada Academi, estuvo en noviembre del año pasado en Venezuela reunido con dos altos funcionarios venezolanos, entre ellos, la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez.
“La mera presencia en Venezuela de un empresario con vínculos de larga data con el sistema de seguridad nacional de Estados Unidos generó dudas sobre si estaba allí para abrir un canal secreto hacia Maduro en nombre de la administración Trump, algo que el Departamento de Estado ha negado enérgicamente” dice la nota de AP.
Pero lo insólito es que el nombre de Eric Prince fue relacionado con planes de derrocar a Maduro con un ejército de mercenarios a mediados de 2019. Y sin embargo, fue recibido en Caracas. El propósito del viaje, señala la agencia de noticias, era conocer a los actores clave en la nación asolada por la crisis, no servir como emisario de la administración Trump.
¿Será verdad esto?
Lo cierto es que ahora esta reunión develada de Grenell en México con Jorge Rodríguez en septiembre, deja abiertas muchas dudas, como nos afirmara en nuestra conversación esta mañana, Ben Bartenstein: “Ahora el primer trabajo de Grenell es la campaña de Donald Trump, no es un funcionario oficial del gobierno de Estados Unidos, fue un enviado directo de Trump. Una pregunta es si esto es un asunto del gobierno o una misión política unas semanas antes de las elecciones de Estados Unidos”.
Ben enfatizó también que Richard Grenell “tiene importantes aspiraciones de un rol en una segunda administración si Trump gana las elecciones. Su sueño es ser director de la CIA.”
Ben sostiene que la mejor esperanza es la que brindaría la diplomacia para lograr elecciones democráticas legítimas y libres, pero la idea de que se intenten dar adelantos en esos temas sin el conocimiento del Departamento de Estado, que es el ejecutivo federal responsable de las relaciones internacionales y de la política exterior de Estados Unidos, no deja de ser preocupante.
Estos tres encuentros hay que verlos en su conjunto, como parte de un todo. Una secreta estrategia política que no sabemos a qué nos conducirá.
Venezuela y su régimen parecen servir de escenario para jugadores de póker siniestro y oscuro, donde casi todos ocultan una inesperada carta bajo la manga.
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