Publicado en analitica
En 1929 el filósofo español José Ortega y Gasset escribió su célebre ensayo España invertebrada sobre la desarticulación de ese país por efectos de las fuerzas centrífugas y la incapacidad de la clase dirigente de entonces de tomar decisiones firmes y eficaces.
Si bien Ortega se refería principalmente al separatismo que, por cierto hoy vuelve a amenazar la integridad de esa nación, el título de su ensayo puede bien ser utilizado para referirnos a la situación actual de Venezuela.
La desmembración de nuestro país no es causada por el regionalismo sino al contrario por un centralismo destructor de todas las instituciones que con tanto esfuerzo se labraron en el curso del siglo XX.
La ausencia de poderes del Estado independientes ha sido la causa principal de que no haya habido controles para detener el auge de la corrupción y de la impunidad que lamentablemente se apoderaron de todos los estratos de la sociedad venezolana y que tiene uno de sus más trágicos ejemplos en una criminalidad que nos ubica en el lugar número uno como la nación más peligrosa del planeta.
Si en un país los tribunales dependen de la voluntad del poder ejecutivo la justicia desaparece y con ella todos los delincuentes se sienten en libertad de actuar a sus anchas y los que no lo son saben que sobre ellos pende la espada de Damocles si se les ocurre desafiar con sus actuaciones políticas al poder central.
La expresión más patética de una Venezuela invertebrada es lo que ocurre con el desafío de los llamados pranes, verdaderos señores feudales del sistema penitenciario, a la autoridad de un Estado que por mucho tiempo fue cómplice de su surgimiento como un poder autónomo dentro de las cárceles del país .
Venezuela no superará la terrible crisis que la azota de manera inclemente hasta tanto no haya un cambio con el que se restablezca la independencia de los poderes del Estado y se modifique el rumbo de una equivocada conducción económica y política de la nación.
