En Venezuela, el corto plazo se mide en horas, el mediano en días y el largo en semanas. En semejante situación, analizar el entorno, plantear escenarios y prospectar futuro se convierte en un ejercicio cuasi mágico. Una puede pisar peines o mal interpretar señales. O, peor aún, caer en el patético ejercicio de contar pajaritos preñados volando en retroceso. Pero hay que pensar. Y escribir. Porque ya lo dijo Kotepa, «escribe, que algo queda».
En cuestión de días, el régimen movió piezas. Escabrosas. Y se lanzó por un camino prostibulario. El de conseguir unos jueces que actuaran cual celestinas. Y les agenciaran una sentencias hechas a medida para su malévolas intenciones, violando abyectamente la Constitución y dándole un golpe de muerte a un derecho del pueblo como lo es el Referéndum Revocatorio. Ello se sumó a varios golpes al Poder Legislativo, que ya hemos comentado ampliamente, pero que no fueron contra la Asamblea Nacional, sino contra el pueblo que eligió soberanamente a ese parlamento.
El golpe está en proceso. Maduro, quien no participó en las intentonas de golpes afortunadamente fallidas de 1992, se erige como un dictador en toda regla, pisoteando sin miramientos las más elementales normas de la democracia y violando la Constitución. Ello sería relativamente intrascendente si el país estuviera boyante en términos económicos y sociales. Los disparates pasarían por debajo de la mesa si no estuviéramos en plena catástrofe. De allí que el análisis de quienes integren la sala de emergencia del régimen está manifestando los traspiés que están dando y los graves errores son consecuencia de un extravío total. Venezuela está adolorida y hambreada por los cuatro costados. Y, aunque parezca una imposibilidad, el colapso hace que la gente se ponga a pensar y se oponga a todo aquello que hace de su vida un infierno más achicharrante.
Repito, hay un golpe en proceso, por incómodas cuotas, en cámara lenta, con espasmos, que involucra a muchos personeros que bien harían en obsequiarse un tiempo para la inmunologíca reflexión. En este brollo están metidos magistrados del TSJ, rectoras del CNE, capitanes del Poder Ciudadano, jueces, gobernadores, alcaldes, ministros de alta y baja gama, oficiales, la plana mayor de PDVSA y un muy largo etcétera. Como hay divisiones y pugna fronteras adentro del chavismo, la última palabra pues la tiene Maduro. Así, se hace responsable entonces de todo este desmadre.
Como muchos, el anuncio del diálogo me angustió. ¿Qué diantres hay para dialogar con una gente que está abominablemente destruyendo los pocos resquicios de democracia que quedan? Luego de respirar y sudar la rabia y la angustia, entendí. Este diálogo no será tal; será más bien un careo frente a un cura importante mandado por nada menos que el Papa Francisco. Entonces, vaya si vale la pena ir. Desnudar verdades y dejar que el gobierno, frente a un emisario de enorme relevancia, se pise los callos y diga la mayor sarta de mentiras que pueda fabricar. Sería como una confesión de horripilantes pecados frente a las víctimas de esos pecados. No vale sacarse del bolsillo un crucifijo cuando se sigue cometiendo pecados capitales. Y el cura verá eso.
Lo que se nos viene es de pronóstico muy reservado. La situación es ruda y se pondrá mucho más complicada. Porque el gobierno no logra solucionar ninguno de los graves problemas que padecemos (inflación galopante, desabastecimiento, escasez de todo, inseguridad, destrucción del aparato productivo, corrupción rampante, carencias de todo lo elemental, pésimos servicios públicos, abandonó de la provincia) y, para colmo, crea nuevos problemas en lo institucional al declararle la guerra al pueblo de a pie, a las alcaldías y gobernaciones no controladas por el régimen y al único poder público nacional no domesticado, la Asamblea Nacional.
Así las cosas, en esta situación en la que el régimen va de peor para pésimo, rendirse no es una opción.
@solmorillob