Por: Jean Maninat
… de la presidencia y sabremos qué había detrás del aire bonachón, de la estampa arrugada de quien durmió la noche con la misma ropa con la que enfrenta el día, el rebelde que desestimó las corbatas, pero no los trajes, el joven maximalista que aprendió a calcular democráticamente en el ejercicio de la presidencia. Al menos hasta ahora, ha cumplido con los rituales republicanos del fair play, del reconocimiento de la victoria al ganador, sin escatimar el éxito del adversario, ni poner en duda los resultados de una paliza como la sufrida por los sectores de la izquierda variopinta en Chile.
(Alguien podría explicarnos el porqué -como atestiguan los videos- la llamada de reconocimiento entre el presidente en ejercicio y el presidente electo se hace a través de unos jurásicos teléfonos fijos, de esos que tienen un cable enchufado que limita la movilidad, como si hacerlo por un teléfono móvil e inteligente le restara solemnidad a la ocasión, la vulgarizara con un roce de alta tecnología. Le preguntaremos a nuestro consultor Guillermo Miranda).
Lo cierto es que Boric se va… de la presidencia, cuando ya nos estaba cayendo tan bien, cuando lucía aplomado, y ante tanto dislate regional -desde arriba del Río Grande hasta la Patagonia rebelde- lucía como un Hobbit barbado, un Gandalf en ciernes, prematuramente añejado. Las comparaciones son odiosas, sobre todo para quien sale mal parado en el cotejo, pero es difícil no caer en la tentación de medirlo -en el ámbito de la llamada izquierda democrática- con las rimbombantes performances del presidente Petro, tan pagadito de sí mismo, tan intoxicado con su propia verborrea, siempre hablándole a la posteridad, mientras cuelga los trapitos al sol de los pleitos domésticos en la Casa de Nariño. Preferible, sin duda alguna, la contención actual del próximo expresidente chileno.
Es cierto, no tuvo un recorrido desprovisto de desaguisados. Al poco tiempo de iniciada su presidencia le estalló un escándalo de supuesta corrupción, o tráfico de influencia, o solidaridad militante, como lo queramos llamar. La trama fue de librito e incluyó a miembros del Frente Amplio Chileno, la coalición de los partidos que lo apoyaron, precisamente, con un discurso anticorrupción, de cancelación de las prácticas de la “vieja política”. Perdían la virginidad política en vivo y directo ante la sociedad chilena. Y, por supuesto, el tren descarrilado del proceso constituyente que fracasó en sus dos versiones consecutivas. Un claro alerta de que había que pasar por el optometrista a graduar los lentes con los que leían la realidad política y el ánimo de la sociedad chilena. Probablemente de aquellos polvos provengan los lodos de hoy, valga el lugar común.
Ya está en marcha la maquinaria intelectual para encontrar respuestas al abultado triunfo de Kast o a la abultada derrota de Jara, como queramos verlo. Habrá que esperar antes de lanzarse a cazar conjeturas fáciles, y observar qué pasa de aquí a marzo cuando tendrá lugar la toma de posesión. La apresurada visita del presidente electo Kast al presidente argentino Milei, no deja de ser un acto de infantilismo ideológico, un choque de puñitos entre miembros de un club privado de exclusiva pertenencia. La actitud democrática y republicana del todavía joven adulto -y pronto expresidente- Gabriel Boric, es un indicio de que la generación que forjó la Concertación podría retirarse a casa: finalmente pareciera haber encontrado quien la suceda en su empeño democrático. Veremos.





