Por: Pedro Pablo Peñaloza
Vendo por 4,5 petros tres fórmulas que nunca fallan para tratar de explicarlo todo:
1) El radical Diosdado Cabello sabotea al reformista Nicolás Maduro.
2) El chavismo azuza a los radicales de la oposición..
3) El chavismo muestra una conducta errática (esto en cristiano quiere decir: Nadie entiende nada).
La primera le calza a casi todo, especialmente a la “amenaza” de renovación del Consejo Nacional Electoral. En primera instancia, al anunciar su intención de cambiar a la cúpula del CNE, el chavismo señala a sus propios rectores, no a los de la oposición. Es decir, va por la cabeza de los suyos.
Ahora, si materializa ese cambio, el chavismo no solo se pondrá en contra a la comunidad internacional, que valoró positivamente la designación del ente comicial, sino que corre el riesgo de terminar enfrentado con los sectores políticos y sociales de la oposición que defienden al “árbitro”.
Y no es poca cosa. El CNE es la única “institución” chavista que es avalada por sectores de la oposición. El apoyo partía de la premisa de que la composición del organismo dirigido por el exministro Pedro Calzadilla, reflejaba el pulso entre moderados y radicales del chavismo, ganado por los primeros encabezados por Maduro.
Ese discurso se mantuvo incluso a pesar de lo ocurrido con la (no) renovación del Tribunal Supremo de Justicia, donde algunos esperaban que siguiera la prometida “reconstrucción” institucional. ¿El temido cambio en el CNE marcaría el retorno triunfante de los radicales sobre los reformistas? ¡Oh!
En la hipótesis “Radicales vs Reformistas”, Maduro siempre gana. Gana en imagen, pues aparece como el líder que está dispuesto a flexibilizar posiciones para avanzar en la reinstitucionalización. Y también gana en poder real porque, pase lo que pase, seguirá controlando el CNE.
Mención aparte merece Cabello, quien tiene 20 años ejerciendo de villano. Con Hugo Chávez en el poder, lo tachaban de “derecha endógena”. Y con Maduro en el palacio de Miraflores, pretenden identificarlo como el último chavista radical a caballo. Ayer y hoy, un verdadero soldado de esta revolución.
El supuesto conflicto interno abre paso al “comportamiento errático” en semanas como esta: cuando se espera que reciban con sus mejores galas al Alto Comisionado de Derechos Humanos de Naciones Unidas, resulta que persiguen a periodistas y a activistas sociales y lanzan una ley para liquidar a las organizaciones no gubernamentales (ONG).
Sí, Maduro tuvo el “gesto” de liberar a un preso político. Quizá el más polémico de todos, cuya excarcelación sirvió para atizar las contradicciones dentro de las fuerzas políticas y sociales, especialmente entre los defensores de DDHH. Para rematar, usando como “mediador” al expresidente del gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, personaje repudiado por sectores de la oposición.
Ese “comportamiento errático” también se vio en el caso del despido y posterior reenganche del dirigente sindical Pablo Zambrano, quien había sido atendido por el propio Maduro en Miraflores en la reunión con representantes de la sociedad civil. ¿Cómo continuará ese espacio de diálogo con la ley Anti-ONG?
Ni hablar sobre los cambios en Cancillería con ministros que duran semanas. Primero, Félix Plasencia. Luego, Carlos Faría como mensaje a los rusos. Después Yván Gil, para acercarse a los europeos. Plasencia tuvo un paso fugaz por Bogotá, en contraste con el protagonismo del embajador de Colombia en Caracas. Muy “errático”.
Todo esto, se advierte, busca soliviantar a los radicales de la oposición. Para promover la abstención. Para sembrar dudas sobre la efectividad de la negociación. Para alimentar la pugna interna, dando razones a quienes creen que es imposible la convivencia y la apertura.
Mientras, el chavismo congela México. Así como le señalan que las licencias son reversibles, Maduro -que no suelta- muestra que él también puede apretar más. Si tardaron más de un año para la agenda social, no hay apuro para lo político, que le metería presión al poder.
¿Está desatada la lucha entre moderados y radicales rojos? Eso deben esperar y querer en la oposición, pues de lo contrario será muy difícil avanzar hacia una transición democrática. Y si Maduro -ese gran ganador- es el símbolo de la apertura, seguirá cosechando apoyos.
¿El régimen marcha de forma errática? ¿O confunde a sus adversarios? Moderados y radicales de la oposición intentan descifrar el enigma. Entretanto, vendo tres fórmulas infalibles por 4,5 petros o, en su defecto, acepto trueque por un apartamento con vista al mar de la felicidad.