Uno lo escucha, doctor Saab, y no cuesta imaginar que en la entrada del Sebin, de la FGR, de la Defensoría del Pueblo y de todos los lugares donde es obligación constitucional proteger a los ciudadanos, han de colocar un letrero en el que se lea: «A partir de esta puerta abandone toda esperanza de justicia».
Lo que usted ha dicho y hace, doctor Saab, va mucho más allá de la pecaminosa negligencia. Lo suyo, sus decires y actos, su mueca sarcástica al hablar, constituyen alevosa y malévola distorsión de los hechos sin otro objetivo que proteger un crimen y sus perpetradores y espetarle a la ciudadanía que las instituciones del estado se hacen cómplices por omisión y acción. Y eso, doctor Saab, degrada el necesario estado civilizatorio sin el cual el país está condenado a convertirse en un agujero muy negro en el que el mal halla amparo.
Frente a esto, estamos los ciudadanos que hemos hecho del Derecho y la Justicia nuestras causas y razón de ser. Este país, doctor Saab, no se equivoque usted, no se va a rendir ante ustedes. Este país, por mucho que ustedes lo han golpeado y destruido, les queda grande, les sigue quedando muy grande.
Este país, doctor Saab, este país al que ustedes le lanzan escupitajos de inmoralidad, puede lucirles enclenque y débil, pero esta nación tiene dentro de su más intrincada fibra una altura y una solidez moral que es escudo contra todos los que quieren convertirlo en un denigrado espacio en el cual desarrollar festines de vulgaridad y degradación.
Sepa usted, doctor Saab, que esa altura moral que ustedes pisotean es la que le sale al paso a sus afrentas y barbarie. Y, en efecto, no sabemos cuándo, pero más tarde o más temprano en este país de ciudadanos quebrados económicamente pero ricos en principios ustedes no serán más que la triste historia de una prueba superada. Lástima. Usted pudo estar del lado correcto de la moral. Y escogió situarse en la latitud equivocada.
@solmorillob