Hay -y en abundancia- los que creen que un proceso de negociación en medio de un severo conflicto socio político debería ser un asunto agradable. Pues resulta que es absolutamente lo contrario. La razón primaria que hace necesaria una negociación no es otra que la incapacidad de una parte para aniquilar, exterminar, extinguir a la otra. En Venezuela, el juego lleva años en empate técnico, no sin inmenso costo para los bandos y para, más grave aún, para los ciudadanos. La primera guerra mundial, conocida como «La Gran Guerra», tuvo al final un bando que consiguió la victoria, pero el costo del conflicto lo pagaron todos con la moneda de la miseria. Y como además el «vencedor» humilló al «vencido», años más tarde se produjo la horrorosa segunda guerra mundial.
A mí no me gusta Jorge Rodríguez. Ni un poquito. Y haber integrado a la señora Saab al equipo me parece un clásico de chavomadurismo. Sé, porque lo conozco muy bien, que sentarse a negociar con esta «gente» es para Gerardo Blyde lo más duro y complicado que le ha tocado enfrentar en su vida. Pero Gerardo no aspira ni espera que estos «encuentros» con esta «gente» sean paseos en globo.
Hay varios modelos de negociación. Hay desde los paso a paso hasta los que se fundamentan en un modo que se sintetiza en «Nada está acordado hasta que todo está acordado». No hay en asuntos de negociación entre partes en conflicto una fórmula perfecta ni mágica. Gerardo es duro, con muchos conocimientos y, además, sabe «pescar».
Llevamos años viendo la destrucción de Venezuela. De hecho, los «médicos» dicen que si Venezuela se reconstituye, igual quedará con graves secuelas.
Esto no un «sentémonos un rato a conversar». Es, más bien, un juego de dominó. Y está sentado a la mesa el Tigre de Carayaca.