Publicado en: El Universal
El historiador mexicano Juan Miguel Zunzunegui compara a Hernán Cortés con Alejandro Magno y Julio César, porque con unos pocos hombres, logró coordinar cuarenta o cincuenta tribus esclavizadas por los aztecas para enfrentar y derribar a los esclavizadores, una descomunal hazaña militar. Esa operación hubiera sido imposible sin Malinche, la indígena maya esclava de los chontales, luego regalada a los españoles, que se convierte en estratega, intérprete y mujer de Cortés y hablaba náhuatl, maya, popoluca y aprende castellano. Zunzunegui, Elvira Roca y antes Octavio Paz, indican un trastorno junguiano de Hispanoamérica: al odiar a nuestros abuelos, español e indígena, nos odiarnos a nosotros mismos, despreciamos nuestro origen. El primer mestizo recordado en Mesoamérica es el hijo de Cortés y Malinche, Martín Cortés Malintzin, capitán en el ejército de Felipe II. El matrimonio de Isabel y Fernando inicia la unificación de España; expulsan a los berebereberes de la península, conquistan Granada, Colón descubre América y Nebrija publica la primera gramática castellana, todo en 1492. El Estado español comienza a existir con el Nuevo Mundo en un solo ente, el imperio iberoamericano. Cuando se fractura y derrumba, siglos después, España recomienza como una más entre las nuevas naciones hispanas.
93% de nuestro mundo cultural habla en español y es hora de ingresar a la edad adulta, dicen los autores mencionados, y no culpar a los padres de nuestros complejos. Los “dependentólogos”, intentaron vender “el buen salvaje” rousseauniano, embellecer, encubrir la crueldad y el atraso de los indígenas, sublimarlos, a partir de que mayas, incas y aztecas conocieron técnicas de ingeniería, aunque la pirámide de Keops y el zigurat Tappeh Sialk en Irán, se construyeron varios miles de años antes de la llegada de los españoles a América. Igual otras obras trascendentales de Sumeria, China, comunidades formadas para defenderse del cambio climático. Colón viene de Europa en la Edad de hierro y encuentra en ultramar comunidades neolíticas, pero misteriosamente, aun así, es común hablar de “las grandes civilizaciones precolombinas”, mientras España era “atrasada”. La muerte masiva de indígenas, que algunos engañadores llaman genocidio, como se sabe, proviene de gérmenes que entran con los conquistadores a comunidades aisladas, endógenas, encriptadas entre dos océanos, mientras que los europeos, por ser parte de Eurasia, comparten milenios de culturas y enfermedades con el resto del mundo.
Sufrieron la peste negra venida de China en el siglo XIV. El 13 de agosto de 1521 caen Tenochtitlán y la isla de Tlatelolco, la capital mexica (azteca) en manos de Cortés y su ejército indígena, aunque impera la falsificación. Los mexicas o aztecas no eran ancestrales en Mesoamérica y apenas sumaban 8% de su población, tenían solo cien años de haber llegado de Nevada (hoy EE. UU) en 1426. Ejercen un despotismo sanguinario sobre los pueblos náhuatl con tres mil años de existencia en el lugar, sur de hoy México, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Guatemala, Honduras. Olmecas, mayas, teotihuacanos, mixtecos, purépechas, zapotecas, toltecas y muchas etnias esclavizadas por aquellos, que Cortés convierte en un ejército. La violencia de los “aztecas” proviene de su canibalismo y del culto a Huitzilopochtli, el sol, que cobraba tributo en corazones humanos, favor que devolvía con poder para esclavizar más hombres y mujeres para sacrificarlos en las pirámides de Teotihuacán. Asesinaron centenares de miles de indígenas a ese dios insaciable. Francisco Pizarro, igualmente al comando de las demás etnias, derroca a los incas,
Con la independencia comienza la falsificación de la historia, porque los criollos, para justificar su empresa, inventan una oscura leyenda sobre España y usan la creada por Lutero. Potencia emergente que quería ocupar el lugar de España, Inglaterra impulsa, financia, promueve la independencia y usan sus recursos propagandísticos contra ella. Así promueven el contrahecho panfleto de Las Casas y luego dividen Hispanoamérica en 20 países pequeños. A comienzos del siglo XX, previas a boom latinoamericano, aparecen las literaturas de la selva (Gallegos, Guiraldes, Rivera, Quiroga) e indigenista, con base en estudios de antropólogos y sociólogos, no contaminados aún por el odio a España: Juan Rulfo (Pedro Páramo) César Vallejo (El tungsteno) Alcides Arguedas (Raza de bronce), Ciro Alegría (El mundo es ancho y ajeno), José María Arguedas (Los ríos profundos), Jorge Icaza (Huasipungo) y Manuel Scorza (Redoble por Rancas). Resalta un enfoque humanista, sin adulteración histórica de la explotación y el maltrato a los indígenas por los gamonales criollos después de la independencia.
Pasada la segunda guerra mundial, nace el indigenismo marxistoide contra España. Se reúne el Primer Congreso Indigenista Interamericano, presidido por John Collier del Bureau of Indian Affairs en EE. UU. Sus actividades son oficiales, aunque es difícil que los gobiernos hayan tenido idea de lo que hacían. Crean el Instituto Indigenista Interamericano adscrito a la OEA en 1954 y comienza el debate retorcido y turbio sobre una nueva caterva de trampas. El blitzkrieg y tierra arrasada contra la cultura hispánica y reinventan relación entre victimarios y víctimas: autodeterminación indígena, invasión española, resistencia contra la opresión, el español es una lengua impuesta, destrucción de la identidad de pueblos originarios, que se tornan doctrina oficial en las universidades, a través de los Latin American Study, pero más que “estudios”, aberraciones ideológicas y falacias seudoacadémicas, para fabricar una identidad indígena. Por ejemplo, los españoles “invadieron” Perú, México, Argentina, Bolivia, Colombia, Venezuela, forzando que pueblos dominados calcen con las entidades creadas con la desmembración posterior a la independencia.
Como las élites hispanoamericanas van a universidades norteñas enfermas de “teoría crítica”, recibimos de vuelta la bipolaridad que dice Octavio Paz. En los sesenta y setenta la izquierda incorpora el racismo como opción política y aspira una nueva fragmentación, segunda luego de la independencia, aunque indigenistas iberoamericanos se comunican en inglés o castellano. España nos legó grandes estados, los Virreinatos y la mitad del territorio norteamericano de hoy pertenecía a México porque se lo cedieron los abuelos de López Obrador con el tratado Guadalupe Hidalgo de 1848. Entre esa fecha y 1920, cometen un genocidio de 120 mil indígenas en California. Los westerns presentan una conquista del Oeste contra pieles rojas salvajes que no habían visto un hombre blanco, cuando la verdad histórica es que los colonos protestantes llegaron en hordas, expulsaron y asesinaron pueblos sedentarios y cristianos para quitarles sus tierras. California fue parte del Virreinato de la Nueva España y los naturales tenían una vida estable hasta que, con las guerras apaches, usaron la “limpieza étnica”. Gerónimo, Cochise, apaches, chiripaguas y venoquis eran cristianos, hablaban y tenían nombres castellanos, y poseían sus tierras, pero quedaron como sombras “en reservaciones indias” o asesinados. Gerónimo prisionero sirvió como una atracción para exhibirlo en ferias.