Para cuando estás líneas se publiquen, mucho puede haber cambiado. Pero intentemos -por aquello de que analizar es tratar de entender- desenredar la madeja de lo que sucedió en las elecciones en la Madre Patria.
PP y PSOE aumentan su número de escaños. Bien. Se consolidan como los dos principales partidos. El electorado mayoritariamente votó por el centrismo, de mano derecha o izquierda, pero centrismo. Los votos de las minorías hacen que ni PP ni PSOE lleguen por sí sólos al número mágico, ese necesario 176. Varios otros llegaron a la meta con la lengua afuera; otros simplemente no llegaron. Es como escribir una carta con una estilográfica y, antes de terminarla, quedarse sin tinta. Para el PP y el PSOE , la situación se pinta de buscar tinta, donde encuentren. Y eso no es fácil y es, además, costoso en términos de gobernabilidad. El PP necesita 40 más. El PSOE, 54. Para conseguir esos apoyos, ambos tendrían que hacer sacrificios y quizás llegar a acuerdos inconvenientes. Y como ya harto se sabe, no siempre los sacrificios son buenos para la salud.
Pasados los procedimientos estatutarios, llegará el momento del chocolate espeso. Ambos, PP y PSOE pueden estar parados frente a la nada fácil circunstancia de considerar que mejor aliarse y trabajar juntos respetando sus diferencias (de fondo y forma) que arriesgar su futuro y el de la España del siglo XXI.
A los jefes de los partidos les toca reunirse con el Rey. Ojalá en esa reunión pese más la sensatez que las emociones. Tienen que pensar «fuera de la cajita». Dejar de lado la tan nociva tozudez. Comportarse como estadistas y no sólo como políticos.
Mejor un gobierno de negociaciones que un ejercicio del poder con grilletes de chantajes.
Están frente al «sí pero no» y viceversa. Los próximos días serán de menos gritos y más inteligencia. De menos adjetivos y más sustantivos. Para América Latina lo que pase en España es importante. Estamos por tanto atentos, muy atentos.
