A la escasez de casi todo, al espeluznante aumento en el precio de cualquier bien o servicio, al hambre y abandono que padecen enormes contingentes de la población, a la indignación de millones que sienten que el régimen nada hace para solventar los problemas que cada día tienen cría, a la inmoralidad de un gobierno que gasta fortunas en armas y bombas para reprimir al pueblo y se sienta con el Consejo Nacional de Enchufados para repartir(se) el fondo de la olla, a la escalofriante cifra de muertos, heridos, detenidos e ilegalmente procesados, a las fascistas GNB y PNB que atacan con ferocidad y ahora roban a mansalva, a tantas cosas horrorosas que no cabrían en este espacio, hay que sumar dos datos no menores: lo de la Fiscal y, como ya es titular en Radio Pasillo, un descontento perturbador en la oficialidad de las FANB.
Hay funcionarios importantes muy disgustados. La Fiscal habla. Activa. Procede. La rebotan. Insiste. Tiene apoyos. Su accionar puso en estado de shock hasta al mismo Diosdado, quien entra en ecolalia severísima y se desgañita advirtiendo a la señora que le quedan «diitas» en el cargo, porque la Constituyente plenipotenciaria «se la va a raspar». Lo dice con ese verbo de albañal que le es tan natural. Para más INRI, Carreño canta, desafinado, que «Luisa Ortega es una mujer que está loca de remate» porque salió del escaparate. Ella tiene más cartas para jugar. Las saca «despacito». Ella no es un ciudadano común. Es la Fiscal General. Jaque a la estructura madurista. Al rebelarse da oxígeno a la Nación, vitaminas contra la anomia. Si matan el Derecho matan a la República. De las frases más cáusticas de estos tenebrosos días.
Lo de los militares es críptico. Entre ellos se entienden. De seguro, Sebastiana, Hernán y Rocío saben leer mejor que yo ese enrevesado mundo y entender los ruidos de sables. Yo creo que comienzan a alisar el camino de los «salvadores de la patria», a saber, el de los que «un día de estos» van a poner orden en el batiburrillo, si toca. Es tal el desespero de la gente que parte de la esperanza está aún cifrada en los uniformes, aunque ellos hayan sido hasta ahora los malucos. Pero, a destacar, bien se han cuidado el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea de no mover una bota, un bote o un ala en este reguero de represión y violación de derechos humanos. Que quede claro que ellos no son «milicianos», ni «colectivos», ni «pacos», ni «paracos», ni «guaruras». Ni «milicos» ni «gorilas». Son los de los uniformes pulcros sin una arruga, los de los cuerpos con rigor en el entrenamiento físico y los zapatos que brillan de lustre, los «herederos de las glorias de los ejércitos libertadores». Ellos, los «de estirpe», no son los que pisotean el precepto bolivariano según el cual «maldito el soldado que usa las armas de la República contra su pueblo».
Pero lo anterior, por muy colorido que luzca en medios y redes, no es lo más importante. Lo crucial es el escenario político dividido en tres definidos grupos: el madurismo, el chavismo y la oposición en unidad democrática. Muchos piensan que madurismo y chavismo es lo mismo. No. Para los genuinos chavistas, los maduristas son traidores a la revolución, sátrapas que se infiltraron y engañaron hasta a Chávez (aprovechándose de su enfermedad), una manga de corruptos traficantes del poder a quienes se les dejó ir demasiado lejos. Ese chavismo se abstuvo o votó en contra en las elecciones presidenciales sobrevenidas post-deceso. En las parlamentarias le sacaron la alfombra a Maduro, con todo y flecos. Ese chavismo sabe que puede sobrevivir (y recuperarse) en un escenario democrático, no en una tiranía como la que quiere montar el madurismo. Claro, el asunto no es tan fácil de «patronar». Pero hay pistas. Hay que escuchar y leer a los líderes de ese chavismo que se descose del madurismo; quieren jugar en el tablero democrático, hacer de la política la guerra sin armas. ¿Hay que coincidir con sus postulados? No. Nunca voté por el chavismo y me le opongo activamente desde 1992. No concuerdo con su visión política, ni con su ejecutoria social y de políticas públicas. Pero en democracia no se trata de pensar todos igual. En democracia cabe todo aquel que respete las reglas, reglas que están en la Constitución de 1999 refrendada en 2007. Ella marca que la soberanía la tiene el pueblo, que sólo él decide quién gobierna. No autoriza a que la soberanía se la chupen mandones.
Para el madurismo el chavismo es el «coco», la oposición es lluvia radioactiva y el pueblo la marabunta. El pavor le llega al madurismo hasta los tuétanos aunque se paseen por sus canales de televisión dándoselas de guerreros caníbales. Están a punta de loperam intravenoso. Ahora se enfrentan a enemigos poderosos y complejos, que clavan aguijones: la AN, la Fiscal General + el Ministerio Público y el Pueblo (con P mayúscula). Por ahora. Al régimen le queda el Poder Ejecutivo (con divisiones internas), el TSJ (coso que se va deshilachando y con un presidente que dice que en ciertos áreas del país «no hay ley»), el Defensor del Pueblo aterrado, aferrado al puesto y gagueando y el más gris Contralor. Y ahí están los uniformados, arqueando cejas y juntándose para «evaluar». En Miraflores le tiemblan a las tijeras de Fuerte Tiuna, no al revés.
Hay puntos a sopesar. Maduro tiene poca plata y tijeras romas. Malo eso. Los modistas políticos del mundo lo ven feo. Malo eso. En los talleres de costura económicos internacionales no le creen ni el bostezo. Malo eso. Los patronadores purpurados ya le pusieron sello de pecador y le muestran el camino al confesionario. Malo eso. PDVSA no puede ya tapar que se quedó sin hilos, sin botones, sin cierres, sin telas. Malo eso. Dietrich escribe y sus palabras, que destrozan al madurismo, retumban en la intelectualidad de la izquierda mundial. Malo eso. Y si a Maduro se le hubiera ocurrido ir al desfile de la Vinotinto en el estadio olímpico de la UCV, la pita se hubiera escuchado en las antípodas. Malo eso.
Un bigotón calvito es el diseñador de la constituyente-corsé hecha a medida para vestir los placeres sórdidos del régimen. Es un desastre en Economía y Finanzas pero de cálculos electorales sabe. No dibujó el balurdo modelito constituyente. Eso lo hizo otra «persona» muy cercana a Maduro. Al gordito bigotón la idea se le planteó como dilema actuarial. Y armó el «PQC», el «pa’ que cuadre». Tantos constituyentes, tantas curules territoriales y sectoriales. Nada de preguntar antes de montar el patrón de la patraña. Si el pueblo habla, no hay vida. El modelito se le manda al CNE, como una orden. El triunfo tracaleado está cantado; la comadre podrá obsequiarle al país en horitas un «resultado irreversible». Pero al traje se le ven el mal corte y las costuras; nadie compra la copia mal hecha. El 85% de rechazo al producto no hay cómo ocultarlo.
Comienzan a estructurarse los rebeldes rojos, a enhebrar agujas, a coserse. Más es lo que no se ve que lo que se ve. Las fuerzas de Unidad Democrática se visten juntas. El pueblo protesta trajeado de bandera. Todos defienden la Constitución. ¡Dedal de oro tricolor!
Mucha tela aún por cortar y coser. No se crea que Miraflores está perdido. No es así. Le quedan decretos, sentencias, bombas, balas, activos por empeñar a prestamistas del bajo mundo. Tiene miedo pero tiene poder. Y cuando no hay escrúpulos el poder es destructivo. Falta mucho para el desenlace. Es tiempo entre descosturas y costuras.
@solmorillob
16 de junio, 2017