Por: Luis Vicente León
Me encantaría decir que sí. Que todo es controlable. Que el país recuperará en breve la estabilidad.
Cuando oigo a la gente decir que estamos tocando fondo me invade una angustia terrible: ¿será que les digo lo que pienso o me hago el loco? A veces es mejor callarse cuando no tienes nada bueno o útil que decir. Pero este no es el caso. Poner el debate de la crisis sobre la mesa es indispensable si queremos presionar los cambios necesarios para que el país no siga cayendo por el despeñadero.
La respuesta correcta a esa expresión de que el país está en el peor momento que se puede estar es: ¿te volviste loco? ¿No entiendes que esta crisis está en plena expansión y que nadie está haciendo algo racional para atajarla? ¿Que incluso si se estuvieran tomando medidas correctas, cosa que obviamente no está pasando, empeoraría aún más la situación en el corto plazo?
¿Tienes alguna duda de que la inflación este año será mayor que la que hemos visto nunca antes en el país? Y mientras eso ocurre, ¿quién le ha explicado a la población que estamos en una crisis de alto impacto y que es necesario aplicar correctivos de ajuste que exigirán sacrificios mayores y programas de acompañamiento a la población más pobre para ayudarlos a surfear lo que podría ser un drama social? ¿Cuál es la estrategia que han propuesto para abordar ese problema, que no sea una oferta de más controles de precios, expropiaciones e intervenciones, de esas que han aplicado por más de una década y que ha sido precisamente la raíz de la desinversión, la caída de la producción y las distorsiones económicas que explican la crisis y, por supuesto, la inflación?
¿Te parece que va a mejorar el abastecimiento de productos cuando el gobierno ha reducido dramáticamente las asignaciones de divisas para materias primas, maquinarias, equipos, tecnología, todo esto indispensable para garantizar la producción nacional? ¿Te imaginas un abastecimiento mayor cuando lo único que crece son las deudas que mantiene el gobierno con las empresas productoras, cuyos accionistas han decidido no seguir metiendo sus divisas en una cárcel cambiaria, que sólo tiene visita conyugal para los panas del carcelero?
¿Cuál es el impacto que crees que tendrá sobre la economía del país el hecho de que los ingresos en divisas de la nación se han caído a menos de la mitad, afectando el flujo su caja e imposibilitando que el gobierno pueda maquillar la crisis ocasionada por sus controles?
¿Te parece que la caída de casi nueve millardos de dólares en las reservas este año, incluso cuando el gobierno endeudó Citgo por dos mil quinientos millardos, cobró a descuento la deuda de República Dominicana por otros dos e hizo un swap de oro por mil milloncitos más, mandó una señal de que todo va a mejorar en breve?
Me encantaría decir que sí. Que todo es controlable. Que el país recuperará en breve la estabilidad. El único problema es que no es verdad. Y que caernos a mentiras no ayuda en nada a la solución del problema.
Lo único que nos ayudará es presionar el cambio del modelo intervencionista. Exigir racionalidad en la política económica. Proponer acciones conjuntas entre el sector privado y el gobierno. Entender que no habrá salida fácil y que independientemente de quién sea el culpable, todos, sin excepción, vamos a pagar por él. Y estar dispuestos a provocar y participar en los acuerdos nacionales necesarios para validar un ajuste que se hace indispensable, pero que será costoso, muy costoso y que nos obligará, como decía Laureano el viernes pasado: «a meter la cabeza entre las piernas y colocarnos en posición de impacto para capear el temporal de calamidades que se avecinan». Pero antes de ponerte en esa posición, no olvides hacer lo que tienes que hacer, lo correcto, lo necesario, lo racional… a pesar de tener miedo.
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