Jean Maninat

Toma este puñal… – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

Toma este puñal/ábreme las venas/quiero desangrarme hasta que me muera…

Amor gitano (Héctor Flores Osuna, de preferencia en versión de José Feliciano)

No, no es que uno pertenezca a la Liga internacional por la decencia y la defensa de las buenas costumbres, o que crea que los políticos, empresarios, artistas, escritores, cantantes, candidatos, astronautas, embajadores, generales y otras personalidades públicas no tienen derecho a pasarse de copas, como un ciudadano de metro y autobús, y cometer algún desaguisado ya con el pie en un estribo y el despecho cruzándole el alma. Errare humanum est diría cualquier cantinero -antes de que se transformaran en mixólogos- mientras pulía con un trapo la patina de sabiduría que cubría el mostrador de las barras, cuando eran barras, y no mostradores de perfumería exótica.

Pero, vamos, de allí a que un político corrido, eso que llaman un “zorro viejo”, que ha sobrevivido en la ruda política colombiana y que además fue, (según cuentan los medios de comunicación), el artífice del triunfo del presidente Petro, pierda absolutamente la chaveta y se dedique a insultar a la que fue su mano derecha y luego se convirtió en diestra del presidente, hay que recorrer un buen tramo de un sitcom, o de una intriga bufa al mejor estilo de la Comedia del arte italiana. El embrollo en el que metieron al pobre del presidente Petro (quien ya con su Twittermanía tiene de que preocuparse)  sus antiguos escuderos Armandito y Laurita, promete ser de lo más entretenido que ha dado la política latinoamericana, tan exótica y folklórica como un tocado de Carmen Miranda.

La trama incluye a una empleada del hogar (como corresponde al canon  del culebrón) quien habría sido maltratada por partida doble, tanto por Armandito como por Laurita, acusada de hurto doméstico y asediada por la seguridad del Estado, polígrafo en la muñeca para detectar si la niñera era ladrona o no.

Laurita había denunciado el robo de 7.000 dólares que tendría en su casa en un maletín producto de ahorros hechos con los viáticos de los viajes acompañando al presidente Petro. La sospechosa habitual fue la trabajadora del hogar -faltaba más- quien luego declaró a la revista Semana que se sentía amenazada. Había sido acogida por Armandito -su antiguo empleador- en Caracas bajo su protección y luego de regreso a Colombia su declaración detonó la trama en los medios. ¿Instigada por quién?

Armandito y Laurita se detestaban, se odiaban, él se sentía ninguneado por ella, apartado del calor presidencial gracias a sus maquinaciones, relegado de embajador en Caracas. ÉL, hacedor de reyes, no había sido retribuido con un puesto de Ministro, más bien de Superministro, como correspondía, para seguir moldeando -no tras bastidores- a plena luz solar, frente a los reflectores del mundo y las cámaras de la historia, el destino de su país: Colombia. Quienes lo relegaron la pagarían caro. Si él caía, caerían todos.

Hasta aquí el libreto de una serie tipo Borgen subdesarrollada, pero resulta que Armando Benedetti fue el operador político a quien se atribuye el triunfo electoral de Gustavo Petro, y Laura Sarabia era la sombra del presidente, la achichincle de lujo, profesional y eficaz, casi perfecta como una creación de IA. El trío estaba destinado a gobernar Colombia -de hecho lo hicieron durante un tiempo- hasta que las bajas y altas pasiones convirtieron en una rockola el despacho presidencial.

En un tuit de despedida, el exembajador confesó que: “… no satisfecho con lo que me correspondió políticamente, en un acto de debilidad y tristeza me dejé llevar por la rabia y el trago”

Toma este puñal/ábreme las venas/quiero desangrarme hasta que me muera…

 

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