El mismo TSJ que aprobó las sentencias con las que anuló el orden constitucional, prepara ahora un dictamen para legalizar un nuevo atropello, señalando que no haría falta la realización del referendo consultivo para convocar a la constituyente y aprobar las bases comiciales. Los mismos magistrados que deberían estar destituidos y juzgados por haber roto el hilo constitucional, como lo afirmó la Fiscal General, ahora fraguan una nueva decisión antijurídica.
La trampa que promueve Maduro no es una constituyente, sino el reconocimiento de su debilidad. Evita la consulta popular a la que está obligado según el art. 347 de la CN que establece que el poder originario es del pueblo y solo él puede convocar y aprobar las bases comiciales de una constituyente que debe contar con representantes escogidos por el voto universal y secreto y no limitado solo a sectores escogidos a dedo por Maduro.
Está claro que si Maduro no quiere consultar al pueblo para convocar la Constituyente, mucho menos lo hará para aprobar la nueva constitución. Se trata de un fraude inaceptable que debemos seguir rechazando a través de manifestaciones ciudadanas pacíficas.
Maduro, debilitado por la protesta y la crisis, quiere encerrar al país en la ruta de sus ambiciones personales con la complicidad del TSJ, sin abrir ningún espacio para el clamor nacional e internacional que exige un cambio político urgente. Anuncia el retiro de la OEA, no permite la ayuda humanitaria, aumenta la represión con juicios militares ilegales, tortura a los presos políticos, no acepta la realización de elecciones generales e impone a través del CNE la agenda de una constituyente falsa.
Las conversaciones entre oficialistas y opositores en eventos internacionales donde ya se habla de transición, demuestran que el cambio por el que luchamos es imparable.
Si queremos evitar una guerra civil, debemos aprender para no repetirlas, las lecciones de otros pueblos que llegaron a la negociación después de miles de muertes porque al final, siempre habrá que reconocer al otro, al que piensa distinto, y buscar una solución. Fue precisamente para impedir las guerras que surgió la política. Mantener la presión y la confrontación al autócrata de Maduro es imprescindible para lograr una salida política y negociada que detenga la violencia, el derramamiento de sangre y las muertes por hambre y enfermedades no tratadas.
Aunque Maduro y su entorno lo nieguen, su presencia en el poder es un factor de ingobernabilidad y anarquía absolutamente insostenible que ya hasta su entorno cercano reconoce. Incluso algunos diputados de PSUV y otros integrantes de la estructura de poder que los mantiene, están considerando la necesidad de planificar su salida del gobierno y negociar el cambio político que reclama la mayoría.
Con más de 45 días de protesta nacional, está en marcha la rebelión de las mayorías. La lucha no violenta moviliza y organiza por todos los rincones del país a una fuerza inspirada en Gandhi, Luther King, en los valientes venezolanos caídos, presos y torturados por el autócrata Maduro, en el pueblo chileno que enfrentó a Pinochet.
El gran desafío que tenemos por delante, como decía Mandela, es el perdón. Por supuesto, en el caso de Venezuela eso no significa, de modo alguno, impunidad. Necesaria es la justicia, no la venganza.
@TablanteOficial