Por: Alberto Barrera Tyszka
No me jallo sin ti.
Lo he intentado y todo ha sido inútil. Ya no sé qué inventar. Al principio, traté de llenar el vacío repitiendo tu nombre.
Mencionaba tu nombre a cada rato. Al derecho y al revés.
De cualquier manera posible. Cuando veía cualquier agujero en cualquier respiración, ahí metía tu nombre. Si me preguntaban la hora, decía las cuatro, por ejemplo, tu nombre, y quince minutos, y otra vez tu nombre. Así hacía con todo. Todo el tiempo.
Pensaba que así, quizás, nadie se daría cuenta de que faltabas. Creía que era lo mejor.
Que todos vieran, al menos, tu nombre.
Luego traté de disimular un poco tu ausencia. Tú sabes, jugando a que no estabas pero sí estabas, a que te habías ido pero no demasiado, a que sí, a que no, a que de repente y tal, a que quién sabe.
Quería que creyeran que, en el fondo, no te habías ido del todo. Ayer lo vi, le decía a la gente. Hablé con él, también decía. Les manda muchos saludos, repetí varias veces.
Pero la humanidad es ingrata. No se conforma con recaditos. Todo el mundo siempre quería saber más. La curiosidad es más contagiosa que la lechina.
Y entonces, también me puse a imitarte. Era algo lógico.
Pensé que si tú no estabas, yo podía ofrecer algo semejante.
No es lo mismo pero ahí va, se le parece un poco. Era difícil pero creí que podía lograrlo. Ensayé frente al espejo mucho tiempo, fingí tu voz, reiteré tus gestos, reproduje palabras. Incluso comencé a vestirme como tú. Con esas chaquetas deportivas, con franjas de colores. Practiqué un par de chistes. Lo de cantar, ni de vaina: tú sabes que yo nací desafinado.
Pensé que quizás así tu ausencia sería menor, o pasaría un poco desapercibida, por debajo de la mesa. Nada que ver. ¡Fracaso total! ¡Si supieras! Del tiro me desesperé y salí a contratar a un animador, a un showman de la televisión. No sabía qué hacer.
Creí que alguien así podría tomar tu lugar y mitigar tu falta en algunas ocasiones.
Pero todo salió peor, te lo confieso. ¡El tipo lo dice todo igual! ¡Tiene un piloto automático en las cuerdas vocales! ¡Habla de nosotros como si estuviera vendiendo salchichas! ¡Grita y grita como si esto fuera Sábado Gigante! ¡Qué vergüenza! Perdóname.
Sí, lo sé. Yo también hubiera preferido otra cosa. Pero, sin ti, todo se me enreda. Antes, yo llenaba tu ausencia hablando de tu ausencia. Pero, a medida que pasó el tiempo, tu ausencia permaneció y mis palabras perdieron peso, se volvieron pura cáscara.
Y sé que todos comenzaron a mirarme raro. Sé que empezaron a comentar por lo bajo, a darse codazos, a murmurar. Yo me di cuenta de que ellos se estaban dando cuenta, ¿comprendes? ¡Ay! Cada día que pasaba era peor. Todos sabían que no estabas aquí, conmigo. Lo notaban.
Lo olían. ¿Qué podía hacer? Me leí unos manuales y consulté a unos amigos.
Ellos tuvieron buenas ideas, me dieron muchos consejos.
Fue así como comenzamos a organizar todas esas fiestas.
Una misa aquí, un concierto allá, una rumba acullá, una caminata, un desfile, un acto, una recontramarcha. Para acabar con las preguntas y la murmuradera. Puras fiestas en tu honor. Fiestas tuyas, tuyitas. Con tu imagen. Con tu voz. Contigo ahí mismo, casi, casi que en vivo y en directo. A veces, poníamos tu voz grabada, cantando. Era una emoción constante. Les dimos a todos una ración cotidiana de adrenalina. Y funcionó. Funcionó muy bien.
Pero sólo por un rato. Rápidamente, eso tampoco fue suficiente. ¿Sabes qué he pensado? La masa es ninfómana.
Nunca está satisfecha. ¿Tú qué crees? Estuve a punto de volverme loco. Fue entonces cuando me dijeron que tenía que asumir una postura más agresiva, «más histérica», incluso, me dijeron. Date con furia.
Y entonces comencé a gritar, a insultar, a escupir. Eso nunca falla, repitieron los asesores. Amenaza que algo queda. Ahora ando así, por la calle. Formando líos. Denunciando que nos quieren asesinar. Acusando a unos y a otros. Dando golpes, mostrando puños, armas, sacando los dientes. Ahora sé que con escándalos podemos seguir tapando tu ausencia.
Que hay que llenar el vacío con gritos.
Apartando esto, todo lo demás sigue muy bien. Tú no te preocupes por nada. El país está magnífico. La inflación casi ni se siente. Se acabaron los problemas en las cárceles.
La Asamblea Nacional está discutiendo la Ley Desarme.
La inseguridad social está controlada y ya no hay desabastecimiento. Dicen que este año la economía va a estar mejor que nunca. Todo está perfecto. Pero yo no me jallo sin ti.