Por: Jean Maninat
Mientras empezamos a escribir lo que serán estas líneas, la MUD ha anunciado que congela su participación en el proceso de diálogo que se venía realizando con el concurso de facilitadores externos. Ni bien estalló la noticia en las pantallas, empezó el encarnizado ejercicio de colgar culpables y salvar responsabilidades. Retintinearon con nuevos brios los «estaba cantado», «yo se los advertí», «con dictadura no se dialoga» y el resto de anatemas que se levantaron cuando se vislumbró la posibilidad de establecer un ámbito de discusión con el Gobierno. En el fondo subyacía y sigue subyaciendo, la aspiración de algunos sectores de barrer los «obstáculos colaboracionistas» que, según su entender, impedían atrapar el mango bajito de la caída del régimen.
Lo cierto es que, a tres meses de comenzar las justas y valientes manifestaciones estudiantiles; de la aparición de «La Salida» como opción diferente y diferenciadora; y luego de su progresiva trasmutación -alabado sea el Señor- en una entidad que asume todas las posibilidades abiertas: la calle, las etapas, crecer en las alcaldías y gobernaciones, acumular fuerzas, ser instigadora del diálogo, contemplar la eventual participación electoral -es decir asumir lo que ha sido la posición de la MUD, pero desmarcándose de ella- la fruta sigue allí, pendiendo en el aire, agitada ciertamente, pero sin cumplir el vaticinio de Newton de tarde o temprano, atraída por las fuerzas de la gravedad, caer irremisiblemente a tierra.
El debate ha sido bastante civilizado entre quienes dirigen -o más o menos intentan conducir- a la oposición. (Los francotuitiadores de los laboratorios miameros han perdido fuelle gracias a sus lunáticos planteamientos). Si es verdad que las posiciones se están acercando cada vez más, ¿qué impide que se relance una nueva plataforma unitaria para darle nuevos bríos a la contienda democrática? ¿Cuáles son las diferencias -tan abismales- que impiden una acción común y convincente? Preguntaba un amigo y preocupado observador extranjero de nuestros quehaceres. Son dos preguntas básicas que no deberían ser tan difíciles de responder, sobre todo si tenemos en cuenta el clima ecuménico que se ha venido desarrollado últimamente.
Ahora que la puerta del diálogo pareciera estar a punto de cerrarse -a la espera de la reunión con la troika de cancilleres de Unasur y el Nuncio Apostólico- todo indica que haría falta una discusión, abierta, transparente, pero entre los diversos componentes de la MUD para tratar de ubicar en cuál coordenada de la carta de navegación se encuentran. (Corresponde a los estudiantes y sus líderes naturales decidir si participarían en un ejercicio semejante. Lo mismo vale para los otros sectores). Con la derrota del diálogo también pierde la oposición. La fantasía según la cual haber mostrado al mundo las iniquidades del régimen, su destructiva acción económica y su inagotable capacidad represiva, sería suficiente para que la comunidad internacional entre en razón y reconozca plenamente todos los argumentos opositores, es eso: una quimera. Hay que tener la razón y saber hacerla avanzar y allí se está en deuda.
Venezuela se ha convertido en el fastidio del vecindario, en la basurita aferrada a los ojos de los gobernantes de la región. De la troika de cancilleres de Unasur, dos tienen ante sí procesos electorales a tiro de piedra y el Nuncio Apostólico está realizando la primera mediación de Francisco en su mandato como Papa. A ninguno le interesa que el diálogo fracase completamente. Por tanto, a la oposición le podría interesar batir la puerta, pero dejando un pie metido contra el quicio, para que quede abierto un intersticio por el cual obligar la atención de los representantes internacionales. Dejarlos ir sin más, después de haber expresado el enojo y la indignación con la actitud del régimen, sería poco hábil y menos útil. Si el diálogo fracasa por culpa del Gobierno, hay dos objetivos a proseguir con la representación internacional que tendrían amplio apoyo: la medida humanitaria para Simonovis y la vigilancia efectiva de los procesos electorales.
Paradójicamente, el diálogo podría tener más dolientes afuera que adentro del país.
@jeanmaninat