Por: Jean Maninat
En un artículo publicado en el diario español El País, Henrique Capriles, expuso lo que el sector “colaboracionista” de la oposición democrática venezolana tiene ya un largo tiempo argumentando: retomar la ruta democrática y electoral. Como era de esperarse, las hordas del odio tuitero se han activado y preparan sus paredones y guillotinas virtuales. Otros están desconcertados con el cambio de seña de quien hasta hace nada era su dirigente preferido y callan.
En política no vale lo de “tarde piaste pajarito” y el reconocimiento que hace Capriles es bienvenido, en medio de tantos actos de prestidigitación a los que se ha habituado la dirigencia opositora en la nefasta ruta que escogió después del triunfo de diciembre 2015. El acto de contrición debería ser el acicate para que se produzca una discusión severa sobre el camino a seguir, haciéndole una autopsia al mantra de cese a la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres con los que se arrulló el sueño opositor.
Curiosamente, en medio de un 23 de enero más su conmemoración ha sido puesta de lado para favorecer la ficción de un ejecutivo paralelo en gira internacional. El gobierno por su parte lo celebró dándole públicamente rango ministerial al embajador cubano, un hecho que ni siquiera en los momentos más arduos de la Guerra Fría se le ocurrió a gobernante alguno. Al menos se mantenían las formas.
Veremos que destino le dan a lo argumentado por el exgobernador los principales partidos de la menguada oposición. Los que dicen escuchar los mensajes subterráneos poniendo el oído en tierra auguran un regreso de la cordura en medio de los escombros que dejaron cinco años de improvisación, ensayo y error, histrionismo y primacía de las tesis radicales. Costará mucho hacer que la gente vuelva a creer en la fuerza del voto después de que se ha malgastado tanta energía en desacreditarlo. Pero si las encuestas de opinión atinan, el grueso de la ciudadanía -a pesar de sus pesares- favorecería la lucha electoral por encima de cualquier otra opción sobre la mesa. A diferencia de quienes proclaman que todas son válidas como las prendas de una sola talla.
Uno quiere creer que en las trastiendas partidistas opositoras las maquinarias se aceitan, las diferencias se liman, los sentidos se aguzan y las arterias se limpian del colesterol maximalista que los ha alejado aceleradamente del fervor popular en el quinquenio maldito.
La nomenclatura gobernante ha lanzado el reto de las elecciones parlamentarias en tono pendenciero y burlón. La oposición democrática no debería distraerse creando mundos paralelos, pompas de jabón sin contenido alguno, salvo las fotos y apretones de manos internacionales.
Ojalá y lo escrito por Capriles sea el anuncio de una reflexión seria y no un grito póstumo para llamar la atención. Hay un hecho político real ante nuestras narices: las elecciones parlamentarias este año. Estamos en enero, no volvamos a perder el tiempo en zoquetadas. Comienza el descuento.
Lea también: «El ombligo«, de Jean Maninat