Jean Maninat

Un monedero en Caracas – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

No sabemos quién diseña la estrategia comunicacional del candidato oficial del oficialismo. A quién se le habrá ocurrido traer desde España a uno de los más devaluados ideólogos de la izquierda a la izquierda de la izquierda, que transita los plató tertulianos de la Madre Patria repitiendo sandeces, reanimando Lázaros teóricos, buhonero de un supuesto “pensamiento alternativo” que es hoy un sudario maloliente rechazado hasta por las huestes progres que alguna vez lo agitaron como portaestandarte en contra de la casta. El partido del que fue fundador, Podemos, es hoy un cacharro contaminante, un desecho tóxico como quien fuera su líder omnipotente y omnipresente, Pablo Iglesias.

Recién se cumplieron 10 años (2014) de cuando un grupo de profesores de politología (una disciplina insustituible en el mundo actual, a pesar de sus detractores) lanzaron el partido que recién habían fundado a las elecciones del Parlamento Europeo y lograron cuatro escaños con más de 1,2 millones de votos, convirtiéndose  en la novedad política de la izquierda europea. Podemos se transformaría en eso que llaman “un referente obligado” llegando a formar Gobierno de la mano ansiosa de Pedro Sánchez por quedarse con las llaves de La Moncloa. Lo que siguió es harto conocido, un desmadre personalista que solo logró subrayar la falta de solidez profesional y la intoxicación ideológica como plan de trabajo gubernamental. Podemos se fue como vino, con mucho ruido y pocas nueces. Para entonces, ya el ideólogo invitado del oficialismo criollo había saltado del barco náufrago.

Nadie rechaza en vientre el apellido que le heredan sus padres -no todavía, al menos-, qué culpa tiene uno si lo registran en la parroquia bajo el nombre de Charola, Cepillo, Limosna o… Monedero. Ni modo, aguantar el chapuzón cotidiano en el colegio, la creatividad jocosa de los colegas de trabajo, los ojitos burlones del agente de migración en el aeropuerto. (De la dictadura del significante habló alguien). Pero vivir para llenar el significado de contenido ideológico-monetario es una tarea que le ronca los criptodoblones, así sean líquidos. La progresía europea cobra en euros y la gringa en dólares, noblesse oblige, nada de andar transando con monedas revolucionarias.

La pasada por Caracas de Juan Carlos Monedero (sí, sí, no es su culpa) tiene el regusto de un acto de mago de chistera remendada y gato famélico pasado por liebre. Es una muestra más de la inercia del pensamiento revolucionario, de la inopia creativa de sus cultores, y del terrible vicio de conjurar la realidad recitando consignas heroicas y desvencijadas. ¡Ah! Pero quién cuenta los días ansioso en algún lugar de París: Ignacio Ramonet. Ya lo verán.

 

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