Un poco de sentido común

Por: Jean Maninat

La mezcla de política de alta intensidad, tráfico endemoniado a todas horas, caos urbano, inseguridad, desabastecimiento, produce en los ciudadanos una sensación de precariedad, de vivir en una isla en alta mar rodeados de tiburones y con un único y reseco cocotero por todo resguardo. Aún así viven, inventan, van a sus trabajos, hasta se divierten y llegan a casarse y procrear hijos. Tienen la entereza del sentido común.

La misma situación de caos, produce en algunas mentes –que se suponen educadas para dirigir la polis y con cierta sofisticación analítica para descomponer la realidad– un estado de trastorno total, con las agujas de la brújula política girando como poseídas para todos lados y el cerebro sudando enfebrecido un desenfreno de ideas disparatadas que apuntan directamente hacia el abismo. Les falta la entereza del sentido común.

No es que no tenga uno el derecho a equivocarse en el análisis, o sacar conclusiones defectuosas de un análisis serio. Son variantes que se dan con regularidad en la política, un oficio hecho para lidiar con la incertidumbre que acecha detrás de toda certidumbre. Por eso no es una labor para improvisados, para quienes suponen que serán ganadores desde el momento en que acorralan el nombre de su nuevo partido, digamos: Yo Presidente (YP). Muy por el contrario, su materia prima está amasada con derrotas, victorias pírricas, avances lentos, hasta poder identificar  apropiadamente las exigencias y el mood de la sociedad y los ciudadanos/electores que la componen. No hay otro camino democrático.

La excelente película NO del cineasta chileno Pablo Larraín, narra los esfuerzos de un grupo variopinto de publicistas comerciales por convencer a los partidos de la izquierda tradicional de asumir un discurso novedoso, a tono con lo que era la sociedad chilena en momentos de realizarse el plebiscito contra Pinochet. La confrontación entre el joven y desprejuiciado publicista y los duros y experimentados comunistas que lo increpan; los radicales que sólo quieren participar para «dejar un mensaje» y hasta los mas ecuánimes socialistas que creen que se puede ganar, pero exponiendo los males de la dictadura, es una de las más memorables radiografías políticas vistas en el cine en los últimos años. Como es sabido, el NO ganó y un nuevo Chile se disparó.
Hasta ahora los dirigentes de nuestra oposición, con Capriles a la cabeza, han mantenido una línea coherente acorde con lo que parecerían ser los requerimientos de esta campaña presidencial. Los resabiados de la abstención han perdido fuelle y credibilidad gracias a su propia esterilidad propositiva. La campaña y la fuerza de Capriles están haciendo su labor. El oficialismo así lo resiente, por eso hay que evitar cualquier triunfalismo que detenga la gota china en la cabeza del candidato oficialista.

Sin embargo, ha surgido un nuevo argumento, sin duda de muy buena fe, que contiene una carga desmovilizadora importante. «Es mejor que Maduro gane para que así asuma el barranco de lo que viene». Digamos que no deja de tener lógica, lo que no tiene es el mínimo sentido común. De alguna manera es un razonamiento vástago de la misma falta de criterio que llevó a la oposición en el 2005 a abstenerse y darse tres tiros en cada pie y dos de ñapa en cada rodilla.

Argumentar que lo mejor es que Capriles pierda para que Maduro se desbarranque ulteriormente, es tan ingenuo como pensar que lo mejor para un retador es perder un título mundial de boxeo para así esperar al campeón en la bajadita cuando los años y el desgaste físico den cuenta de su contundencia y entonces derrotarlo. O como me decía mi amigo Francisco –no, éste es laico–  es como si un grupo de policías presenciara una violación en gavilla y la dejará continuar sin actuar, para que el crimen sea mayor y el castigo peor.

No hay atajos ni truquitos posibles. Sólo peleando cada elección, sólo apoyando y trabajando por la candidatura de Capriles para que gane sin duda alguna, se podrá seguir construyendo y fortaleciendo la opción democrática.

Es simple. Sólo se requiere una dosis adecuada de sentido común.

@jeanmaninat

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