Publicado en: El Nacional
Por: Fernando Rodríguez
Sintetizaría la premisa básica de la actual política de la oposición, que no retumba como fuese deseable, de la manera siguiente: las elecciones del 20 de mayo son ilegítimas, lo que hace que, en el escenario más favorable para Maduro, este sería presidente hasta terminar el actual periodo constitucional y debería haber entonces nuevos y limpios comicios presidenciales. Digo que es el más favorable porque el susodicho ha cometido tantas y tan mayúsculas tropelías contra la Constitución que en rigor ya ha perdido su legitimidad, lo cual podría ser decisivo en determinadas situaciones. Esto es lo que ha dicho la oposición mayoritaria, con matices y énfasis diversos. A esto hay que sumarle, por supuesto, el apoyo casi unánime del planeta democrático. Y dicho con una intensidad pocas veces vista y nunca en nuestra región. Lo que nos obliga, moral y estratégicamente, a mantener la palabra empeñada.
No estamos diciendo, obviamente, que esa política pueda ser reducida a esa finalidad, solo hemos pretendido hacer una jerarquía deductiva, pero allí están con la misma necesaria presencia el resto del petitorio por la libertad y la dignidad de los venezolanos que todos conocemos: presos, canal humanitario, restitución institucional, economía abierta…
Pero nos interesa ahora subrayar esa premisa señalada y lo que de ella se infiere, so pena de hacerla incoherente, inoperante y cínica. Por ejemplo, ella no es compatible con las formas de diálogo que implican el reconocimiento de la legitimidad del poder establecido. Diría que salvo una excepción: que la negociación conduzca a la deposición del dictador, bien sea por renuncia o por fijación de esas pulcras elecciones aludidas, lo cual supone condiciones realmente estrictas de desarrollo para obtener esa eventual concesión. En su momento se verá qué se cede en esa salida posible, la reconciliación nacional sigue siendo el objetivo final de esta desventura histórica que vivimos. O dicho a la inversa, no puede haber un diálogo que suponga la permanencia de Maduro en el poder por un nuevo período o que deje abierta esa siniestra posibilidad. Ya sabemos lo amargo que sabe, como para repetir el show de los Rodríguez y el bucanero Rodríguez Zapatero, a quien por cierto la MUD le ha dado justa respuesta a su desvergonzada última visita. Y tampoco es tiempo de oír las bellas almas que hablan en nombre de la paz y la civilidad de un diálogo abstracto e imprescindible. O a los opositores que, taimados o cándidos, hasta ahora de ínfima talla, que verbalizan que Maduro ya se hizo del poder y que solo podemos arrancar algunas rectificaciones para aliviar al país y, si fuese posible, para alimentar el partido o los buenos negocios.
Hay, por último, transacciones parciales posibles, concesiones del gobierno, que ni podemos ni debemos impedir. Tal la reciente salida de algunos presos políticos. Pero que tampoco, por las mismas razones legitimadoras, debemos tramitar nosotros. ¿Cómo oponerse a la salida de esos nobles y martirizados luchadores? Es más, debemos ser los primeros en propiciarlo y luchar por ello. Pero ese logro vendrá de la debilidad del gobierno y de las presiones objetivas nacionales e internacionales y no de una componenda a la dominicana. Que algunos gobernadores opositores y otros asomados se sumaron al reciente operativo, mejor olvidarlo.
Y en cada caso hay que pensar las posibles presiones e intervenciones del mundo civil dadas determinadas circunstancias. Me parece perfectamente correcta ante la supuesta, muy supuesta, transacción del gobierno con la Organización Panamericana de la Salud, a fin de iniciar la compra de medicamentos, la posición de los grupos civiles que luchan denodadamente en esa área de entrevistarse con la delegada que nos visitaba y la solicitud de participar en el eventual operativo, tratando de evitar que esta ayuda caiga solo en manos de la probada ineficiencia del gobierno y trabar su uso clientelar y politiquero. Aquí hablamos de vidas y de muertes.
Se trata de ser coherentes y constantes, de no hacer y deshacer, no de ser dogmáticos y tontamente feroces en este difícil camino a transitar.