Floralicia Anzola

Venezuela: ¿No es acaso, un lujo, olvidar? – Floralicia Anzola

Por: Floralicia Anzola

Han transcurrido 25 años desde que nuestra historia de país comenzó a narrarse con la violencia de la perversión y la desvergüenza. Desde que un intento de golpe fracasado en armas, puso a los frustrados, a través de los votos a gobernar.

25 años en la historia parece un espacio de tiempo corto, pero en una vida puede ser el alcanzar la madurez, el empezar a envejecer o la muerte.

Para los venezolanos exponerse a la verdad cuando el tiempo ha pasado puede resultar un ejercicio cruel pero no está exento de belleza en la esperanza. La ensoñación de que todavía es posible, como el aleteo incesante de una mariposa atrapada en un cubo de cristal.

La película “Simón” de Diego Vicentini obliga a cada venezolano a remover esa cicatriz, ese desconsuelo y reflexionar.

2014, 2017. Salimos a las calles a protestar, llegábamos unidos y sudados con banderas y lemas. Creíamos.

Enseñamos a nuestros hijos cómo enfrentar los gases lacrimógenos: “ponga el pañuelo de vinagre en un bolsillo”… mientras  en el nuestro, quedaba agazapado el miedo. Confiábamos.

Hicimos de la información nuestra contraseña. Construíamos.

Hasta que llegó la violencia arrasando todo. Perdigones, balas, bombas. Sangre, heridos, fallecidos. También, moríamos.

Entre el primero de abril y el 31 de julio de 2017, miles de venezolanos salieron día tras día a protestar por la libertad y la democracia. A lo largo de más de 120 días de manifestaciones, fueron asesinadas 158  personas –de las cuales 65 % (103) eran menores de 30 años. Apresaron a más de 3 mil.

Durante cuatro meses, mujeres y hombres, jóvenes y ancianos, trabajadores y estudiantes, políticos y activistas, periodistas y artistas, exigieron en las calles la restitución del orden constitucional, elecciones libres, la liberación de presos políticos, el respeto a la Asamblea Nacional y ayuda humanitaria.

¿Por qué les dejamos solos? ¿Dónde estaban los políticos cuando cayeron los nuestros? ¿qué pasó con nuestros jóvenes torturados, movidos por la ilusión de la libertad y la justicia? ¿cómo pudimos seguir en restaurantes y centros comerciales, divididos, de espaldas, como si la lucha de los otros en la calle nos fuera ajena?

¿Cómo podemos permitirnos hoy el olvido? Contar nuestra historia, no es fácil. La pérdida mancha la narrativa.

Perder la democracia. Perder el trabajo. Perder nuestro hogar. Perder el paisaje que nos acogía. Perdernos los unos de los otros.

Somos casi 8 millones de venezolanos fuera de Venezuela, un éxodo que no termina. ¿qué viene ahora? ¿Más olvido? ¿no es acaso, un lujo, olvidar?

 

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