Publicado en: Tal Cual
Por: Laureano Márquez
Fuera de Venezuela, a muchos les cuesta comprender lo que sucede en nuestro país. Es común ver a comentaristas en los espacios de opinión e incluso a sesudos analistas que siguen sin enterarse de lo que acontece en la patria de Bolívar. No es de culpar -incluso a los que llevamos 20 años padeciendo esta tragedia, nos cuesta-, pero es menester ayudarles.
Vamos a ver:
¿Es Venezuela una dictadura? En primer lugar debemos señalar que hay que distinguir cuando hablamos de democracia entre legitimidad de origen y legitimidad de ejercicio. Esto es: para que un gobierno sea considerado democrático, no sólo debe provenir del voto popular, sino también comportarse conforme a los principios que dan sentido a la democracia, a saber: no encarcelar al que piensa diferente, no asesinar al que protesta, no torturar prisioneros, tolerar la expresión libre del pensamiento, respetar las minorías, cumplir la Constitución, acatar la división de poderes, entre muchas otras cosas.
Nicolás Maduro en Venezuela ha perdido ambas legitimidades. Ni gobierna de manera democrática, ni cuenta con el respaldo popular. ¿Cómo es eso -me preguntara usted, querido Dummie-, si el año pasado ganó unas elecciones? Pues mire usted, le explico: efectivamente, en el año 2018, Maduro convocó a una elecciones presidenciales que “ganó” con el 67% de los votos (casualmente el mismo porcentaje que obtuvo Pinochet en el plebiscito de 1980, pura coincidencia).
Las elecciones fueron desconocidas por la oposición y la comunidad internacional. ¿Y por qué?, pues bueno, le explico con un ejemplo a ver si le queda claro a la gente de Podemos en España, por nombrar a algún grupo de los que menos entienden (o quizá entienden muy bien): en 1966 Francisco Franco ganó un referéndum en España para seguir en el poder, ganó con el 98% de los votos a favor suyo, ¿diría usted por tal razón que Franco no era un dictador?, pues es exactamente lo mismo, las elecciones venezolanas fueron tan poco transparentes como las de Franco en 1966, realizadas con la misma parcialidad, con similar exclusión de las opciones contrarias e idéntica presión sobre los votantes.
Venezuela es una dictadura, tanto como la de Pinochet y la de Franco, aunque a muchos les cueste entenderlo porque la hallan más simpática y próxima ideológicamente.
¿Hubo golpe de Estado en Venezuela? Veamos primero qué es un golpe de Estado: “Un golpe de Estado es la toma del poder político de un modo repentino y violento –con el apoyo de la fuerza armada–, por parte de un grupo de poder, vulnerando las normas legales de sucesión en el poder vigente con anterioridad”. Pues sí, hubo un golpe de Estado en Venezuela el 10 de enero de este año –no habiendo sido reconocidos los resultados de las elecciones fraudulentas del 2018– el periodo constitucional de Nicolás Maduro se venció, como establece la Constitución y sin la existencia de sucesor electo legítima y democráticamente en elecciones libres, se produce un vacío constitucional y Maduro se convierte en usurpador de la presidencia de la república, amparado en la represión y el apoyo de la Fuerza Armada.
Dicho de otra manera: de forma violenta Maduro vulnera el ordenamiento legal vigente. Por tanto sí que hubo un golpe: lo dio Nicolás Maduro. Hasta este momento las fuerzas armadas de Venezuela son cómplices de este golpe de Estado
¿Qué les pide en este momento el presidente encargado Juan Guaidó a los militares? ¿Que intervengan? No, exactamente todo lo contrario, los venezolanos estamos muy claros en relación con el daño que la intervención de la fuerza armada ha producido en la política nacional a lo largo de nuestra historia. Así que lo que se les pide es, justamente, que dejen de participar en la defensa de un régimen dictatorial y acaten el mandato de la Constitución, que no se involucren en política partidista, que no obstaculicen la salida democrática.
¿Juan Guaidó se autoproclamó presidente? Algunos comunicadores hablan aún del “autoproclamado presidente de Venezuela”. El ordenamiento constitucional venezolano establece que la falta absoluta del presidente será suplida por el presidente de turno de la Asamblea Nacional. No habiendo presidente electo, por las razones señaladas, se verifica un vacío de poder, una “falta absoluta” de presidente y corresponde al presidente de la Asamblea, Juan Guaidó, asumir la presidencia. La Constitución no habla ni de proclamación, ni siquiera de juramentación, señala que el presidente de la Asamblea se encarga de la presidencia para convocar nuevas elecciones, se encarga de manera automática, porque consideró el constituyente que la Asamblea Nacional, un poder electo por votación popular, es el que puede suplir el vacío de poder existente.
Es decir, Juan Guaidó no se autoproclamó, sino que asume el cargo como establece la Constitución.
¿Se puede negociar con Maduro o pedirle que convoque a elecciones? Como bien ha señalado el ex-presidente español Felipe González, Maduro ha dado muestras suficientes de que usa el diálogo para perpetuarse en el poder. Cada minuto que permanezca en el poder se convierte en un minuto más de muerte para el pueblo venezolano: bien por la ausencia de alimentos y medicinas, bien por la dura y cruel represión que cada día se lleva nuevas vidas, especialmente las de los más jóvenes. Por otro lado, unas elecciones convocadas por Maduro, con el mismo consejo electoral, no haría sino repetir el escenario del año pasado.
Entonces, la única solución constitucional y además sensata y pacífica es que (1)cese en la usurpación, que se constituya, como ya el mundo democrático reconoce, un (2)gobierno de transición, para que convoque y lleve a cabo unas (3)nuevas elecciones, esta vez limpias, imparciales y supervisadas por la comunidad internacional. A los que tanto temen -con justificada razón- “el derramamiento de sangre en Venezuela”, aquí tienen la ruta para evitarlo que propone la única representación legal y legítima del pueblo venezolano que existe en este momento. Cualquier otra extrema unción que proponga el régimen que agoniza para prolongar la dictadura, se traducirá en mayor derramamiento de sangre y violencia en contra el pueblo de Venezuela y convertiría a los que la avalen en cómplices.
Lea también: «Carta a la FAN«, de Laureano Márquez