Publicado en: Analítica.com
“¡Estoy ansioso por criticar tantos prejuicios que la sociedad ha entronizado como creencia para caracterizar, denigrando, la idea de la política y la seriedad de su práctica! (…) Es esta sociedad la que concibió estos prejuicios, la que los ha hecho propios y ajenos, la que tira la piedra de su moralismo y luego esconde la mano de su responsabilidad”. Así sonó el clamor de Luis Castro Leiva, quien como orador de orden ante el Congreso por la conmemoración de los 40 años dela caída de Pérez Jiménez, prevenía en 1998 sobre las ronchas de ese añoso veneno inoculado en las venas de la república: el barrunto de que la política y los políticos son “sucios” y que por tanto había que prescindir de ellossi queríamos adecentaral país(una narrativa afín al atavismo mesiánico que cobraba cuerpo, a la demanda de un líder sin mácula ni pecados públicos, y al mismo tiempo coartadapara el rebrote delautoritarismo; la historia se encargó de evidenciarlo).En la voz del oradorviaja su angustia: mientras vivamos a merced de esa Escila cuyo colmillo filudo se clava en elethos, nuestra civilidad está en riesgo.“Y es que el desprecio de la política es un hecho social demasiado grueso y negligente como para pasarlo por alto; demasiado ominoso para no verlo a la cara”.
Rechazo al diálogo, maniqueísmo, descalificación del contrario…la confusión respecto al ejercicio de la crítica en el ámbito de la polisgana terreno desde entonces. Pero lo tremendoes vercómo los modos de un régimen despótico quebebe de la dañosafuente de la antipolítica, lejos de ser combatidos y desactivados, se saltan la barda para instalarseen el cortijode los opositores. Lindezas como “traidores”, “vendidos”, “ficha de fulano” bailan desnudas y desatadas en los fallidos debates de redes sociales, mostrando sus feas deformidades y su vacuidad, todo mientras los mandones se solazan en el destrozo: recordemos que a las tiranías-apunta Hannah Arendt- les conviene arruinar “el estar juntos de los hombres”, pues “se basan en la experiencia fundamental en la cual estoy completamente solo, que es la de estar indefenso, incapaz de recabar la ayuda de mis congéneres”.
Por lo visto, la rabia no nos deja catar nuestros espléndidos autogoles.La exacerbación de la emocionalidad maleando todo intercambio -una cueva oscura en la que Chávez nos introdujo y que evita que podamos distinguir entre la realidad y sus sombras- bloquea la palabra y su poder transformador, espanta la piedad y hasta el más llano sentido común, ese que dice que sin unidad, articulación y respaldo mutuo no podremos salirenteros de estos infiernos. Antipartidismo einmediatismohacen impúdica fiesta en los corazones de los desesperados, tanto que incluso encuentrana cómodo en el ánimo de cierta dirigencia que alguna vez apostó al rescate de la política, mediante los medios de la política.
Después de viejos, viruela. En lugar de aferrarsea esasana praxis, la del hablar y actuar juntos, y convencera partir del logos, favorecer la estrategia delucha de largo plazo,preservar las instituciones que resisten, defender el voto y la supervivencia de los partidos (entendiendo que frente al autoritarismoimporta especialmenteque la sociedad opongalodemocrático, esa toma de conciencia popular, masiva de su propia fuerza, como decía Manuel Caballero)algunos optan por activarsesólo desde el pathos, confundiendo liderazgo con queja, rebeldíacon ciega testarudez, persuasióncon rústicotrasteo de lo afectivo.La impronta del caudillo de-Biblia-en-mano sigue susurrando al oído. Olvidan que de un líder se esperanhoymanifestaciones que trasciendan la simpleopinión de la calzada (algo más que “lo urgente es salir de la dictadura“), claridad para avizorar rutas viables yempujar acuerdosplurales e inclusivos,disposición para adaptarse al cambio oescuchar aquello que no le complace;talentoparasustentar y comunicar su visión, -y conectarla con la de la mayoría-gestionar con destrezael conflictoolidiar a punta de “virtù” con la incertidumbre, con elcosto de las decisionesque el “aquí y ahora”obliga a tomar. “A un líder no lo define la voluntad de serlo (…) sino los resultados de lo que hace”, dice Felipe González: resultados queen medio de nuestras limitaciones y visiblesdesgarros,deberían apuntaraarmonizarposturasy juntar potencialidades que por dispersas no terminan de coronar en fortaleza.
Sería trágico admitir que vivir por tanto tiempo bajo el mazo de la antipolítica ha logrado desdibujarnos del todo.”Si miras mucho a un abismo, el abismo terminará por mirar dentro de ti”, alertaba Nietzsche…¿cómo luchar largamente contra un monstruo sin adoptar sus formas, cómo tratar a diario conel malsin acabar contaminado por él?Son preguntas que como sociedad toca formularnos, y que a los líderes -conscientes de lo que se juega en estas horas procelosas- corresponde descifrar con responsabilidad, con hechos, muy al tanto del equívocopor desandar y del carrilque urgeretomar.