Publicado en: Blog personal
Por: Ismael Pérez Vigil
A pesar de la turbulencia política que vivimos en este momento, o quizás precisamente por eso, decidí mantener y concluir la reflexión que inicié la semana pasada sobre el “totalitarismo”, pues creo que es importante, además de lidiar con lo cotidiano de la política, incorporar elementos conceptuales al análisis, que nos permitan entender mejor la realidad que vivimos.
Se recordara que en mi reflexión de la semana pasada (ver: https://bit.ly/3V3msvg), fui llevado de la mano por el psicólogo social J.A.C. Brown y su visión al respecto; en el párrafo anterior a la conclusión, referí el criterio de Brown acerca de cuáles son los sectores o personas −los resentidos, repudiados, frustrados, grupos minoritarios o socialmente inadaptados− en los que tienen éxito las ideologías totalitarias para reclutar sus adeptos y seguidores. En mi reflexión de esta semana me guio por el criterio sobre este punto de otro autor, muy disímil, como lo es Ernesto Sábato, pero que tiene algunas ideas y conclusiones similares a las de Brown.
Lo que dice Sábato.
La visión de Ernesto Sábato se deprende más de su experiencia, política y personal, durante su militancia juvenil en la izquierda; conocemos a Sábato como escritor y novelista de renombre −Premio Cervantes−, pero pocos saben que fue físico y por tanto aporta a sus escritos una connotación científica, que explica algo de su pesimismo y cinismo al tratar diversos temas.
Y así nos explica Sábato como millones de obreros, estudiantes, profesionales, miembros de la clase media, en todo el mundo, siguieron a Marx; pero lo hicieron, dice, no por haber leído El Capital o sus escritos económicos y filosóficos, sino por su “calidad humana” −para muchos en duda−, el verbo encendido de sus voceros y la falaz intuición de que allí podía haber el germen de una doctrina para luchar contra la opresión mercantilista. En sus propias palabras podemos leer: “…los mejores revolucionarios socialistas no surgieron de las masas desposeídas sino de la burguesía y la aristocracia. Con raras excepciones, nunca han resultado los «hijos del pueblo»: casi siempre son resentidos que han llegado al movimiento revolucionario impulsados por sentimientos inferiores.” (Heterodoxia. 1941. Edic. Alianza, 1973, Pág. 205 de la edición digital)
Lenin, que vivió por muy poco tiempo después de tomar el poder, pero sobre todo Stalin, Mao y Castro, (algunas adulteraciones, sobrevivieron con mejor éxito a las obras originales) se encargaron de convencer al mundo, nos dice Sábato, de que la “otra intuición” era la verdadera, la de que allí lo que había era el germen de una opresión peor.
Así, una doctrina que debió sucumbir en el siglo al siglo XIX y principios del XX, revive hoy; pues, como sabemos, los siglos no terminan al mismo tiempo para todos y, por desgracia, deambulan por nuestros tiempos, del siglo XXI, habitantes del siglo XIX, como también dijo una vez Ernesto Sábato. (Hombres y Engranajes. 1941. Edic. Alianza, 1973)
Este mismo autor, Sábato, nos dice que, en el marxismo, el comunismo, el fascismo, el nazismo, etc. como en todo movimiento “religioso” −tanto él como Brown, comparan estos movimientos con una “religión” −, hay que “creer para ver” y nadie se aleja o se acerca a este tipo de fenómenos por motivaciones meramente intelectuales. No nos engañemos, dice, las doctrinas antihistóricas están condenadas al fracaso, pero pueden hacer mucho daño en sus “andaduras” e intentos de implantación y degenerar en cosas peores; por lo tanto, agrego yo, no nos crucemos de brazos hoy, pero tampoco ayudemos a revivir estos totalitarismos.
Polarización y populismo.
Cuando se polarizan las cosas colocando de un lado a los “comunistas”, para muchos lo lógico es que del otro lado se ubiquen los anticomunistas, y bien sabemos que estos dos extremos por lo general se tocan, como dice el refrán popular. Tan peligrosa es una dictadura de izquierda, como una de derecha, discusión reciente en varios grupos de redes sociales. Para un demócrata hay pocas diferencias prácticas, o ninguna, entre un Castro y un Pinochet o un Franco. Nunca fue más cierta la famosa frase, con las que abren el Manifiesto Comunista sus autores y que es la parte que todos recordamos: “Un fantasma recorre Europa…”; pero, paradójicamente, resultaron proféticas también las palabras de Marx y Engels con las que continúan la frase y que recordamos menos: “Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar ese fantasma…”.
Este fenómeno que aterrorizó a Europa y al mundo durante casi un siglo, es hoy un verdadero fantasma; mal negocio sería que estemos contribuyendo a revivirlo… y algunos lo están haciendo, reeditando con el populismo, al neofascismo y el neonazismo y resucitando al vetusto comunismo, sepultado con la caída de la Unión Soviética y el Muro de Berlín. Pueblos enteros siguen lo que son claras promesas demagógicas y populistas que los líderes del momento no tienen empacho en formular… y luego en olvidar, cuando llegan al poder.
Anti populismo y antipolítica.
Quienes nos educamos en un colegio católico y tuvimos o tenemos a nuestros hijos en la educación católica, de alguna forma demostramos que creemos en que las grandes transformaciones de la humanidad han partido de un acto de fe y una visión ética del mundo; pero, para combatir tendencias enarboladas por quien tiene todos los recursos del estado a su favor, no nos basta con la fe y esa visión ética, debemos también, estar informados y organizados.
Pero, no nos llamemos a equívocos, en la era de la “antipolítica”, que a tantos seduce, en la sociedad civil tenemos muchas cosas que nos diferencian de los partidos políticos, pero hay una que es fundamental y es que en las organizaciones de la sociedad civil no nos planteamos que el objetivo de nuestra actuación sea alcanzar el poder político. Los que quieran trabajar para sacar del poder a sus actuales gobernantes, solo será eficaz hacerlo desde un partido político.
Conclusión.
Cada cosa en su sitio; nuestra tarea −si alzamos las banderas de sociedad civil− es contribuir a construir la red social sobre la que descanse una verdadera nueva sociedad, en donde los partidos políticos son un elemento esencial. ¿Cuáles partidos?, ese es el problema a resolver.