Fernando Rodriguez

¿Y esta noche qué hacemos? – Fernando Rodríguez

Publicado en: El Nacional

Por: Fernando Rodríguez

Esto de Directv es antológico, en realidad todo lo que sucede en la Venezuela chavista será recordado y recreado por mucho tiempo y en todos los tonos y géneros. En plena cuarentena, la cual parece que va a durar mucho porque el gobierno no tiene otra, sin gasolina y sin dólares, sin instrumentos mínimos de salud pública, le quita a más de 10 millones de venezolanos el acceso a la mayor forma de evadir el tedio y el miedo por el virus y el hambre, al sacar del país a Directv. No es nada menor. Y ya las cacerolas que todos oímos desde el jueves en la noche pudiesen anunciar la ira de muchos, tanto tiempo silenciada.

A mí me da la impresión de que la tal dependencia de Cuba, sobre la cual tanto se agrega (como la reciente hipérbole de J. Villalobos) tiene que ver con una lección magistral que le dio Fidel Castro al tenientillo ignorantón de Chávez, muy simple y ya experimentada vastamente por el barbudo mayor: en política internacional, una sola estrategia diplomática cuando a usted le den un carajazo verbal o una amenaza, ripostar con la misma virulencia y mejor si es más fuerte. Siempre, hasta con los más grandotes y amenazantes. Eso funciona. En otros ámbitos no agresivos, las reglas propias del oficio, de la sonrisa forzada a la falsa promesa, de la amistad sincera y recíproca –como la nuestra– a la esgrima con los rivales y los neutrales. Lo de siempre. Con la URSS que nos  amamanta somos muy tiernos.

Fíjate, le dijo, ¿cuál es el campeón de campeones, el imperio contemporáneo, el invencible? No hay duda, Estados Unidos. Bueno, cuando al presidente gringo le da la gana, le dice cualquier cosa a quien le da la gana. El más débil se amilana y pasa agachado, como quien no oyó, o contesta con esas fórmulas protocolares que nada dicen: si Estados Unidos pretende agredirnos, sabremos hacernos respetar. No. Si te dijeron corrupto, tú le vas a decir corrupto eres tú y tu familia. Al principio da culillo, reconozco. Pero te vas dando cuenta de que el desconcertado, por lo inesperado, fue ese hombre más importante del planeta. Y son sus asesores quienes corren a buscar la fórmula estabilizadora. Con el tiempo caes en cuenta de que no es tan fiero el león como lo pintan. Y te haces un líder que habla por millones. Acuérdate no más de los misiles atómicos, no dimos un solo paso atrás, fue el simplón de Krushev el que lo hizo.

Chávez aprendió bien la lección y mira que la aplicó con algunos éxitos, claro sin la majestad del cubano. Y Maduro, a su manera, el pobre, ha seguido cojeando por ese camino.

Reconozco que el problema de las sanciones colectivas es un problema moral y político debatible. De suyo se debate. Europa se ha negado a aplicarlas, por ejemplo. Más de un opositor, decente, las rechaza. Un remedio que cura o agrava, cuestión de tiempo y ocasión. Por supuesto que este gobierno se merece todo, lo que pasa es que también los que no son gobierno las sufren, seguramente más.

Pero sea como fuese, este gobierno ha permitido este suplicio adicional a un pueblo que ha masacrado y vejado a más no poder. Siguió la lección de Fidel dispuesto a propiciar una guerra nuclear, posiblemente el fin de la especie, para no dar su brazo a torcer. Yo supongo que sacar de una de las cableras una vaina llamada Pdvsa TV, de cuya existencia yo no tenía idea y Globovisión, que es acusada de pertenecer a uno de los ladrones más grandes del planeta, entre otras cosas, podía transarse para evitar el desastre radioeléctrico en esta hora oscura como ninguna.

Con Antonio Pasquali y su combo pasamos decenios peleando con la cloacal televisión venezolana. Ahora peor que nunca, sobre todo por la hegemonía comunicacional, la incultura del ADN chavista y por la miseria ambiente. De alguna manera el cable aligera ese peso. Pero nunca se nos ocurrió que se debía obligar a la gente a ver o no ver lo que queríamos, era una pelea con armas más nobles, de respeto a la democracia. Y siempre pensamos que era una lucha larga, con infinidad de concesiones. De esas que se hubiesen podido haber hecho para evitar aplastar a tanta gente en un país ya aplastado y encerrado y contando sus muertos, que ahora se multiplican exponencialmente. Total, si somos tan serviles con algunos.

 

 

 

 

 

Lea también: «La apuesta final«, de Fernando Rodríguez

 

 

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Post recientes