Publicado en: El Nacional
Por: Fernando Rodríguez
Nosotros decíamos hace poco que los partidos políticos de la oposición venezolana no decían nada, o muy poco, ante los más notorios temas de la realidad nacional, de un buen tiempo a esta parte. A través, naturalmente, de sus organismos colectivos, instituidos para esos fines de orientar a sus militantes, y a la ciudadanía en general, para llevar a la práctica ciertos fines. Poníamos como ejemplo, por decir algo, los humillados presos políticos o el mísero salario mínimo. Silencio que ya es bastante grave, tanto que no es descabellado sospechar que la estructura mínima de esos partidos o existe de manera muy precaria o, simplemente, no existe. Pero tampoco los que fungen como líderes, de muy capa caída, se manifestaban sino muy de cuando en vez y de la manera más parca. Silencio pues, ya todo está en calma, el músculo… ah, no, ese es un tango, pero valga.
Pero si esto es así de su pensamiento político más pragmático, qué no será de su basamento ideológico, de esas ideas matrices que definen su concepción del hombre y de la sociedad. Pues que dicen menos, si eso resulta posible. Yo soy de los que siguen pensando que las categorías de izquierda y derecha no han sido sustituidas por unas más cómodas y que conviene seguirlas usando, aunque el comunismo haya muerto hace unas décadas. Yo diría, por comodidad epistemológica repito, que la izquierda son aquellas posiciones que atribuyen a lo colectivo, al Estado y a sus funciones sociales, un rol fundamental, las socialdemocracias por ejemplo. Como se sabe son ejemplares las nórdicas. Las derechas aquellas que dan primacía al individuo y a la reducción del Estado a un regulador, lo más pequeño posible, de la actividad social, sobre todo económica. Ubicación topográfica que en cuanto tal siempre es relativa. Hasta en Estados Unidos podemos decir que Kennedy, Obama o Biden, demócratas, están a la izquierda y Reagan, Bush y Trump, republicanos, están a la derecha. Yo dejaría un tercer espacio para gobiernos como los de Maduro, Ortega, Putin o Erdogan… que son simplemente delincuenciales. Por supuesto, no vamos a discutir aquí quiénes son mejores o peores. Yo, por no eludir el compromiso, aseguro que soy y siempre he sido de izquierda.
Lo que quiero decir, sí, es que no sabemos simplemente cuál es la ideología de nuestros partidos opositores, para nada. ¿Usted tiene la menor idea de la ideología del señor este del Guácharo? No y no tendría ninguna importancia si no estuviera de primero o segundo en algunas de nuestras detestables encuestadoras y para candidato a presidente en las primarias posibles. Y no venga con vainas de que es una pistolada ocasional, ¿sabe usted quiénes son Berlusconi o Bukele o Castillo y otra vez Trump? Eran también seres impensables.
De María Corina, también punteando algunas encuestas, se sabe que pensó que la solución a nuestros males era que nos invadieran los gringos, hasta que estos se rieron literalmente de tal posibilidad. La vergüenza de Afganistán indica la razón de su negativa, además de otras carreras para salvar el pellejo. Después la dama no ha dicho nada. Se la supone neoliberal a más no poder y no por los apellidos sino por una que otra frase en el vacío.
Los dos partidos en pugna en el G4 son raros. Porque una vez, si no me equivoco, se inscribieron en la internacional socialdemócrata, y hasta Capriles dijo que era lulista, lo que se prestó a chismes y chistes muy ácidos. Pero ese es el viejo pasado (otra vez el tango). Seguro votaron mentalmente por Trump, Bolsonaro y Duque (Uribe).
Quedan AD, que después de CAP 2 ya no se sabe si sigue siendo socialistoide, mucho menos partida en dos pedazos. Y de Un Nuevo Tiempo lo que se conoce es que es maracucho, que sería una rara ideología.
Se entiende que en políticas frentistas que unen los diversos para salir del tirano o el colonizador o el enemigo bélico hay que tapar las diferencias, lo que hicieron Stalin y Churchill o Roosevelt para acabar con Hitler. Pero ya andamos dándonos trompadas y vamos a medirnos en elecciones, pero sobre todo el país necesita de soluciones muy concretas e inmediatas para no morirse de hambre, salvo los ricachos enchufados o no, es necesario que se saquen la cédula ideológica, aunque sea para venderla electoralmente. Total por estos estereros casi nadie la pide y el anticomunismo sin comunismo, fascistoide y paranoico, hace de las suyas.