En la vida hay que agradecer cada vez que el cielo de nubes abigarradas nos abra una rendija. Dar gracias es desear lo mejor: que Dios o los dioses nos otorguen su gracia y nos permitan el «estado de gracia». Es acaso uno de los gestos más dignos que podemos tener para quienes saben escuchar el olor de las flores. Sí, «escuchar», escribo. Porque las flores nos hablan con su perfume. Tanto como los pájaros nos camelan con sus trinos y las mariposas nos consuelan con sus danzas de colores.
Hace ya tiempo me permitieron que mis letras, desenfadadas a veces y en otras tantas muy atribuladas, pudieran encontrar espacio en https://www.atril.press/ . Se me invitó a dejar que mis letras le dieran voz a historias propias y ajenas, a narrar mis sentimientos y los de otros, a formar parte de esta suerte de casa de vecindad habitada por gente que cuenta.
Los aniversarios hay que celebrarlos. Son recordatorios de lo que juntos hemos recorrido y del camino que tenemos por delante para seguir contando.
El mundo ya no es ancho ni ajeno. Y hay que tejer con letras el manto que nos cubra. Venezuela está doquiera que haya un venezolano.
Escribir, narrar, contar. Hablar con el corazón. Que nuestros dedos y nuestros corazones no se cansen de acariciar con el lenguaje del amor, la pasión y la emoción.
Felicidades a https://www.atril.press/ y a la gente que cuenta. Y gracias. Muchas gracias.